Jue 21.06.2012
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LA DIVA DE LOS FESTIVALES

Te hago Sonar

España rompió su record de asistencia: 98 mil espectadores, superando por casi 20 mil a los de la edición pasada. Ni siquiera la Eurocopa le sacó brillo a la relevancia del evento.

› Por Yumber Vera Rojas

Desde Barcelona

No se sabe si fue ese oscuro objeto del deseo o la incoherencia propia de la crisis lo que lo provocó, pero el Sónar será sin duda la gran diva de los festivales musicales de la temporada primavera-verano 2012 en este lado del charco. A pesar de que los augurios no eran los mejores, sobre todo por la caída de asistencia en el reciente San Miguel Primavera Sound catalán y la sorpresiva cancelación del Glastonbury inglés, el máximo encuentro de vanguardias sonoras y nuevas tecnologías aplicadas al arte de España rompió su record de asistencia: 98 mil espectadores, superando por casi 20 mil a los de la edición pasada. Ni siquiera la Eurocopa que se desarrolla en este momento, y en la que La Roja defiende el título obtenido en Austria-Suiza, le sacó brillo a la relevancia del evento que convirtió una vez más a Barcelona, entre el 14 y el 16 de junio, en la capital mundial del beat. Y es que el único lugar en el que Rooney, Iniesta o Cristiano Ronaldo pueden ser opacados por la delantera constituida por New Order y Fatboy Slim, debutantes en el recién ultimado festejo, es en este inframundo del jolgorio. Si no que lo diga el jovencísimo DJ Eltron John, el polaco del programa, quien ante la pregunta del NO de dónde hubiera preferido estar durante esos días, espetó: “Ni en pedo me pierdo esto”.

Al igual que en sus capítulos anteriores, la decimonovena encarnación del Sónar se repartió en tres jornadas en el día, en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona y el Museo de Arte Contemporáneo de la capital catalana (aunados por una misma plaza en la que se distribuyeron cuatro escenarios), e idéntico número de fechas en la noche, en la Fira Gran Via, un inmenso predio ferial (similar a un hangar de aviones, y cuyas divisiones sirvieron para instalar varias pistas de baile que esta vez no dieron abasto) postrado en la vecina ciudad de Hospitalet de Llobregat. Además, la grilla, erigida por 150 actos de todas partes del mundo (Argentina se quedó sin representación), alternó entre los tótem de la pista de baile con una nueva progenie de artistas educada durante el bombardeo hi tech de los dos últimos lustros. ¿Pero qué fue lo que tornó al festival en un modelo a seguir para otras celebraciones musicales? Ricard Robles, uno de los tres directores del espectáculo, achaca el éxito al reemplazo de un concierto inaugural para 2000 personas por una noche para 10 mil, y el acercamiento de un público extranjero proveniente de países que se acaban de incorporar en el mercado de la música independiente, como los de la Europa del Este, Singapur y Australia.

A partir del mediodía salía a relucir el envidiable estado físico o anímico de los barderos de ley, siempre locos por el baile, y de los coquetos sintonizados con el look del verano (sombrero panamá, camisa a cuadros cerrada desde arriba, bermudas de jean arremangadas y alpargatas argentinas a lo Palermo Soho), mientras que en la trastienda del Sónar diurno las estrellas del beat desfilaban por la alfombra verde del VIP, por negocios o por mero lobby. Esto sucedía al tiempo que se ejecutaba el SonarPro, mercado musical en el que los noveles empresarios recibían asesoría de parte de los creadores de festivales ascendentes, se presentaban chiches electrónicos de sonidos y formas insólitas, el director de la nueva película de los Chemical Brothers daba una charla o una internacional de hackers, en la actividad Music Hack Day, desarrollaba en 24 horas aplicaciones sonoras para proyectos online, celulares, software y hardware. Y al caer la tarde, los que pudieron hacerse de las entradas para la noche, que se habían agotado semanas antes, prendidos en fuego e insolados se enfilaban en el bondi para todos que ofreció la organización hacia una larga celebración que enarbolaba como consigna tácita sobrevivir hasta rendirse a los pies de Dioniso.

El Sónar 2012 se abocó a reflejar las tendencias musicales imperantes, como la evolución del hip hop a través de sus hibridaciones con la electrónica y el rock. De la oferta deslumbró la propuesta abstracta de Flying Lotus, alias de Steven Ellison, sobrino-nieto de Alice Coltrane; la vigencia de Amon Tobin con una puesta de ciencia ficción; el fabuloso desconcierto que provoca The Roots al canjear el imaginario villero del género por uno plagado de educación y buen gusto, y el estreno de esa suerte de dream team con tintes de electro y rap old school que articularon Jamie Lidell, DJ Shiftee, Tim Exile, Mr. Jimmy y Jeremy Ellis con el laboratorio Mostly Robot. También quedó en evidencia el momento dulce que atraviesa el pop electrónico, gracias al ingenio de los daneses When Saints Go Machine, el onirismo de los canadienses Austra y el refinamiento de dos agrupaciones británicas que ya pasaron por Buenos Aires: Metronomy y Friendly Fires. Aparte, sin ánimos revisionistas sino revitalizadores, el Sónar, que en abril inauguró una extensión en San Pablo, llamó la atención sobre el emerger del house. Y para ello invocó a la sensación Totally Enormous Extinct Dinousaurs, los hiteros Azari & IIII y el naciente reinado de Maya Jane Coles.

Este episodio sirvió asimismo para la consolidación del enfant terrible de la electrónica, Nicolas Jaar, develando su inagotable talento tanto con su proyecto solista como con el dúo Darkside. Si en algo coincide este neoyorquino de ascendencia chilena con los legendarios alemanes de Mouse on Mars, que se mandaron un show para el recuerdo, es en su afán de demostrar que la pista de baile es aún un espacio idóneo para experimentar, aunque sin extirpar su semblante entretenido. Lo mismo que captaron deadmau5 y el séquito de fans que llegaron a la Fira con sus cabezas de ratón artesanales, otro de los grandes performances de este decimonoveno apartado, de la misma forma que el de Hot Chip, el bólido del dance que por fin dio el brinco hacia lides espaciales. En la foto familiar de esta cumbre anual hay que esperar a Die Antwoord, si es que se anima a posar. El trío sudafricano, en el medio del hip hop y la rave, y en un incomprensible afrikáner, se mueve entre lo político y la provocación. Nada menos que aplastante. Las dudas las dejaron Lana del Rey tratando de sacarse la película de Disney para probar que es de verdad, y John Paul Jones (sí, el ex Led Zeppelin) en su faceta ruidista con los noruegos Supersilent. Y es que de todo hay en la viña del Señor.

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