LA CLASE MEDIA ARMA SU BAILANTA
La Orkesta Popular y Cumbia Hasta El Lunes encarnan un extraño lugar que mezcla la cumbia de salón con música klezmer, bachata y sonidos balcánicos. Finalmente, la cumbia se disfruta en circuitos impensados.
› Por Brian Majlin
Hace unos años hubiera sido impensado sentirse orgulloso de bailar o escuchar cumbia en Buenos Aires. Los discos estaban guardados en los cajones si había visitas y siempre había que poner cara de “qué es eso” cuando sonaba una canción desde algún auto que pasaba con el estéreo a todo volumen. Eso sí, a la hora de bolichear, nada era ajeno. Pero en casa nada. Ocultar y hasta denigrar esos “ritmos malditos” de letras abominables, que hablaban primero de amores en forma cursi y con ritmos tropicales, y de villas y chorros después.
Sin embargo, hoy el género se renueva con una apuesta que, a diferencia de la tradicional cumbia tropical de la bailanta de los ‘90 o de la cumbia villera de los años 2000, es emergente de la clase media, apuntado a la clase media y en pleno corazón del circuito comercial de la clase media. Fiestas, bailongos, sonrisas. Una recuperación del espacio festivo en Buenos Aires a partir de proyectos corales y orquestales.
La Orkesta Popular San Bomba funciona con 23 integrantes. A la gran cantidad de músicos se les suma un DJ, y entre ellos hay vestuaristas, escenógrafos, poetas y motoqueros. Funcionan divididos en secciones –como una orquesta tradicional, pero popular–, dirigidos por el ecléctico Matías Jalil, y en base a la autogestión. Sacaron su primer disco Sal de tu Cuerpo este año y lo presentan desde hace unos meses en algunas fechas locales. Tiene seis canciones –con la voz de Tilsa, cantante de origen peruano que aporta latinoamericanidad al sonido de la orquesta– y resalta la mezcla de cumbia y klezmer, con bachata y sonidos de los Balcanes. Antes, en plena elaboración de los temas, anduvieron nutriéndose de ritmos y tocando en ciudades de Colombia y Venezuela en una experiencia única en cuanto a la música cumbiera se refiere. Si querés ritmos latinoamericanos, acá hay de sobra.
Suman desde la variedad, elaboran una mezcla que aborda varios aspectos. Aunque se definen como “22 porteños que tocan cumbia”, y reconocen que muchos no escuchaban cumbia siquiera, pero perciben que la clase media es la que toma la punta de lanza y escucha cumbia ahora –la baila, a decir verdad– y la hacen. “Como la CHEL”, dicen. La CHEL es Cumbia Hasta el Lunes. Y también responde. “Somos un grupo de amigos que hacía rock y cuando acabó esa banda decidimos girar a la cumbia porque es el género que en Argentina baila todo el mundo”, explica Tomás Viano, voz de la CHEL. Y reconoce en la aceptación de la clase media la puerta de entrada para la cumbia. La suya, pero también la de la masividad que adquirió el género en los rincones de Buenos Aires.
Para Viano hay un pasaje de gente del rock a la cumbia, porque “perdió contacto con el público y se vació un poco”. Incluso habla de políticas de gobierno que afectaron de plano la situación del rock, impidiendo la convocatoria y la comunión que el rock despertaban. De esa orfandad habría nacido una necesidad. Y la cumbia fue el espacio ideal para recuperar eso. “Por el contacto con el público a través del cuerpo y la música”, destaca. Aunque suenen similar, aunque confundas su música cuando la bajes, cada uno hace lo suyo. Si hubo primero un auge de recuperación de la cumbia latinoamericana de los ‘50 –la original, la de Colombia–, hoy la búsqueda y novedad están en la elaboración de ritmos propios. Aunque devenga de la multiplicidad de influencias. Aunque no renieguen de nada.
“Está bueno ver qué hace cada uno, porque es parecido pero no hacemos todos lo mismo”, dice Paula Peyseré, letrista y percusionista de San Bomba. Cada vez más bandas hacen música latina y hay como una recuperación. En esa búsqueda por incorporar todo lo que suena, la Orkesta Popular San Bomba sumó a un DJ, “porque también es parte del discurso popular”. No esquivan el bulto.
“Somos una orquesta, por formación, pero con espíritu de banda de amigos”, define Jalil. Quizás ése sea el matiz que despierta la cercanía cuando tocan, la buena vibra y el ámbito festivo. Es, de movida, una búsqueda de reencuentro y de festejo. “Tiene que ver con acercarse a lo propio, con recuperar y repensar Latinoamérica”, añade Peyseré.
La CHEL también habla de identidad, pero desde otro lugar. “Somos pibes de Paternal y hablamos de eso”, esgrimen argumentos lógicos. De acá a fin de año dicen que tendrán preparada su lista de temas propios para sacar el primer disco. Y prometen romper con los esquemas de la cumbia, como un hijo no reconocido del género –”una oveja negra”, dice Viano–, que acepta su influencia rockera, y de la cumbia villera. Tienen a la cumbia como madre, pero no se acaban allí.
En la CHEL pretenden elaborar temas propios a partir de las letras costumbristas sobre lo que les pasa. Tomando, al parecer, el espacio que el rock tenía hasta acá. Como dice Martín Lijalad –guitarra eléctrica–: “Ahora la cumbia copa el rock porque está vaciado, pero no vamos a hacer cumbia de los pasillos de la villa si somos un grupito de clase media de la Paternal”. La Orkesta coincide en reconocerse clase media urbana y de allí dispara sus ritmos, pero prefiere legitimar la búsqueda tomando la cumbia villera, la latina y la de todos lados y mezclarla para hacerla algo propio. Como un refrito cosmopolita propio de una gran capital latinoamericana. Como un Buenos Aires cumbia club.
Y si de espacios festivos se trata, hay que mencionar al Club de la Cumbia, un espacio impensado años atrás. Allí se juntan hasta 2000 personas cada dos meses a bailar cumbia desprejuiciadamente en pleno Almagro. El Konex desborda y nadie pone el dedo acusador sobre los chetos ni los cumbieros, como si todos fueran, al fin, lo mismo. Carli Arístide –músico, cofundador y organizador– lo describe como un “espacio donde la cumbia se manifiesta y donde se mezclan todos los matices que el género tiene”. Entre proyecciones, bandas, la movida agita toda la noche a puro baile.
–Para Aristide sí, aunque aclara que “en un buen sentido” y desea que nunca acabe. “Creo que va a evolucionar”, advierte.
Para los CHEL sí y no. ¿Cómo es eso? Bueno, todo depende de cómo se desenvuelva. “Si no se realiza una cumbia propia, desde donde estamos parados, se corre el riesgo de caer en lo bizarro y la moda pasajera”, expone Lijalad.
San Bomba también quiere “compartir” lo propio. Más allá de los mensajes que dan en su música, dejan en claro que se puede trabajar y crear entre muchos. Demuestran que son clase media, porteños, y se hacen cargo: toman las músicas de cada región y las funden en algo nuevo. “No estamos en el género música del mundo, porque reformulamos lo hecho desde nuestro lugar”, explican. Como una búsqueda de identidad constante que fluye y nunca deviene en algo estático.
Cómo hacer que la cumbia sea de clase media, se preguntan en la CHEL. “No vamos a hablar de los pasillos de la villa ni de los pescadores de Colombia, hablamos de una tarde en una terraza en La Paternal. Ahí es cuando empezamos a sentirnos cómodos en el género”, repite Lijalad.
Como sea, desde la fusión o desde la novedad, la movida cumbiera porteña va copando la parada y adquiriendo matices que superan la ruralidad antigua o ajenidad de la cumbia. Van sacando al género de los antiguos guetos. La van tornando porteña y urbana. Y lo que sobra es el ritmo, el baile y las ganas de conectarse.
* Cumbia Hasta El Lunes y Orkesta Popular San Bomba en la próxima edición del Club de la Cumbia, el 11 de agosto en Ciudad Cultural Konex. A las 23.
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