EL PROYECTO VENUS TUVO SU BIENAL
Otra clase de generación pop
La criatura de Robert Jacoby, sociólogo y agitador cultural, pero también letrista de algunas de las canciones más famosas de Virus en los ochenta, está dando sus primeros pasos. Con el bucólico paisaje serrano como escenografía, los venusinos exhibieron sus creaciones y dijeron: “¡Aquí estamos!”.
POR INA GODOY
Desde Tandil
Promediaban los ‘80 cuando Spinetta y Páez se preguntaban “¿Quién resistirá (cuando el arte ataque)?”. Por ese mismo tiempo y con intenciones aún más colectivistas, Roberto Jacoby empezaba a gestar el Proyecto Venus, un verdadero ataque del arte que nació de una sensación: “A principios de los ochenta –en la época en que yo escribía canciones para Virus– sentí que existía una gran cantidad de pensamiento, textos, arte en general que no se conectaba entre sí, como consecuencia del aislamiento durante la dictadura militar”, le dijo a la revista ramona, otro de sus “ahijados”. Veinte años más tarde, Jacoby puso en marcha el Proyecto Venus cuando, a comienzos del 2002, obtuvo la prestigiosa beca Guggenheim para su financiación. A menos de un año de su nacimiento, el planeta venusino está en órbita, girando en el espacio con más de 300 participantes activos que conforman una sociedad experimental simultánea y de autogestión.
Con la premisa de potenciar la creación a través del intercambio, los venusinos también idearon su propia moneda y así, Proyecto Venus se convirtió en un gran laboratorio multidisciplinario que estimula nuevas formas de vida, rescatando la cooperación y las acciones conjuntas. Como un gran trueque cultural que funciona básicamente desde el site www.proyectovenus.org, la tribu se mantiene en constante movimiento y para eso cuenta con sus nodos en la Capital (“Sonoridad Amarilla”, “Belleza y Felicidad”) y en el interior del país. Así ocurre también en la Casa Chango, en Tandil, en medio de la serranía de la provincia de Buenos Aires. Allí se concretó, el fin de semana pasado, la “Ultima Bienal Venus”, una de las 13 propuestas ganadoras del Concurso de Proyectos Experimentales Compartidos, idea de Jorge Di Paola (escritor, periodista y artista plástico), Sergio Gutiérrez (propietario de Casa Chango) y Cristian Segura (curador independiente) convocó a artistas venusinos y no venusinos de todo el país.
Coherentes con un proyecto que ante todo se pretende colectivo, los venusinos porteños eligieron el tren para llegar. Casi en plan de viaje de egresados, unos treinta jóvenes okuparon un vagón con sus extraños atuendos, charlas sobre cuestiones a las que puede denominarse “excéntricas” y algunos raros peinados nuevos, manteniendo en estado de alerta y mirada sorprendida al resto de los pasajeros (ver recuadro).
Con la espontaneidad de un auténtico work in progress, algunas de las obras que se expusieron fueron realizadas sobre rieles o durante los prolongados desayunos en el albergue. Jacoby –bautizado como “el eternauta pop”– se mostró conforme y sorprendido con los resultados de la Bienal y rescató que “para los artistas de Venus es muy importante que gente como Diana Aisenberg, Pablo Siquier, Gustavo Bruzzone y todos los miembros del jurado contemplen y evalúen su obra. Se trata de gente de reconocida trayectoria a quienes, en muchos casos, ellos admiran.”
Ese es el caso de Luciana Lamothe, una de las premiadas por su obra de calcado y registro de baldosas y rejas que, ejerciendo presión con los dedos, va dejando los objetos en relieve sobre papel madera. Con su premio de 400 Venus en el bolsillo, Luciana aseguró: “Hace tiempo que quiero hacer una clínica con Pablo Siquier y acá tuve la oportunidad de que, alguien a quien admiro mucho, evalúe y premie mi trabajo. Me voy feliz”.
Entre los artistas no venusinos, se destacó la chaqueña Mariela Palmieri con Desdigo: una instalación de frágiles objetos flotantes, hechos con leds, vidrio, papel y raíces vegetales. Musicalizada por Alejandro González –de Viva Zapata–, la propuesta era un viaje en soledad por un cuarto oscuro del que algunos salieron llorando. Para la bienvenida, la velada acústica a cargo de Leandro Riccieri, de Viernes, hizo cumbre al entonar “Soy libre”, una baguala de Atahualpa Yupanqui (“Unos ojos estoy viendo / por esos ojos me muero/ Soy libre, soy bueno/ Y puedo querer”). Para la despedida, hubo cena vegetariana bajo el parral, festejando el sabor de unos tomates rojos y jugosos –con sabor a tomate– que Gema (20, venusina tandilense) trajo de la huerta de su casa. Cámara en mano, Eugenia Herrera (19) registró el momento para lo que, seguramente, será otro auténtico producto Venus.