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Anoche, el ala rosarina de Intrépidos Navegantes se quedó componiendo hasta hace un rato. Matías Medina (guitarra y voz) y Maximiliano Calvo (guitarra y voz) llegan como caminando entre el sueño, con caras de dormidos y la voz ronca. “Hicimos un re buen tema, boluda. Ayer nos quedamos charlando de lo que Gonza (Aloras) quería del disco y de lo que iba a pasar hoy en la nota”, cuenta Maximiliano, y no esconde la excitación que le produce estar madrugado después de una noche larga armando y compartiendo, con su amigo y compañero de banda, un nuevo tema.

La dualidad de intenciones de Intrépidos Navegantes no se refleja solamente en sus canciones de acordes mayores (y por ende, de melodías alegres), confrontadas a un propósito dark, tal vez solapado, sino que en este doblete también se integran las aguas de los ríos De la Plata y Paraná, tales son los lugares de los cuales provienen sus integrantes. La armonía de las mareas se afianza y congrega, por un lado, la ansiedad de haber nacido y vivido en Capital; y por otro, la vida de pueblo con esa fuerte presencia del río Paraná, como si fuera uno más de los pibes que llega a su orilla a fumar por la tarde.

Son cuatro los que cantan canciones hídricas sin siquiera darse cuenta de que todo su disco debut, Aguas, producido por su vecino rosarino Gonzalo Aloras, está interpelado por la fuerza del agua, ese divino tesoro que guardan los países del Sur. Canciones como Cascada, Melincué y Aguas llevan explícitamente el mote acuático, mientras que en otras el agua fluye en las letras. “Tal vez es la conexión que encontramos entre las dos ciudades. Buenos Aires es una ciudad que está al lado del río, aunque le da la espalda. Rosario vive del río, entonces claramente todos los conceptos era juntar las dos ciudades, el laburo en el puerto y también la forma en que salió el nombre de la banda”, cuenta Maximiliano. Fue así que dos rosarinos trajeron a Juan Carlos Baglietto, Jorge Fandermole y la trova rosarina; y dos porteños aportaron las ansias citadinas a este proyecto que nació en Buenos Aires, pero se gestó en Rosario cuando el colegio aún era un destino diario. Una tarde, paseando por el Rosedal en una de las visitas de los padres de Maximiliano, los Navegantes se toparon con una fuente y la leyenda que describía el espíritu del barrio italiano Triana, compuesto por grandes alfareros e intrépidos navegantes. “Grandes alfareros era muy aburrido”, expone Maximiliano.

Si bien el sonido de Aguas se asemeja más al pop por los arreglos de voces o por las melodías, estos músicos que rondan los veinte, aseguran que son una banda de rock hecha y derecha. Sobre todo por haber grabado a la vieja usanza, tocando todos juntos, para que, una vez arriba del escenario, se reprodujera el sonido del disco lo más fidedigno posible. “Gonza en un principio nos dio como una estética, más allá de la decisión de grabar en vivo; él había tirado que la tapa del disco fuera la banda en vivo. Ya desde un principio estaba tomada la decisión”, apunta Matías. No hay bases electrónicas, ni nada que provenga de una computadora. “Está la idea de la grilla y el programita de compu, pero nosotros nos corrimos de eso y, a la hora de reproducirlo, todo suena mucho más cercano”, agrega Kevin Borensztein (bajo y voz). Si las canciones, como se las conoce desde la aparición de Los Beatles, es lo que define al rock, estaríamos en condiciones de afirmar que Intrépidos Navegantes es una banda de rock. A ellos les cabe el sayo.

“Las canciones están fuera de moda. Por ahí te ponen la etiqueta de indie, y yo no sé la etiqueta que nos pondrán a nosotros, pero prefiero decir que es rock por la autenticidad de las canciones. Ultimamente es muy difícil escuchar una banda y que la canción valga la pena y todo tenga que ver con esa canción. Es muy loco que hayamos grabado en vivo. Y por una cuestión natural, con el tiempo que llevamos de tocarlo, se fue rockeando solo”, suma Maximiliano.

* Intrépidos Navegantes toca el sábado en Estudio Samsung (Pasaje 5 de Julio 444, San Telmo) a las 21.