TEMPORADA DE FESTIVALES EUROPEOS
Mientras los grandes recitales del primer mundo llegan a su ápice, las bandas argentinas que fueron para Europa se quedaron boyando y de vacaciones. Los casos de El Mayonesa, Las Kellies, Gustavo Cordera y La Caravana Mágica y Jonas Kopp.
› Por Yumber Vera Rojas
Los festivales musicales del verano europeo no sólo se transformaron en una tradición sino en la gran vitrina de la industria para descubrir nuevos artistas, para reafirmar a los solistas y grupos que fueron sensación el año anterior, para disfrutar de los que hoy son clásicos, para estrenar nuevos lanzamientos discográficos y para sondear las tendencias sonoras en boga. Además es la excusa ideal para salir de vacaciones, al punto de que las agencias de viajes los incluyen entre sus ofertas para el período estival, y suponen un importante aporte económico y cultural para las ciudades en las que se desarrollan. Algunos de ellos, incluso, han llegado a formar parte de esos listados suicidas de “las cosas que tenés que hacer antes de morir”. Debido a esto, la oferta de eventos a cielo abierto se multiplicó excesivamente en los últimos tiempos, lo que derivó en que los encuentros multitudinarios se destacaran más por su concepto que por la oferta artística.
Al menos desde la década pasada, exponentes argentinos de corrientes multiformes han dado el brinco hasta el otro lado del charco, a través de diferentes canales, y con objetivos que se pierden en la inventiva, para ser también parte de la experiencia festivalera e ir un poco más allá, introduciéndose en el circuito de shows en salas, clubes y hasta en casas okupas. A la vuelta, ya nada es igual.
“Al principio me asusté porque se me olvidó un poco, pero ya estuvimos soltando data”, explica El Mayonesa sobre su manejo del estonio. “Recientemente nos entrevistaron en la radio estatal, y estrené un tema nuevo, Kui Ma Oleksin President (Si yo fuera presidente), que habla de un Menem local. Se viene la bomba.” En 2011, el rapero mendocino logró lo que ni Daddy Yankee ni Don Omar pudieron con todo su bling bling: introducir el dembow en los países bálticos. Al punto de que estuvo a un tris de representar a Estonia en el festival Eurovisión. Si bien el jurado se inclinó por una cantante de pop onda Bandana, la incursión le sirvió para perpetuar su popularidad en las calles de Tallin. “Aunque acá tardan mucho en aceptarte, ahora me respetan por lo que hago. Cacharon la gilada. Cuando llegamos, tocamos en un evento en una antigua cárcel, terminamos en bolas y esa foto fue la que usaron los organizadores para publicitar el cierre del espectáculo. Para ellos hicimos algo representativo. Creo que la gente entendió mi aporte, que es la visión de un sudaca en Estonia.”
El hijo ilustre de Guaymallén llegó nuevamente a la otrora república soviética como parte de una gira que empezó en Tolouse (Francia) el 12 de mayo, y que concluirá el 8 de septiembre en Lipsia (Alemania). A pesar de que muchas de las fechas las programó meses atrás, en el camino se sumaron otras, gracias a conexiones que surgieron tras cada recital. “Es lo que más me gusta”, explica vía Skype, desde la capital estonia, el artista argentino que aprendió el idioma báltico luego de enamorarse de una chica del rubio terruño en Barcelona (España), donde se instaló en 2006. “Esto es un freestyle, no hay control de nada. Tenía ganas de tocar en Amsterdam y Copenhague, y en un show, cuando terminé de actuar, vino un chabón y me dijo que podía ayudarnos en Holanda.” Acá no hay managers, ni hoteles, ni buenos cachets, sino concepto, casas de amigos, y el pancho y la coca. Una ofrenda al under okupa. “Es parte de mi filosofía de vida. No te queda en el bolsillo, pero nos pagan por lo que hacemos. Y eso lo invertimos en lo que gastamos. Esto es autogestión pura. Así podemos bancar esto.”
El mayor flash de Nicolás Behler (el muchacho del aceitoso alter ego) en esta serie de shows, que lo llevará esta semana a Rusia por primera vez, fue su inclusión en la grilla del Fusion Festival. Creado en 1997 en Lärz (Alemania), es el encuentro musical anticapitalista más importante del mundo. “Luego de haber estado ahí, cambió mi manera de pensar. Te anima a hacer las cosas de otra manera. Además me acompañaron Freak Castro y MC Pincho, que no sólo son mis mejores amigos sino mis compinches en esta aventura. Y eso hace la experiencia más intensa.” Cumbia, reguetón y moombathon, cantados en un mejunje de español, catalán, guachín, inglés y estonio, son los artificios sonoros que iluminan el repertorio de El Mayonesa, quien ahora prepara un reality, un inminente tour latinoamericano y la salida de su nuevo disco, Ordinario. “Conocimos a un chamán que nos llevó a Berlín, a un lugar mítico de la electrónica alemana, Katerholzig. Les advertimos a los dueños que lo nuestro iba por otro lado, pero igual nos dieron la chance para actuar. Y la rompimos. Después de la experiencia, me gustaría explorar en el techno. Voy a evolucionar hacia otro lado porque no me ato a ningún estilo.”
Aparte de El Mayonesa y Axel Krygier, Las Kellies fue el otro representante argentino en el Fusion Festival. Su participación en el encuentro alemán se convirtió en una de las 34 presentaciones del grupo en su tercera pasada por Europa. “La primera gira, que sucedió en 2009, la hicimos a pulmón. Esta se pareció a la del año pasado”, comparte Sil Kelly, baterista y vocalista, a pocos días de haber arribado al país. Salvo Londres, París y Berlín, donde actuó dos veces en cada ciudad, el trío, que inició el trajín el 1º de junio y regresó a Buenos Aires el 24 de julio, brindó un show en cada lugar en el que paró. “Tenemos una agencia de contrataciones en Europa, y trabajamos con ella varios meses antes de viajar”, adhiere Ceci Kelly, guitarrista y cantante. “Antes de partir, ya sabíamos a dónde íbamos a ir y con quién tocaríamos. Está organizado con tiempo, y participamos en el armado. Alquilamos una camioneta con todo el backline, que nos lleva a todos lados, y nos acompaña un tour manager que está atento a cada detalle de la gira. Eso es importante para que podamos concentrarnos en tocar y nada más.”
El grupo la pegó al techo tras da aparición en 2011 de su tercer elepé, titulado de forma homónima, que fue reeditado por el sello inglés Fire Records. “También lo mueven en Estados Unidos y Asia”, aclara Sil. “Eso hace que genere otras cosas por la prensa. Tenés entrevistas, salís en revistas. Parte de esta movida tiene que ver con el álbum.” Lo que denota la contemporaneidad de su propuesta, un sofrito de garage, cumbia, dub y post punk. “Mucho del público que nos vio ya nos conocía de nuestras anteriores giras”, apunta Ceci. “Incluso pasó que a un chico su padrino le regaló un disco nuestro en Navidad, y la novia le compró los tickets como regalo de cumpleaños.” Pero en ningún momento se llegó a asociar su sonido con su lugar de origen. De hecho, se desconoce lo que sucede con el indie o cualquier otra escena argentina. “Siempre que terminamos de tocar, alguien se acercaba y nos decía que le había gustado. Es una pena que no se sepa lo que sucede acá porque muchas bandas que nos gustan, no sólo locales sino latinoamericanas, calarían bastante bien.”
Al tiempo que incursionaba en otros eventos masivos del porte del inglés Secret Garden Party, el combinado, que prepara nuevo material, encaró sus shows en clubes chicos. “El festival, como se piensa en Europa, acá no existe”, advierte la guitarrista y cantante. “Lo mismo pasa con el under. Está lleno de lugares tan zarpados que el mismo gobierno les ayuda.” En lo que sí hay afinidad en ambas orillas del Atlántico es en la pasión por el fútbol. “La Eurocopa afectó parte de la gira porque era lo que les importaba. Lo notamos en la convocatoria los días en los que se jugaron partidos significativos.” Aunque, asimismo, es época para pillar tendencias de todo tipo. “Me llamó la atención cómo se visten las chicas en los festivales. Usan microshorts, botas de lluvia recopadas, y medias arriba de la rodilla.” A pesar del anecdotario y del bagaje, el trío ya se toma en serio el salto a Europa. “Para bancarse una gira así tenés que ser disciplinado. Hay que dormir mucho, descansar y comer bien. Parece aburrido, pero es necesario. Aprendés además a cuidar a tus compañeros. Cuando volvés, el no tenerlos cerca se te hace raro.”
Como si el destino le hubiera pasado una mala jugada, la última de las 15 fechas del primer tour europeo de Gustavo Cordera y La Caravana Mágica fue de acto de apertura del festival barcelonés Crüilla, y en el mismo escenario donde le secundaría momentos después Iggy & The Stooges. El desenlace era previsible. Sin embargo, sucedió lo inimaginable: en la medida en que se aproximaban al escenario para aguardar a la legendaria banda estadounidense, punks y metaleros se dejaron seducir por la cumbia y, sin prejuicios, se prendieron al baile. “A pesar de que desde hace 25 años estoy cantando por el mundo, esto no me pasó nunca”, explica el otrora líder de la Bersuit todavía atónito, tras concluir su performance. “Cuando vi que no había nadie al empezar el show, les dije a los chicos que no se perdieran esta historia porque iba a ser muy reveladora. De pronto se construyó algo de la nada. Fue un símbolo muy fuerte, a manera de mensaje. Me divirtió la manera en que terminó el recital, con la gente prendida fuego. Esa fue una buena síntesis de la gira.”
En contraste con sus experiencias previas en Europa con la Bersuit, el Pelado hizo énfasis en esta ocasión en festivales y salas de países del Centro y Este del continente, tomando el riesgo pese a que no habla inglés, a que su repertorio es en español y a que ninguno de sus discos ha sido editado en esa región. “Valencia fue la única ciudad de la gira a la que asistió la comunidad argentina. El resto de los recitales los hice para gente de otro idioma”, detalla el cantautor argentino, que en Budapest fue teloneado por un grupo húngaro de covers de Molotov. “Es un gran desafío que quise afrontar. Me gusta esa cosa de llevar nuestra identidad musical a otra cultura, y ver qué pasa.” Pero la elección de las plazas no fue fortuita, pues Cordera intenta tomar distancia de su pasado reciente. “No me fui de la banda para hacer temas suyos con otros músicos. Si enfrenté un nuevo viaje, es para tener un desafío artístico distinto. En nuestros shows no hay ni una sola persona pidiendo canciones de la Bersuit. Y si eso llegase a suceder, paro el concierto y le pido que se vaya por respeto a mis compañeros y a lo que estoy haciendo.”
El guía de La Caravana Mágica aprovechó la expedición, que partió el 15 de junio y concluyó el 6 de julio, para interiorizarse sobre esta Europa al borde del colapso. “La crisis la vi en las financieras, en las corporaciones, en las empresas inmobiliarias y automovilísticas. Si eso significa que la gente está mal, entonces es cierto. Algunos se pueden comer la película, y repetirla. Pero no se parece en nada a la de Latinoamérica.” Aunque en la Argentina es un artista consagrado y convocante, el exponente que supo hacer del pijama su uniforme se atrevió a renunciar a la fama para empezar otra vez: se movieron en micro, durmieron donde los agarraba la noche, y actuaron frente a audiencias que oscilaron entre lo irrisorio y lo descomunal. “Antes de comenzar la gira, no sabíamos qué sucedería. Ahora que nos están invitando a volver el año que viene, lo veo muy bien. Es un proyecto que va a hacer mucho ruido.” Eso sí: no habrá Cordera en los festivales nacionales de la primavera y el verano. “No me interesan porque artísticamente siempre están haciendo lo mismo, y creo que La Caravana está para ofrecer algo nuevo.”
Mientras aprendió a interpretar los biorritmos de la audiencia en la pista, Jonas Kopp manufacturó un sonido personal, lo que lo convirtió en uno de los grandes baluartes latinoamericanos de la música para clubes en este momento. El productor y DJ argentino regresó hace unas semanas de una apretada gira de dos meses por Europa, que comenzó nada menos que con su tercera incursión en el templo alemán de la electrónica: Berghain. “Si bien esta vez toqué en lugares más importantes, tuvo sus cosas buenas y malas, pues mi sonido actual no está tan ligado a lo que es el verano, con fiestas al aire libre”, glosa esta potencia en expansión del techno. “Pero está bien, es parte de la diversidad.” Sin embargo, esta visita al circuito del otro lado del Atlántico fue fundamental para reestructurar su plan de trabajo. “Con mi actual agencia voy desde fines de 2010, y el primer tour serio se dio el año pasado. A pesar de que planificamos volver semestralmente, mi estadía allá la siento larga porque acá está mi hija, que manifiesta sentimientos y necesidades. Lo que me hace reflexionar sobre eso. Si ella está mal, no puedo trabajar cien por cien. Así que voy a tratar de cambiar la frecuencia de mis viajes.”
Entre mayo y junio, el artista de 31 años mostró su temperamento detrás de las bandejas en los mejores dancefloors de Malta, Italia, Suecia, Noruega, España, Letonia y Holanda. “Todos te dicen: ‘Ah, ¿vas a París? Sacale fotos a tal cosa’. Estuve viajando los fines de semana, y no te da tiempo para nada. El poco que me quedó lo dispuse para dormir bien, no sólo por el set sino por la cena con los promotores. Es para mí el momento en el que hay que tener más energía porque te van preguntar muchas cosas. Son los que te admiran y pagan el pasaje para que actúes. De manera que hay que estar muy abierto al diálogo. Aunque seas muy talentoso, si no le ponés onda a ese rato, no te vuelven a invitar”, revela Kopp, quien en 2010 debutó en Japón. Lo que no supone que haya que exagerar en el lobby con los dueños de los clubes. “En ese sentido, en Europa todo es muy relajado. Mientras que en la Argentina es difícil mantener el relax por dos razones: la gente quiere más energía y los propietarios temen que se les vaya la gente. Varias veces me pasó que tengo una ida de un set, y se me acercan para pedirme que lo suba un ‘poquito’.”
A este productor y DJ, cada vuelta a Europa le permite afinar su impronta. “El promotor de Berghain se sorprendió de que fuera argentino, porque mi estilo es muy alemán. Me causó gracia porque jamás me sentí influenciado por alguna rama latina. A los 12 años, cuando pensaba comprarme un CD de Deró, mi padre me regaló uno de Kraftwerk. Luego de eso, no hay marcha atrás.” Jonas, que alcanzó la internacionalización de la mano de Matthew Dear, transforma a su manera lo que sucede en su entorno. “En este tour tuve mucha recepción de house. Eso me inspiró para salir un poco del techno, y encontrar diversidad a la hora de producir. Entonces, por una cuestión de prolijidad, creé el alias Alein.” Partícipe de una camada criolla de DJs que goza de mayor popularidad allá que acá, como Franco Cinelli, Andrés Zacco, Ernesto Ferreira o Nico Purman, el muchacho de Villa Ballester, formado artísticamente en Ramos Mejía, se lo piensa dos veces antes de mudarse a Europa. “Me cuesta despegarme de la Argentina, uno necesita el afecto de su país. No me iría jamás. Y éste es un estupendo momento para hacer cosas en Buenos Aires.”
Primavera Sound (España). Con 11 ediciones a cuestas, es el encuentro de música indie más importante del mundo. Celebrado a fines de mayo en Barcelona, ya ofrece para el año que viene un abono “anticrisis”.
Sónar (España). Todo artista que se jacte de ser vanguardista, suspira por participar en el festival barcelonés. Organizado a mediados de junio, en 2013 bota la casa por la ventana, pues cumple dos décadas.
Hurricane (Alemania). Se trata de un festival mellizo de rock. Mientras éste se efectúa durante tres días en el sur de la nación germana, en el norte se lleva adelante, con la misma grilla, el Southside Festival.
Fusion Festival (Alemania). Creado en 1997 en un antiguo aeropuerto militar soviético del norte del país, es la mayor liturgia de la contracultura mundial. A fines de junio, durante cuatro días, interactúan música, cine y teatro.
Glastonbury Festival (Inglaterra). Lo que comenzó como un encuentro hippy en 1970, se transformó en el mayor festival de rock. Efectuado durante tres días, a fines de junio, en 2012 no se produjo por primera vez debido a que se quedaron sin baños portátiles a causa de los Juegos Olímpicos. O eso es lo que adjudica la organización.
Roskilde Festival (Dinamarca). Junto con el Glastonbury, es una de las comuniones musicales más antiguas de Europa. Se celebra desde 1971, entre fines de junio y comienzos de julio.
Exit (Serbia). Este festival, creado en 2000 para estudiantes universitarios, y desenvuelto en la Fortaleza de Petrovaradin, en la primera quincena de julio, es uno de los bastiones musicales de la Europa del Este.
Sziget Festival (Hungría). Llevado a cabo en Budapest, en la isla de Obudai, a lo largo de la segunda semana de agosto, es una de las grandes fiestas del verano europeo. En 2012 llegó a sus 20 ediciones.
Rototom Sunsplash (Italia/España). Luego de ser acosado por la Justicia italiana, la mayor vitrina de la cultura reggae en Europa se mudó a la localidad valenciana de Benicasim. Este año se consumará entre el 16 y el 22 de agosto.
Electric Picnic (Irlanda). Es uno de los últimos eventos del período estival. Se realiza en Stradbally Hall, desde 2004. El festival, que esta vez se hará entre el 31 de agosto y el 2 de septiembre, asocia el indie con las iniciativas ecológicas.
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