Jueves, 6 de septiembre de 2012 | Hoy
FESTIVAL SUMAR EN TECNóPOLIS
El último disco de Los Umbanda, Latintropiks, es un manifiesto y carta de presentación para un público más amplio que el frecuente.
Por Mario Yannoulas
Aunque se trate del azar, los libros parecen distribuidos por el estudio como una constelación de luminarias inspiradoras. Galeano, Murakami, Kafka y Jodorowsky reposan sobre alguna consola o en un escritorio junto al monitor, mientras Gaspar Om prepara un té en su santuario personal: el estudio de La Paternal en el que cranea y ejecuta su intensiva producción como músico.
Gaspar es, entre otras cosas, el alma mater de Los Umbanda, grupo cuyo último disco, Latintropiks –publicado en 2010–, funcionó a la vez como manifiesto y carta de presentación para un público más amplio que el frecuente. El nombre responde a la etiqueta que la propia banda elige para su música, y así el latintropik –cuyo otro referente quizá sea El Chávez–- queda propuesto como un género en sí mismo, un omelette de ritmos latinos y transatlánticos que se condensan en la tapa del álbum: una gran licuadora abastecida por una serie de plugs. Reggae, dub, reggaetón, dancehall, hip-hop y otras cadencias se combinan para dar lugar a un estilo que, asegura Gaspar, se abre paso en la escena local: “Está buenísimo que haya bandas que generen el reggae más puro, casi como un homenaje al sonido jamaiquino, pero dentro del reggae hoy también entran ejemplos como el nuestro. Para mí la música, más allá del género, es un manifiesto, y si hago reggae quiero que suene como yo hablo. En ese sentido me considero entre los músicos de vanguardia, porque estamos generando el sonido de ahora con elementos de la música que escuchamos siempre. Eso es también producto de un cambio mundial en las formas de hacer y consumir música; hoy un tema tiene que sonar bien de entrada para que le den bola”.
–Creo que sintetizó todo lo que veníamos haciendo. Hubo dos cortes que sonaron bastante y en lugares que jamás imaginamos... ¡en los peores programas de televisión! (risas). Las mismas canciones que hacés acá, en el estudio, con diez pesos, suenan a otro nivel, y que Tinelli venda un alfajor con un tema tuyo genera cosas inimaginables. Lamentablemente las personas miran eso, entonces nos sacan más fotos con celulares cuando tocamos, vienen más a saludarnos después del recital. Aunque seguimos siendo independientes, ahora llegamos a más gente.
–Organizamos lo que había. Hay tres o cuatro pilares claros: al principio es más reggaero, después más experimental alrededor de la fusión, y al final hay un par de tracks más electrónicos generados netamente en el estudio. Siempre fue el palo que nos gustó manejar: mucho de reggae, de cumbia y energía de rock.
–Sí. Yo busco ponerle trascendencia al género en la Argentina. Aunque debe haber un montón de otra gente que también lo está haciendo, a mí me interesa que el reggae suene con reminiscencias de sus orígenes, pero con nuestro sabor. Que no sea una copia, y a la vez sea considerado reggae. Creo que hoy el gran desafío del género es trascender al estereotipo, que tenga un sentido y un apoyo artístico más allá de lo que diga el diccionario. Estamos en esa transformación.
–Va a ser más reggaero. Hay un par de temas que rozan con la cumbia electrónica, pero la mayoría de las canciones tienen reminiscencias de riddims clásicos de reggae, sin ser exactamente eso. El tipo de trabajo no es muy distinto al que hago con Los Umbanda. En general, las baterías son programadas, pero emulan analógicas, que es lo que se hace hoy en el reggae. Me gusta jugar con eso. Estuve unos meses produciendo las bases porque me di cuenta de que un buen riddim, en su tempo y con su groove más o menos resuelto, me dispara mucho más para hacer letras y cantar que hacer una canción con la guitarra, como se suele hacer. Latintropiks también tiene eso de trabajar sobre la lírica con un inglés que no existe y hasta con balbuceos. Es conectar con un espíritu muy básico y esencial de la música: todavía no pensé en lo que voy a decir, pero rítmicamente ya voy jugando con las palabras.
–Hace años empecé a definir cosas de una manera más relacionada a un proyecto solista que a un proyecto de banda, pero eso se fue dando en forma natural. Me interesaría poder desarrollar las dos en simultáneo, porque como tengo libertad en ambas cosas y como en general defino yo los discos, no tengo enemigos.
–No, no estoy tan seguro (risas). Hoy los proyectos con tradición de banda parecen estar en extinción, aunque no me alcanzaría la vida para explicar por qué. No quiero sacrificar nada por cuestiones de egos en grupos humanos, así que mientras fluya, estará todo más que bien... si se disolvieron los Redondos, se puede disolver cualquier banda. Además no hay una cuestión económica: Los Umbanda no son un quiosco.
* Los Umbanda tocan este sábado en Tecnópolis.
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