Jueves, 6 de septiembre de 2012 | Hoy
LA DE MORA
“No concebimos que la música sea sólo para los que puedan pagarla”, dirá uno al pasar.
Por Brian Majlin
El disco ha muerto. Eso es lo primero que dicen. Si el ser humano es, en gran parte, su discurso, estos pibes son tajantes. La tienen –¿cómo se dirá para que no suene cliché?– clara. Eso, la tienen clara. Que el disco ha muerto, dicen, y desafían: “Por eso nuestra música se baja en Internet y eso no va a cambiar ni aunque venga la discográfica más grande”. No creen en el arte restringido. “No concebimos que la música sea sólo para los que puedan pagarla”, dirá uno al pasar. El único disco de La De Mora (2º Disco) está disponible en www.lademora.com.ar. Quiénes son estos seis pibes que juntan 400 personas, que hacen rock aún sin saberlo.
Son, entre otras cosas, una banda. Pero son, además, laburantes que se bancan en otros rubros para vivir. Dos ingenieros, uno que deambula en una fábrica de alfajores, otro en una ferretería y un ex futbolista. “Es que el under no te da para vivir”, explican. A ver, repasemos: Pablo Castro (voz) pululaba por los pasillos de la vieja sede de Ciencias Sociales de la UBA cuando le comentó a Coco Pinola (bajo) que quería armar una banda. Coco se postuló para ser el bajista, pero no hubo caso: “El era futbolista y guitarrista, no bajista”, explica Pablo. Coco insistió. Y ganó.
Cada quien andaba en su historia. Tenían, dicen, “proyectos rockeros diversos”. Coco no. El andaba en el fútbol –jugó en All Boys–, pero lo pudrió la podredumbre.
Coco: –Me cansé del manoseo del fútbol y me mudé al rock... que es otro manoseo y te putean un poco menos.
Las risas copan el estudio-hogar en Caballito, donde montaron la sala de ensayo y se equiparon para no depender de nadie. Pablo resume la historia en una búsqueda del rock, ese mito de rebeldía que habían abandonado con el CBC, los laburos y “esas cosas”. La adultez –a veces– se presenta como el muro de contención del rock.
Como sea, volvieron. En 2005 armaron lo suyo. Para 2007 los invitaron los chicos de Las Pastillas del Abuelo y fue el despegue. De tocar para unos amigos a enfrentarse a 1500 desconocidos. En el último recital porteño en el Marquee hubo 400 personas.
Coco: –Nos caracterizamos por contar historias. Nos exorcizamos.
Pablo: –Más allá del contenido de las letras, buscamos hacer lo que nos gusta y ser honestos. Ser masivos y ganar plata es una circunstancia, a nosotros nos interesa ser felices.
–¿Qué es ser honestos?
Coco: –Hacer lo que te gusta, más allá de si eso vende más.
Están en proceso de grabación del próximo EP, con pocos temas. Es lo que se viene, dirán, ante la muerte del disco. El laburo es arduo: tenían más de 30 temas inéditos para elegir. Los produce el ex Arbol Edu Schmidt.
Mariano Ayesa (guitarra): –Si querés tocar por gusto, tocá lo que te gusta, si no, andá a vivir de otra cosa que se vive mejor. La cultura del disco murió y hoy en día se apunta a cortar tickets. Es un retorno a las épocas anteriores al disco. De músicos tocando en vivo para ganarse el mango.
Coco: –Los recitales cambiaron. Es una generación más inofensiva y que baila más. Que busca más fiesta que antes. Que dejó la pirotecnia por los globos.
–También se ven muchas bandas de 400 seguidores, pero pocas perduran y crecen...
Pablo: –No necesitamos más que eso, mientras laburemos de otra cosa.
Mariano: –Es resultado de Internet también. El público tiene muchas más ofertas.
–¿Y cómo afectó Cromañón?
Damián Fernández (guitarra): –Y... tampoco hay espacios mucho más grandes. O saltás de 400 a 1500. Antes tocábamos en lugares con cuatro cajones de cerveza que sostenían un escenario. Ahora es más sano, pero la posibilidad para las bandas intermedias se acabó.
–¿Y cómo se da el salto?
Daniel Cerrato (teclados): –No sé, pero sabemos que cuando pasa, es abrumador. No hay de 400 a 600, hay de 400 a 2000.
Coco: –Cuando escribís pensando en el hit, estás en el horno. Es antinatural. Si no, dedicate a hacer jingles.
* La De Mora toca el 29 de septiembre en La Macarena (Sarmiento 1037, Rosario).
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