CAFé TACVBA PRESENTA EL OBJETO ANTES LLAMADO DISCO EN EL MOVISTAR FREE MUSIC
La banda mexicana viene a Buenos Aires a participar de un festival a favor de un ecosistema sustentable, y sigue demostrando que mantiene intacta esa facultad de asombrar. Pronto saldrá ese disco de título buñuelesco en el que el grupo sacó la consola del estudio hace poquito.
› Por Yumber Vera Rojas
Adiós, mundo cruel. A manera de despedida, Carlos Monsiváis, antes de que se descubriera la existencia de un antiguo Calendario maya que descarta el fin del mundo, coloreó con glamour la grisácea distopía ballardeana para describir el Armagedón a la mexicana. En Apocalipstick (2009), la última colección de crónicas de uno de los ensayistas insignia de la lengua española, no hay olas gigantes, comunidades after punk, meteoritos devastando la plaza de la Constitución, ni simios inteligentes gobernando en el Palacio Nacional, sino impunidad, capitalismo salvaje, desigualdad social, marchas, plantones electorales y protestas callejeras.
La comedia del horror. Cuando el escritor defeño, quien a los 28 años publicó su autobiografía con la mezquina intención de hacerse ver como una mezcla de Albert Camus y Ringo Starr, salió a defender este trabajo, presentado en la Feria del Libro de Guadalajara meses más tarde al lado de Chavela Vargas y Carlos Fuentes, otras dos figuras universales de la cultura de la nación norteamericana, que desde esta temporada le hacen compañía en el remoto más allá, le preguntaron en una entrevista la receta para no malograr su capacidad de asombro. A lo que el intelectual, velado en 2010 con la bandera LGBT sobre su ataúd, contestó: “El que la pierda, desiste de su contemplación de la realidad, o algo parecido, tal vez menos retórico, pero no menos intenso”.
A un lustro de la aparición del álbum Sino, Café Tacvba sigue demostrando que mantiene intacta esa facultad de asombrar y sentirse deslumbrado. La agrupación mexicana pondrá a la venta próximamente El objeto antes llamado disco, trabajo de título buñuelesco en el que el grupo sacó la consola del estudio para instalarla en locaciones en las que pudo compartir con un privilegiado séquito de fans, periodistas y artífices de la industria musical el registro de las 10 canciones de su séptimo larga duración. De este lado del camino es el sencillo con el que los de Ciudad Satélite develaron al gran público esta realización, que insinúa una vuelta hacia el mestizaje sonoro de sus orígenes, aunque sin ningún tipo de deseo revisionista, de la mano además de su productor de cabecera, Gustavo Santaolalla. Tras la obertura del inusual proceso de grabación en Samsung Studio de Buenos Aires, repetida posteriormente en Santiago de Chile, Ciudad de México y Los Angeles, la banda más importante del rock latinoamericano regresa esta semana a la capital argentina para presentar su nuevo repertorio en el mismo lugar en el que, hace apenas unos días, Sri Sri Ravi Shankar certificó el apogeo de la espiritualidad fast food. “Saludos desde Chicago”, expresa Joselo Rangel, guitarrista del cuarteto, en la otra punta de la línea, al NO, durante una gira por los Estados Unidos.
–Resultó muy buena la idea del grupo de grabar de una manera diferente, con un público que estuviera poniendo energía, y que en cada sesión rotara, en vez de encerrarnos en un estudio, pues funcionó lo que queríamos, que era liberar a las canciones del encierro, de que nada más nosotros las conociéramos. Cuando terminamos el segundo disco, fue la primera vez que no le mostramos los temas a nadie. Me parece que es lo que le sucede a cualquier banda que inicia un contrato discográfico, y que empieza a estar en esa dinámica de internarse, componer, plasmar y luego salir a tocar. Aquí rompimos ese círculo, nos sentimos más ligeros.
–A lo mejor ahora se hace mucho hincapié en eso porque la gente vio las grabaciones de los discos desde afuera, pero, en realidad, el trabajo siempre giró en torno a nosotros cuatro. Por los menos en la etapa más primitiva del proceso, la de composición y arreglo. Así lo decidimos. No está ni el productor, ni siquiera un roadie (plomo). No hay nadie. Si alguien escucha algo fue porque se filtró a través de las paredes o de las ventanas. Dependiendo del proyecto, esto cambia. Si necesitamos invitar a un artista, lo hacemos luego. No es que hayamos echado a los músicos que nos han acompañado a lo largo del tiempo. Justamente aquí, al lado mío, se encuentra Luis Ledezma, “El Children”, que ha sido nuestro baterista en estos últimos 10 años. Cuando tocamos en vivo el primer sencillo del álbum, De este lado del camino, él se encarga de la caja de ritmos, pues hay ciertas ideas para complementar este tema.
–No me acordaba de la fecha exacta en la que salió ese disco, ni de que se cumplían 20 años. Si bien lo que dices es cierto, periodistas o fans se dan más cuenta de eso. O al menos es lo que siento, porque ninguno de nosotros hizo comentario alguno acerca de las similitudes entre nuestro primer álbum y el nuevo. Cuando Gustavo Santaolalla escuchó las canciones, nos dijo que sentía la frescura en las composiciones. Mostrárselas nosotros cuatro e incluir la caja de ritmos fue algo que le recordó también el debut del grupo. Sin embargo, lo hicimos sin pensar en eso. Tomamos los temas, trabajamos en ellos, y nos metimos de lleno a darle forma, a veces concentrándonos en crear algo diferente, y en otras ocasiones haciéndolo y nada más. Siempre vivimos el presente, e intentamos concebir una producción que represente el momento en el que estamos. Creo que se debe haber cumplido un ciclo que se conecta con la producción con la que nos estrenamos. Pero son cosas que se notan más desde afuera que desde adentro.
–Es un cuento de ciencia ficción que tiene elementos mexicanos. Trata acerca de un zopilote, ave de carroña muy parecida al buitre, que descubre un ovni que chocó contra una sierra. Luego de que Rubén, el vocalista del grupo, tomó la canción, la transformó en algo más místico de lo que realmente es. Y eso es lo maravilloso de la banda en la que estoy, que un tema mío pueda sumar significados.
–Nos hemos dado cuenta de que la única forma de mostrar lo que somos, mexicanos, latinoamericanos, humanos, es hacer las cosas sin pensarlas mucho, dejando que fluyan naturalmente. La tradición es un rasgo inminente en nosotros, y la usamos a nuestro favor. Cuando comenzamos, queríamos copiar a The Smiths, a The Cure o sonar como Love and Rockets, pero nos dimos cuenta de que eso nunca iba a pasar, aunque lo intentáramos. Entonces decidimos sacar provecho de ello, e hicimos lo que nos salía.
–Es muy interesante esto que me dices porque cuando Caifanes apareció en la escena de mi país, lo más vernáculo que tenía era el nombre. Yo sentía, aunque me gustaba mucho, que trataba de copiar a The Cure o que se estaba tras la búsqueda de un sonido gótico u oscuro. Y con el tiempo, junto con la información que me llegaba de afuera, comprendí que cuando cualquier artista local quiere hacer una cosa, al final le termina saliendo muy mexicana. Posiblemente es una maldición para muchos, pero yo lo veo como una virtud. Todo lo que ofrecemos, lo llenamos con nuestro sabor y raíz. Es cierto que algunos grupos nuevos no tienen esa idea del mestizaje, no la asumen como tal, hacen su música y de repente se cuela. Pienso ahorita en Hello Seahorse!, al que le está yendo muy bien, y no sale hablando sobre esto. No obstante, la última vez que los vi en vivo, me di cuenta de que hay una fusión en sus canciones que sólo puede hacerse en México, y de la que quizá ni ellos mismos se percatan. Mientras que en 3Ball MTY o el Instituto Mexicano del Sonido es más patente. Algo se coló, digamos que histriónico, y apareció esto.
–No la buscamos, sólo la encontramos. Ya no es una preocupación primordial. Si no sale, no hay problema. En este momento no queremos forzar nada. Dejamos que surja. Este nuevo disco tiene más corazón que cabeza. Hay una canción nueva que se llama Olita de mar, que se mueve en una onda andina, y en la que no hacemos ninguna referencia musical a México. Ahí podría decirte que practicamos el mestizaje, al igual que en El zopilote, pues sus seis octavos los llevan para allá. No hay ninguna cumbia, aunque seguro algún extranjero nos podría decir que existe. El actual repertorio está muy relacionado con el del principio. Pero no lo pensamos. Si queremos hacer más rock, lo haremos. Y si se cuela el mestizaje, bienvenido sea. Llevamos juntos mucho tiempo porque nos dimos cuenta de que lo que hacemos en equipo resulta muy valioso. Nos gusta lo que creamos, así que tratamos por todos los medios de no ensuciar nuestra relación. Hay un gran respeto entre nosotros y, especialmente, admiración por la obra del otro.
–Los tiempos están cambiando, eso es innegable. Café Tacvba va caminando paso a paso y, conforme las oportunidades o las circunstancias lo permiten, nos movemos hacia distintos rumbos. Ahora hay un clima en el que la independencia se ve posible. Pero es prematuro hablar de ello, y más cuando este nuevo disco sale por un sello multinacional. Vivimos el presente, quién sabe lo que nos deparará el futuro.
Luego de que fueran vilipendiados por representantes del partido PRI, tras una presentación de Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México, al señalar que los abucheos y consignas que recibió el entonces candidato (hoy presidente electo) provinieron de un grupo de jóvenes intolerantes que no representaban a la comunidad universitaria, los estudiantes de esa nación, en mayo pasado, salieron a las calles a protestar masivamente. Esta movilización, por sus semejanzas con las revueltas árabes, los indignados europeos y los okupas de Wall Street, fue bautizada por la prensa internacional con el nombre de la “primavera mexicana”. Guiada por el colectivo #YoSoy132, apoyada por músicos locales de la talla de Camilo Lara (Instituto Mexicano del Sonido), Zoé y Natalia Lafourcade, y bajo el lema de “Si no ardemos juntos, ¿quien iluminará esta oscuridad”, esta insurrección hashtag les dio un giro a los últimos comicios presidenciales al incentivar a la sociedad civil a que reportara cualquier indicio de delito electoral cometido en su centro de votación. Al tiempo que desnudó los fallos de un sistema en el que la opinión pública es manipulada. Desde la insubordinación del Ejército Zapatista, en 1994, no se veía un despertar similar en un país sitiado por problemas tan ancestrales como la propia República, de los que la violencia y la corrupción realzan por su aguda embestida.
–Reflejamos el momento que estamos viviendo, aunque nuestro discurso no es tan obvio. No es como tomar el periódico y leer las noticias. La forma en que siempre lo manejamos es que en vez de partir de la sociedad, lo hacemos desde el individuo. Es una consigna que seguimos en el grupo. Tenemos visiones sociales e ideológicas de todo tipo, pero juntos resolvemos la música que queremos mostrar. Ese es el mensaje que damos. Somos una agrupación que tiene 23 años junta, así que eso es un ejemplo de política bien llevada. Creo, y esto lo digo de manera personal, que es lo que debería ser México: poder reunir perspectivas distintas en un solo proyecto, en una misma dirección.
–Cada uno de nosotros resuelve de manera personal su relación con su entorno, con el medio ambiente. Yo resido a una hora de Ciudad de México, en Tepoztlán, en una casa autosustentable, con energía solar y recolecto el agua de lluvia. Mis compañeros, que viven en el DF, usan mucho la bicicleta para moverse. Hay que buscar formas de aliviar el daño que hicimos, aunque sea poco. Algo cambiará a mediano o largo plazo. Sería ideal que todos contribuyéramos en ello.
–La primera vez que fuimos, en 1993, nos presentamos en una fiesta que patrocinaba una marca de tequila. Fue en la época de nuestro disco debut. Nos pusimos muy borrachos, pues había mucha bebida, y estábamos lejos de casa. Todo ha cambiado desde aquella época. Lo que más nos impresionó de la Buenos Aires de ese entonces era que los grupos empezaban a tocar a las 2 de la mañana, ¡a veces hasta las 3 o 4! Para los estándares de México, eso era demasiado tarde.
* Café Tacvba actuará hoy en Córdoba, en la Plaza de la Música (La Rioja 1150), a las 21. El sábado se presentará en Buenos Aires, junto a José González, Carlinhos Brown y Onda Vaga, en el Movistar Free Music, en el Parque del Planetario (Av. Casares y Av. Sarmiento), a partir de las 16. Y el domingo cerrará su mini gira por Argentina en La Plata, en La Trastienda (Calle 51 Nº 535), a las 21.e
A lo largo de su trayectoria, los tacvbos han desplegado un sinnúmero de proyectos paralelos al grupo. No obstante, los de José Alfredo Rangel, “Joselo”, se distinguen por haberse desarrollado en diferentes ámbitos. Oriundo de Minatitlán, urbe situada en el estado de Veracruz en la que se encuentra la mayor refinería de la petrolera estatal mexicana (donde trabajaba su padre), el guitarrista conoció a Rubén Albarrán mientras estudiaba diseño industrial en el Universidad Autónoma Metropolitana, a donde ingresó tras mudarse con su familia a Ciudad Satélite, lo que originó la creación del grupo en 1989.
Al tiempo que el combinado se tomaba un año sabático en 2001, el igualmente compositor (entre sus tantas canciones destacan dos temas a cuatro manos con el Premio Herralde 2004, el periodista defeño Juan Villoro) se convirtió en el primero de los integrantes del conjunto en lanzar su disco debut en solitario, Oso, en 2002 (con edición en la Argentina), que produjo el vocalista hoy llamado El Zopilote, al que le siguió Lejos, publicado 2005 y que contó con la supervisión artística de Alvaro Henríquez de los chilenos Los Tres (las tapas de ambos títulos fueron diseñadas por su hermano Quique). Después de componer Mi principio, sencillo para la película Quemar las naves, al lado de Julieta Venegas, en 2008, Oso, como también se le suele llamar, musicalizó en 2011 la banda de sonido de la cinta Suave patria. Aparte ha sido productor de agrupaciones noveles de su país, de la que resaltan los poblanos Renoh; desde un lustro se destaca en el rol de columnista semanal del diario Excélsior, en 2011 presentó su libro Crónickas marcianas y es académico en la Universidad Libre de Música.
“De las personas que integran mi círculo de amistades, mi hermano es el que más se acerca a la literatura. Si no compartiéramos un grupo, diría que ésa es su pasión y no la música. Es una persona metódica que se aproxima a muchas disciplinas, siempre a través de la lectura. Aunque no necesariamente lleva a buen fin estos intereses, lo cual no sé si es por una cuestión de falta de constancia o de desgano”, describe Quique Rangel sobre su deudo. “Si bien, por supuesto, es un entusiasta de la música, creo que es mejor escucha que lo que él supone que es como ejecutante. De hecho, su mayor fuerte es la creación de canciones, rasgo que además ha explotado. Al momento de aproximarse a la interpretación musical, aplica la ley del mínimo esfuerzo. O como diría Alvaro Henríquez, vocalista y guitarrista de Los Tres, en cuanto a su estilo: ‘Es el más económico y efectivo que hay’.” Asimismo, el bajista del cuarteto mexicano comparte con el NO una intimidad: “Dado que es mayor que yo, Joselo descubrió muchos intereses antes. No obstante, el del dibujo y las artes visuales fueron míos. El se encontró primero con el rock, y eligió la guitarra. Poco después también me acerqué a ésta, y en una época nos juntábamos los dos para tocar, aprender y sacar temas. Sin embargo, me di cuenta de que no quería competir con él en ese aspecto en particular. Entonces descubrí que el bajo era un instrumento que ofrecía grandes posibilidades artísticas, y con el que había menos rivalidad. No conocía a nadie que quisiera tocarlo. Así que eso me definió”.
Si bien las 10 canciones que dan vida a El objeto antes llamado disco están firmadas por los cuatro integrantes de Café Tacvba, dos de ellas no cuentan con el liderazgo vocal de Albarrán. Se trata del popero Aprovéchate, cantada por Emmanuel del Real, y de Espuma, cumbia que al mismo tiempo no lo es, interpretada por Joselo. Este suplemento asistió el pasado lunes a la escucha del séptimo álbum de la agrupación, que verá la luz el próximo 23 de octubre, en compañía de sus creadores, ya despojados de los nervios que evidenciaron durante la hechura en Buenos Aires. Aunque el repertorio, que tiene en el ¿melancólico? ¿minimalista? ¿oscuro? De este lado del camino (título rutero que al momento de googlearlo salta junto A este lado del camino de Fito Páez, ¡atenti!) a su primer caballito de batalla, respeta el orden de la grabación, en esta nueva pasada las canciones brindan una sensación diferente a la que dejaron inicialmente. Ciertamente recrean ese universo mestizo de sus dos primeros trabajos, aunadas incluso a la zarpada impronta electrónica del doble Revés/Yo soy. No obstante, ahora esa intención ha sido trasladada a un sonido más contemporáneo y global, en consonancia con, ponele, el folk digital de Animal Collective, y en el que la tradición sonora deja de exponerse como la tan obvia pieza exótica de feria para turistas gringos. Es al menos la estela que deja el espiral de texturas de Pájaros, la tribalidad de Olita de mar y la experimentalidad melódica de Andamios. Arquetipo de estos tiempos modernos en América latina.
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