Jueves, 27 de septiembre de 2012 | Hoy
ESTA NOTA ES CULPA DE MARAVILLA MARTíNEZ
El rock y el boxeo han tenido sus cross a la mandíbula. Historias de cuando el rock se sube a las tablas y se baja con un golpe debajo del pantalón. Juanse, Aquiles Cristiani, Hugo Lobos y el box como musa inspiradora. Eso sí, hay algo seguro: con guantes no se puede tocar.
“El boxeo es siempre un estudio en carácter y disciplina. Se trata de la cantidad de inteligencia y de restricción que entran en él. Los mejores pesos pesados han pasado por el infierno, literalmente.” Tres frases seleccionadas y unificadas del brillante autor estadounidense Norman Mailer, presentes en El gran vacío (el libro de conversaciones entre él y su hijo John Buffalo, disponible a menos de lo que sale un alto guiso en las mesas de saldo de las librerías de avenida Corrientes) que dejan ver que el boxeo es más que una demostración de fuerza física, la expresión sintomática de sociedades cada vez más violentas o un campo donde prima el más fuerte y duro. Hacer guantes (o “guantear”, como dicen los que pisaron alguna vez un ring) es disponerse a ser molido a palos por el otro, pero también por uno mismo; es entregarse al hecho de que uno nunca es el mejor, porque siempre hay uno más fuerte y duro. Incluso cuando no lo hay, siempre se puede ser mejor de lo que se es, en el boxeo o en lo que fuere. Cuando entrena sus movimientos frente a un espejo, el boxeador busca no ser como su reflejo, sino mejor. Es una sencilla imagen, bastante poética, que define dónde está la nobleza de este deporte que es practicado cada vez por mayor cantidad de jóvenes. Los gimnasios de los clubes Atlanta y Almagro, sobre todo, reciben cada vez a más adolescentes en plan de súper acción y superación. Y el resonante triunfo reciente de Maravilla Martínez ante el mexicano Julio César Chávez Jr., por el título en peso medio del Consejo Mundial de Box, promete sumar aún más.
Una de las primeras necesidades al hablar de boxeo es distanciar su foco del de la violencia en sí. La boxeadora y el boxeador no son necesariamente personas que han llegado a domesticar la suya, aunque existan los casos (Mike Tyson). El boxeo no trata sobre la fuerza sino, por el contrario de lo que se cree, sobre la capacidad de paz interior: el más kapanga de los peleadores callejeros sería vencido fácilmente por el peor pugilista amateur disciplinado. Dice Mailer, que también practicó box: “La primera vez que te pegan con la fuerza suficiente como para tener miedo de tu oponente, las regiones periféricas de tu ego ya no sirven. ¿Qué sentido tiene decirte ‘soy el mejor bailarín de la ciudad’ o ‘el mejor semental’? Eso no sirve cuando te pegan en la trompa. Ser macho no es divertido, porque los hombres machos se condenan a vivir por sus triunfos y a sufrir por sus humillaciones”.
Sostenerse en el boxeo es tener que seguir de pie aunque te estén demoliendo. Implica un ejercicio de destreza, de concentración y, sobre todo, de coordinación. “Me parece que por eso la música está muy relacionada al boxeo: hay que aprender, conocer cosas nuevas, progresar y superarse, enfrentar problemas y compartir con otras personas”, decía Hugo Lobo, hace algunos días, en Páginal12. El trompetista de Dancing Mood aseguraba en una entrevista para la sección Cultura & Espectáculos que para él entra en la lógica de “mente sana, cuerpo sano, música sana”. Lo decía un cuarto de hora después de haber acabado el entrenamiento diario de dos horas que realiza hace años en este deporte, en el gimnasio de Atlanta, rebautizado como el último disco de Dancing, Non Stop.
Lobo aclaró, eso sí, que en el mundo del box, la cumbia es una banda de sonido mucho más real que el rock. Damas Gratis tuvo un piñazo de hit con El boxeador, que intentó replicar el grupo Re Piola, y uno de los temas elegidos por Yamil Peralta, el púgil argentino que fue a los Juegos Olímpicos, para la larga caminata hasta el cuadrilátero (ver aparte). Y el astro Rodrigo, en su llegada al Luna Park, se presentó caracterizado como un guanteador cuartetero. El templo del box se convirtió en un escenario ejemplar para el rock mainstream. El estadio de Corrientes y Bouchard seduce a músicos de cualquier peso y categoría: cuando Andrés Calamaro cerró allí la gira de Alta suciedad, decidió llamar a esos shows último round. Fue en 1998, cuando andaba peleándole el cinturón a otros pesos pesados, como Charly García, y dedicándole aquellos versos: “el campeón tiene miedo / tiene miedo de pegar / no se quiere romper las manos / porque tiene que pelear”.
Pero no se trata sólo de la verba picante previa a cualquier velada. Existen músicos del palo que, como Lobo, se han quitado los guantes para manipular una trompeta, tocar los teclados o puntear una viola, o viceversa. Aquiles Cristiani, tecladista ligado a Daniel Melero, escritor de la nueva camada y peso supergallo, entrenaba en el Gimnasio Ringo Bonavena del club Huracán junto a pibes de villas cercanas, gente de la barrabrava del Globo y profesionales como Patón Basile. Tuvo que dejarlo por la intensidad y agresividad que le exigía. “Estás muy al mango. Al menos en mi caso fue así, pasé de ser una larva a alguien que podía pegar. Suena el timbre, tenés alguien enfrente que te la viene a dar y tenés que hacer algo: eso es interesante, tus sentidos están avivados, igual es raro desear que alguien te pegue en la cabeza”, confiesa.
Otro fue el caso de Juanse. Cuando adolescente, el ex ratón paranoico practicó boxeo durante años, en simultáneo a su práctica de rugby. “Nicolino Locche fue un ídolo”, califica. “Hice boxeo cuando era pendejo, pero ya no estoy para eso”, admite. Y hay algunas razones claras: el boxeo es, básicamente, un deporte joven. Tyson fue campeón de peso pesado a los 20 años; Holyfield brilló en los Juegos Olímpicos de Los Angeles, a los 22, y Alí ganó una medalla dorada con 18, antes de convertirse en campeón mundial veinteañero. Joe Frazier también tuvo su medalla olímpica de oro con apenas 20 años y su cinturón antes de los 25... y así.
Además de los de Juanse o Hugo Lobo, el rock & box local tiene unos cuantos capítulos escritos. El Mosca de 2 Minutos es otro amante de este deporte. “Desde chiquito que me gusta el boxeo. Pasamos noches en mi casa frente al televisor mirando peleas, con puchos, pizzas y cervezas de por medio. Me gustan los boxeadores ‘hiteros’. Yo les digo así a los que son carismáticos y mueven mucha gente como Mike Tyson y Oscar de la Hoya”, contó alguna vez el autor de Piñas van, piñas vienen. Además de esa canción de la banda punk de Valentín Alsina, aparecen otros textos pugilísticos en el cancionero local: Como Alí (Los Piojos), Lou Bizarro 10’ (Andrés Calamaro), El boxeador (MAD), Lord of the Rings (Mike Tyson) (Lethal), Aguante Bonavena (Almafuerte) y De la Hoya (Estelares). Pero indudablemente, el primer escalón de este ascenso del rock al ring lo construyó León Gieco, con su hit inoxidable Cachito, campeón de Corrientes, que desata verdaderos desquicios en vivo.
Uno de los hechos más recientes y resonantes del rock & box local fue Ringo, de Massacre, un disco con unos cuantos puntos de contacto con Bonavena, el púgil argentino que además de grabar un disco inédito con el ex Manal Alejandro Medina, justamente peleó con Muhammad Alí, cuando el negro todavía era conocido como Cassius Clay (por cierto, el compañero del NO Javier Aguirre también se ocupó de Alí en Los grandes del cine, la canción de su último disco, Cancha rayada). En su último álbum, el grupo que comanda Walas presentó canciones como La virgen del knock out o enfrentamientos clase B como el de El Robot vs. la Momia Azteca. “Ringo es un ícono porteño y nuestro disco es sobre Buenos Aires. Además, en su figura veo mucho de la dinámica de Massacre. Tenemos esos ingredientes por fuera del rock que él tenía por fuera del boxeo”, explicaba Walas en el NO al momento de la edición de ese disco. Elementos como la ironía, el humor y la irreverencia.
Por otra parte, la estética del boxeo ha sido tomada para varios videoclips y artes de tapa argentinos. Uno de los discos del álbum triple Non Stop, de Dancing Mood, presenta un guante encajando en el rostro de un anónimo como tapa. Calamaro se produjo como púgil para la tapa del simple de Lou Bizarro 10, lo que en el rock internacional también hicieron David Bowie (Let’s Dance) y The Pogues (Peace & Love). Los Pericos pusieron al Karateka Medina como protagonista del clip de Sin cadenas, Coggi Jr. apareció en el cover de Manuel Santillán, El León (de Los Fabulosos Cadillacs por Catupecu Machu) y el propio Vicentico usó guantes en el video de Algo contigo.
Aunque con guantes no se pueda tocar bien la guitarra (una proeza que, en todo caso, habría que dejarle a Ricardo Mollo), en el rock internacional la relación ha despuntado un knockeador volumen de canciones de Bee Gees (Saved by the Bell), Elvis Costello (TKO), Everything But The Girl (Boxing and Pop Music), Simon and Garfunkel (The Boxer), Morrissey (Boxers), Bob Dylan (The Hurricane), Bruce Springsteen (The Hitter), Ben Folds (Boxing) y Kaiser Chiefs (Boxing Champ). Incluso ha habido curiosos crossovers, con un pico de resonancia en los primeros ‘70, cuando Elvis ofició de presentador de una pelea de Alí (1973), que luego subió al escenario en medio de la gira Rolling Thunder Revue de Dylan (1975). En cuanto a giras, Guns’N Roses hizo entre 1991 y 1992 su tour Get in the Ring Motherfucker. Y el ex Pantera Phil Anselmo fue un paso más allá, no sólo compuso Mouth for War pensando en James Toney, sino que tuvo su columna en la publicación Boxing Insider y en su última visita a nuestro país, se declaró metálico fan de Maravilla Martínez.
También están los que se bajaron del cuadrilátero para subir a los escenarios. El mítico Joe Frazier tuvo su intento, también, como cantante del grupo Smokin’ Joe and The Knockouts, que no duró ni un round. Joe Louis sí pudo construir una carrera musical, a caballito del “éxito” You Can Run but You Can’t Hide, dedicada a su oponente Billy Conn. En viceversa, antes de ocuparse del rock, Bo Diddley fue una joven promesa del box amateur; el capo de Motown, Berry Gordy, peleó quince combates de peso mosca profesionalmente; Marvin Gaye, antes de componer What’s Going On, intentó con el fútbol y el boxeo. También James Brown (tres peleas triunfales) y Lee Scratch Perry se calzaron los guantes. En tanto que el boxeador argentino Sergio Víctor Palma grabó un simple y Ringo Bonavena se dio el gusto de editar un disco a mediados de los ‘60 con Los Shakers como banda; algo que Oscar de la Hoya haría décadas después, a través de un contrato con el sello EMI.
Pero si existe un boxeador rockstar, es el estadounidense (¿Pink) Floyd Mayweather Jr., que tiene siete títulos internacionales, más de 200 millones de dólares en ganancias y más de 2,6 millones de seguidores en Twitter. Considerado el mejor boxeador de su generación (tiene 35), Mayweather Jr. es amigo de 50 Cent y estrella de clubes de Hollywood, Las Vegas, Atlanta, Londres y South Beach, a la manera del rocker de antaño. Y también está el caso del box-rapero: Roy Jones Jr., “luchador de la década” de los ‘90, según la Asociación de Escritores de Boxeo de América, lleva adelante desde 2001 una carrera como enérgico MC, con la que subió su record de 64 peleas, 56 ganadas, 40 KO.
En cierta ocasión, unos científicos estadounidenses analizaron cuál era la película más triste de la historia por sus efectos en los espectadores. Llegaron a la conclusión de que El campeón (sobre un boxeador alcohólico a cargo de su hijo) ganaba por KO. Véanla y digan si aguantan tantos golpes bajos emocionales. La relación entre el cine y el boxeo ha sido fructífera en todas partes. Por estos pagos, le ha sacado provecho la notable Gatica, el mono y la más reciente La pelea de mi vida. El proyecto de biopic sobre Ringo Bonavena (que le requirió al actor Rodrigo de la Serna subir más de 20 kilogramos para dar en la talla) quedó lamentablemente sólo en una idea. Pero el actor pudo sacarse la espina de mostrar que rendía en la serie Contra las cuerdas. La pantalla chica tendrá un round más para que el campeón reclame lo suyo. A los golpes, claro, sea el Guevarita de Campeones o el Ringo de la contemporánea Sos mi hombre. El envío actual de Polka, además de los trazos gruesos de “sangre, sudor y lágrimas”, pone en escena también el boxeo femenino (con Jimena Barón), la figura de un guachín (Abel Ayala) que para hacerse valer tiene sus puños y al amigo del campeón (el tremendo papel de Esteban Lamothe).
“Cuando un actor debe caracterizar a un boxeador, con actuar de ser humano le basta y sobra”, escribe Sergio Víctor Palma en el prólogo de 12 Rounds / Cuentos de boxeo, una obra de reciente llegada a las librerías que es un muestrario del indestructible interés que el “Noble arte” despierta en las letras y la ficción mediática. El libro reúne la misma cantidad de relatos (entre mitos conocidos, historias grotescas, chicas que boxean, sueños de levantar el cinturón) que vueltas de una pelea principal. Doce rounds como los del combate de Maravilla y Chávez Jr. ocurrido el 15 de septiembre en Las Vegas. En la procesión hasta el ring, Maravilla Martínez lanzaba ganchos, sonreía, gritaba “¡Duro!”, demostrando saberse entera la letra de Los de atrás vienen conmigo de Calle 13. No fue una mala elección. No sólo por ese ritmo y ese fraseo que inflan el ego, sino por una terrible verdad. El aliento puede venir de cualquier rincón del estadio, pero el que sube al ring siempre lo hace solo.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.