ENTREVISTA A YAMIL PERALTA, BOXEADOR OLIMPICO Y MEDALLISTA EN LOS PANAMERICANOS
Cuando a fines de los ’80 el sociólogo Loïc Wacquant investigó el mundo del boxeo en un gimnasio del gueto negro de Chicago, se dio cuenta de que, para hacerlo bien, debía entrenar a la par del resto y subirse a un ring. Se cebó tanto que pensó en abandonar la academia para dedicarse al deporte. El resultado fue Entre las cuerdas, un libro imprescindible para quien quiera conocer la dinámica y el espíritu de los que golpean y reciben “el picor en la nariz”, “las luces en la cabeza”, “el sabor de la propia sangre”, palabras del francés. Wacquant dice que hay tres mandamientos para todo boxeador. Uno, “no consumir alimentos prohibidos”. Dos, “reducirás al mínimo el círculo de personas con las que tratas”. Tres, “no cometerás intercambio sexual semanas antes del combate”. Cuando se le pregunta a Yamil Peralta si esas reglas no son demasiado para un deportista de 21 años, sonríe y lanza: “Ya me viste, ahora estoy de vacaciones, y venía medio secuestro en el poncho ése”. Minutos antes, el joven pugilista que logró captar la atención por sus dos peleas en los Juegos Olímpicos recorría las calles de Del Viso con su grupo de amigos en un Renault 12 destartalado. El secuestro al que refiere era, en verdad, traer un plasma desde un outlet para jugar a la PlayStation.
Peralta se define como “inteligente y frío” y sueña con que su “derecha en punta y el cross de izquierda” lo consagren campeón. Empezó a los 14 años. Un tío que vivía en Caseros lo llevó a la casa de Pepe Balbi. El ex campeón mundial le mostró sus premios y Yamil lo supo: “Yo quiero ése, le dije, el cinturón de campeón”. Balbi le presentó a quien es su entrenador hasta el presente, Mario Tedesco. Llegaron las primeras diez peleas –todas ganadas–, los campeonatos argentinos, y el púgil promesa viajó a Cuba con Los Buitres, el seleccionado de box nacional. “Ahí cobré bien”, recuerda.
Siguieron más torneos por Europa y toda América, una medalla de bronce en los Panamericanos de Guadalajara, hasta que finalmente llegó la cita de Londres, “la mejor experiencia de todas”. Peralta se preparó en Irlanda para los combates. “Pasé mi cumpleaños cagándome a piñas, festejé con una torta y una coca”, repasa. La primera pelea se la ganó a un argelino –el número 4 del mundo–, sorprendiendo a todos los que sentaron a verlo frente al televisor y, en particular, a Walter Nelson, que pronunció la palabra “madurez” cada vez que pudo. La siguiente fue contra el búlgaro Tervel Pulev. “Dicen que la gané, que no gané, la cosa es que los jueces me la dieron perdida. Ahora es a seguir entrenando y a buscar la revancha”, expresa. Peralta finalmente no se habrá traído una medalla, pero sí un diploma y las felicitaciones de Del Potro y Ginóbili.
Y también, claro, las anécdotas: colarse para ver al Dream Team estadounidense e impactar con su metro noventa y porte ciento por ciento conurbano a Serena Williams. “La mina me tocaba el pecho, yo no sabía que quería, hasta que me di cuenta de que quería intercambiar un prendedor”, cuenta el pícaro. Al llegar al barrio, lo pasearon en coche bomba. “Alta vergüenza –dice–, ni que hubiera traído el Oro.” Por estos días volverá al Cenard para entrenarse a fondo. Se vienen las contiendas junto a la Liga Argentina en Europa y el Luna Park. Serán las primeras “sin cabezal y guantes más chicos”, y ya sabe que volverá a cruzarse con quien le quitó la posibilidad de medalla en Londres. “Al pancho ése lo tengo entre ojo y ojo –asegura–, si tengo que subir o bajar de peso lo voy a hacer, sé que puedo ser semipesado o pesado, por eso soy más rápido que el resto.”
–De Tyson lo agresivo, de Alí los movimientos de piernas, de Maravilla Martínez su cabeza, como piensa. Su pelea fue muy buena, Chávez Jr. no lo encontró nunca, salvo cuando tiró ese zapallazo al final. De todos podés implementar cosas, algunas pilladas, lo importante es que lo que tomés le sirva a tu propio estilo: me gusta imponerme.
–Todavía no. En el programa Golpe a golpe (TyC Sports) le pidieron a la gente que lo hiciera. “El podrido” era el peor de todos. “Picante” o “La Roca” Peralta me gustaron, estaban bien.
–Las dos cosas. Te tiene que gustar, hay que ser un poco calentón y saber aprender. Yo voy pelea a pelea.
–Porque son todos viejos, les quiero ganar a todos los amateurs y luego a los profesionales. Desde que empecé no paré. Y no voy a hacerlo.
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