ESTEBAN INSINGER LE MOJA LA OREJA AL LIBRO GUINNESS
El músico se levanta todos los días y se pone a componer un tema: lo graba, lo masteriza y lo sube a la web. Incluso hoy mismo lo hizo.
› Por Javier Aguirre
Cada persona elige con qué llenar su vida. Esteban Insinger, por caso, cuando despierta, tal vez se lave la cara, acaso lea el diario y quizá tome un café o un mate. Pero lo único seguro es que se sentará al piano a componer, que grabará la flamante composición, que la masterizará y que la subirá a la web. Ha hecho eso todos los días, toooooooooodos los días, incluso hoy mismo, desde hace 1195 amaneceres. De lunes a lunes, en la salud y en la enfermedad, con sol o con alerta meteorológico, él repite su ciclo de la vida musical: componer, grabar y subir el resultado a Internet, en tiempo real. ¿Hazaña, demencia o ambas cosas? ¿Otra atrocidad en nombre del concepto? ¿Un viaje de ida? ¿Vuelve el constant concept? “Es la banda sonora de mi vida, hecha pública”, define Insinger, quien, además, es director de Laptork, una orquesta para laptops.
Los cómputos de su carrera contra el tiempo son inquietantes: lleva 1195 composiciones consecutivas (contando la de hoy), que están disponibles para ser escuchadas en musicaldiario.com.ar y que conforman lo que Insinger llama Diario musical. La proeza tiene su primer “enter” hoy, con la llegada de la presentación en vivo. Aunque no de las 1195 piezas, claro, sino sólo de algunas, en manos de pianistas invitados. Insinger, por su parte, se reserva para sí el estreno en vivo de su composición de hoy jueves, la más calentita. Y mientras prepara el bolsito para ir a tocar, recibe al NO.
–1195 es un número impresionante. ¿Acaso “administrás” o “regulás” las composiciones? O sea, si tenés dos el mismo día, ¿guardás una para mañana?
–¡No, nunca! El proyecto no tendría sentido para mí, perdería intensidad. La adrenalina tiene que existir, va configurando un entorno de presión y desesperación constante, que me enfrenta, me persigue.
–¿Y cómo hacer para que ese proceso de componer, grabar y subir a la web todos los santos días no se te vuelva tan rutinario, como lavarte los dientes?
–Me obligo a experimentar, a hacer algo diferente todos los días, a inventar herramientas para generar una especie de auto-interés. La idea de rutina aparece en el tema de prender los equipos o masterizar, pero con el tiempo se va haciendo invisible. El proceso integral me sigue interesando, me atrae esta especie de tallado temporal, de manejar el tiempo. Es un estado de conciencia similar al trance, que se retroalimenta.
–¿Alguna vez compusiste y grabaste “sin ganas”, sólo por respeto al proyecto?
–Hay ciertas palabras que fui borrando en el transcurrir del proyecto, como “ganas” o “inspiración”. Se fueron enterrando por una cada vez más presente, la acción, que es como una especie de misión, o religión personal. Es un acto infinito: generar músicas sin poder parar. Es una compulsión que me hace escapar de fiestas, cenas y viajes para ponerme a componer. Es algo irracional y un poco destructivo, pero si no lo hiciera, caería en la tragedia y el abandono. A la hora de componer el objetivo es la música, y todo lo demás (la enfermedad, el cansancio, etcétera) pasa a un segundo plano.
–¿Encontrás alguna comparación con la vorágine compositiva que proponía Andrés Calamaro en El Salmón?
–Sí, son obras que cuestionan esta nueva religión que es el mercado, buscan escapar a los formatos establecidos y hacerlo desde una lógica personal y creativa. En mi caso, me impongo el formato de diario musical, pero en sus páginas pueden coexistir todo tipo de lenguajes y duraciones: las piezas podrían durar dos horas, veinticuatro horas o un minuto. Los formatos son como trampas, hacen comprensible la obra, pero a la vez la delimitan. Estos volúmenes de producción demuestran que las posibilidades no han sido agotadas y que ningún formato es “natural”, ni eterno.
* El Diario musical de Esteban Insinger se presenta hoy, jueves 25 de octubre, en el Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, Agüero 1502, desde las 19, con entrada libre. Participan los pianistas Adriana de los Santos, Ulises Conti, Daniel Miraglia, Lorena Torales, Fabio Marota, Alex Elgier, Lola Linares, Carolina Rizzi y Jazmín Tiscornia.
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