UN DEALER CUALQUIERA: AYER, HOY Y ¿MAÑANA?
Porro, merca, pepas... Una dieta saludable y básica para mucha gente. Flagelo social para otros. Negocio rentable para unos pocos. Debajo, la realidad de la calle: alguien que hacía esas movidas, las cuenta. Segunda entrega de la serie.
ENTREVISTA: FEDERICO QUINTERO
FOTOS: NORA LEZANO
Yo antes había vendido
cartón (ácido), pero ya había dejado. Y trabajando en la
maderera conocí al Piru, de Derqui, que ni un diente tiene. El trabajaba
a la vuelta del negocio, era cliente porque hacía el mantenimiento de
un hotel. Y bueno, nos hicimos conocidos. Yo trabajo en la maderera de 8 a 8,
de lunes a sábados. Empezamos a hacer onda con el Piru, y un día
salió el tema del jamonazo (cocaína). El era de Fiorito y conocía
a todos los que tienen la movida, que traían la milonga del norte, desde
Bolivia. Y me conseguía la tiza regalada. Y yo me pasaba el día
tomando. Después también empecé a vender.
El Piru me la bajaba, porque él tenía su historia. Me traía
una tiza, dos tizas. Cada una pesa más o menos 14 gramos, y la traía
regalada. De ahí raspábamos todo lo que queríamos tomar
esa noche y el resto, afuera. El Piru llegó a dejármela a 35 pesos,
porque yo me hice muy amigo del Piru. Hacía la movida adelante mío,
pero él ya no tomaba más, porque tiene un par de nenes. Por eso
me la dejaba a mí. Me la empezó vendiendo a 70, después
a 60, a 40, y después a 35 pesos.
El aparte tiene negocios... Otros negocios que me llegó a proponer a
mí. Una vuelta había que esconder 100 tizas y pagaban... Todo
fue antes de diciembre, porque los precios cambiaron... Pagaban 2 mil pesos
por semana por tener las 100 tizas en tu casa. Calculá que es una re
movida, porque hay una barrida y te siguen del norte. Un alto riesgo. Me la
propuso y en un primer momento la pensé, porque al toque comprás.
Pensé en tirarla en el sótano de mi edificio, qué sé
yo... Pero sabés el olor a merca que deja por todos lados... Si alguien
preguntaba... Qué sé yo... Yo no me hacía cargo. Siempre
pensás en un lugar más o menos en común, no voy a poner
en riesgo a mi familia... Yo vivo con mi vieja y mi viejo, por eso ni pensé
en llevarla al departamento. Esa iba a ser la movida más grande desde
que estábamos en esto, desde marzo del año pasado. Pero me fui
para atrás. Me acuerdo más o menos porque fue una época
en que yo estaba solo, los viernes, los sábados. Ahora, en pareja, no
puedo porque no me dan los tiempos tampoco. Y si ella se entera, me mata.
Una vuelta, el Piru me dijo que había uno que viajaba a Salta a buscar
milonga, y que cuando llegaba acá le daban 10 tizas. Yo le decía:
“Piru, no te metás, no te metás”. La cuestión
es que le faltaban 200 pesos para el pasaje... Y bueno, le dije que yo ponía
lo que faltaba para viajar y cuando volvían, me tiraban un par de tizas
más. Calculá que a 35 eran unas cuantas tizas. Y bueno, la movida
era pasarla por la frontera. El que la fue a buscar, fue con el hijo. No era
Piru, era un amigo de él. Y bueno, quedó allá. Está
allá todavía, preso, y tuvieron que mandar al hijo, que es un
nene, para acá de nuevo. Yo le preguntaba todo el tiempo a Piru si de
verdad estaba preso porque estaba verde por mi plata. Los 200 pesos no los vi
más, pero son los riesgos del negocio.
EL CARTONERO
Distinto fue cuando vendía cartón, porque lo del jamonazo
fue más cerrado, apenas un par de movidas. Cuando vendía cartón,
venían de todos los barrios. Era más de pendejo, tendría
24, 25.
Me pasó una vez en la costa, tiempo después de haber dejado de
vender, que venía caminando con mi chica, y me gritan: “¡Eh,
Momo!”, y me doy vuelta y no lo conocía. Doy un par de pasos adelante
para que ella no escuchara, y le digo: “¿Qué hacés,
cómo andás?”. Y el pibe me sacó la foto... Me dice:
“Yo te conozco de allá, del barrio, yo te voy pegar cartón,
vamos siempre ahí, yo vivo en Mataderos”.
Y la verdad es que yo tenía siempre porque compraba planchas de 50 cartones.
Yo se la compraba al que se la bajaban de Holanda, a He-Man, uno que tiene un
puesto de diarios chiquitito. A ése se la bajaban de Holanda,de verdad,
vendía unas re planchas. Yo vendía más o menos una plancha
por semana, pero llegaba el fin de semana y tenía mínimo 10 pepas...
Ahora nadie tiene cartón, y el cartón se fue por las nubes, está
algo de 40 o 50 mangos. Pero yo, a los pibitos del barrio, se la cortaba en
cuartos y se la vendía en cuartos a 5 mangos. Esa fue peor que la del
jamonazo, porque estar puesto y vender droga siempre es un escándalo...
Yo ahí ya estaba enganchado con el jamón, la época en la
que más me enganché... Tomaba casi todos los días. Pero
dejé de vender cartón cuando empecé a laburar en la maderera,
hace 3 o 4 años. Cuatro años me parece ya... Ahí dejé
de tirar cartón. Porque cuando empecé a hacer la movida con el
cartón, yo no tenía laburo, paseaba perros, ¿me entendés?
Paseando perros pateás la calle, y en la calle lo conocí a éste
del cartón, el diariero.
Y venían a comprar de todos lados. Paraban el auto, la camioneta. Capaz
que tenía un auto allá, una moto acá... ¿Sabés
cuántas veces se pararon y me dijeron: “Qué tal, ¿no
lo conocés a Momo?”, y me cagaba de risa porque Momo soy yo. Capaz
que le decíamos: “No, no está”, con el Ricky nos cagábamos
de la risa.
¿Sabés cómo empezó a vender faso el Ricky, el pibe
que para conmigo? Cada gil que venía y te compraba un cartón,
quería comprar churro. Un día lo agarré al Ricky y le dije:
“Ricky, la concha de tu hermana, ponete a mover churro que te vas a llenar
de plata...”.
LA MOVIDA
Se empezó a correr la bola de boca en boca, se desplegó.
Gente de un lado, de otro, y así. Amigos de amigos. Y con el Ricky nos
cagábamos de risa. Venían los chetos en coche, en camioneta. Y
también distinguíamos barritas de pibes. Venían unos que
movían porro. Pero la mayoría de los que conocía eran pibitos
del barrio, les vendía de a cuartitos. No movía en cantidad porque
ésa la hacía el que me la vendía a mí. Nunca vendí
más de cuatro o cinco juntas, cuando alguno se iba de vacaciones. Venían
de todas las edades, desde pendejos de 14 en adelante. Pero tampoco muy grandes.
Eran más que nada los pibes que salían a bardear un sábado
a la noche, a ese nivel.
¿Sabés cuando vendía a full? Cuando tocaban los Redondos
ese fin de semana, que tocaban, no sé, en Concordia, en Córdoba.
Esos días movía a dos manos, igual que los fines de semana largos
que la gente se iba afuera. Y en la época de las Fiestas, para fin de
año, también. En las Fiestas no me daban respiro. Me venían
a buscar ahí donde paraba. Me acuerdo de unas Fiestas que estuve tirando,
que me iba a las 8 de la noche a sentarme ahí, y movía, movía,
movía... Para nosotros, que éramos cinco o seis, ponía
un cartón sin cobrarlo. Era así. También me ha pasado de
perder cinco o seis cartones, de estar bardeado y los perdía.
Al principio eran todos conocidos, pero al tiempito ya se había pasado
de boca en boca y venían de todas partes, porque yo tenía todos
los días. Siempre. Yo no me explico cómo el que mueve se puede
quedar sin... Yo cuando veía que me quedaban dos o tres cartones, compraba
veinte más. No me quedaba nunca sin.
“TELENOCHE INVESTIGA”
En esa vuelta yo paseaba perros, y capaz que ya a la mañana salía
con uno o dos cartones, por las dudas, por si venía alguien. Hacía
toda la recorrida, estaba en la plaza. Y fui el primero que empezó a
vender de a cuartos, cosa que nadie hacía. Y todos me decían que
estaba re loco. Yo les decía: “Si no vendo cuartos, no la vendo,
porque te quedan debiendo y no se lo cobrás más”.
Al mediodía comía en casa, y después de comer, a parar
a lo del chino, a las dos o tres de la tarde capaz que ya estaba allá.
Así es como no hacía un catzo en todo el día, fisuraba
y quedaba ahí. Y así es como me agarréel vicio posta de
tomar jamonazo, en esa época, porque había noches que tenía
mucha plata. Yo agarraba todo el fajo y lo repartía entre los que estábamos
ahí, porque si me paraba la cana tenía 200 o 300 pesos, y los
demás no tenían nada. O dejaba el rollo de plata en un árbol,
para no tenerla encima. Las pepas las tenía encima, te cagás de
la risa, no pasa nada con las pepas.
Con la cana pasó de todo. Me los crucé varias veces después
de tirar un cartón, y me cagué todo. Aparte ya me conocían.
Cuando me paraban, me decían: “¿Qué hacés,
cómo andás?”. Y ya sabían dónde parábamos,
tenían nuestros documentos. No les queda nada en el aire porque desgraciadamente
son unos perfectos hijos de puta. Yo entraba a mi casa y escuchaba una sirena
y me comía que estaban esperándome en la puerta. Un bardo. Si
tenía 25 o 50 pepas en mi casa, y estaba todo el día re loco,
re duro y re peposo.
Pero yo dejé de mover no sólo cuando tuve la oportunidad de laburar
sino porque un día vinieron unos pibes del barrio a decirme que la hagamos
bien, tranquilos y que tengamos mucho cuidado porque les habían dicho
que nos estaban marcando y nos habían sacado la foto, y al toque nos
enteramos de que, siendo el auge de “Telenoche investiga”, los vecinos
se juntaban, y la gente del barrio no es boluda. Se empezó a correr la
bola de que habían llamado a “Telenoche”. Entonces nos empezamos
a perseguir, empezamos a mirar más a quién le vendíamos.
Ahí dejé de hacer la movida. Pero también era plata que
no me servía para nada porque no aportaba en mi casa, no me podía
comprar nada, porque mis viejos me iban a preguntar de dónde la sacaba.
Me la deliraba, compraba merca, invitaba a los pibes a comer pizza, pagaba las
birras, me iba a ver al equipo cuando jugaba en Córdoba, en Rosario.
Hacía todo lo que no tenía que hacer. Pero no me enganché,
la hice con la sabiola.
EL FUTURO
A mí la guita no me llama. Antes no me costaba un carajo ganarla,
y así la gastaba. Me emborrachaba todos los días... Pero me di
cuenta de que no me iba a conducir a ningún lado. Además, el alcohol
es una de las cosas más denigrantes que hay. Tenía una cabeza
de tarado y no me daba mucha cuenta de las cosas. Y se me pudría con
mis viejos, estaba todo mal.
En ese momento no pensaba en el futuro, así que no sabía si lo
iba a hacer toda la vida. En realidad vivía muy mal el presente. Y al
toque que se empezó a rumorear eso de “Telenoche”, me di cuenta
de que no iba más. También estaba separado de mi chica, y tenía
más tiempo para romper las pelotas, para delirar. Es otra cosa. Creo
que en ese momento –ahora me doy cuenta– no tenía la contención
adecuada. Personalmente me pasó que cuando no estaba con el apoyo que
necesitaba, más la bardeaba. Pero de eso me doy cuenta ahora.
Igual, como consumidor, sé que alguien la tiene que vender, de algún
lado hay que sacarla, pero no voy a ser yo el que corra todos los riesgos. Lo
mejor sería que se legalice pero, mientras, yo no la voy a vender. ¿Sabés
cuánto sacaba por fin de semana en esa época? Llegué a
sacar 500 pesos, lo que ahora no gano por mes laburando. Ahora gano 450 y me
dan 4 pesos por día para la comida, todo en negro, por supuesto. Te dije
que estoy de 8 a 8 de lunes a sábados, así que calculá...
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