Jueves, 10 de enero de 2013 | Hoy
LEO GARCíA SE HACE ESPERAR
Solo con su guitarra y sus canciones, Leo la descose: toca hits de todas las épocas, hace cantar, bailar, emocionar y de yapa se anima a sorprender con versiones de sus artistas favoritos, sean consagrados o desconocidos.
Por Santiago Rial Ungaro
Mientras la lluvia veraniega se vuelve torrencial y amenaza con inundar las calles de Belgrano, Leo García se hace esperar: no hay nadie en el departamento y el portero confirma que no, que Leo aún no volvió, mientras nos mira con lástima. Apenas pasa media hora de la hora señalada para la entrevista con el NO cuando su inconfundible figura baja enfundada en una remera blanca estampada con la imagen de Santa Gilda de una enorme Pathfinder 4x4. Después de un 2012 que lo encontró deslumbrando con sus shows unipersonales a propios y extraños, tocando en fiestas clandestinas, iluminando con sus canciones lúgubres “rockerías” suburbanas y arengando pródigamente a nuevos talentos de la canción pop local (ver recuadro), Leo ahora está terminando de darle forma a su séptimo disco solista, el primero después de 3 años. Y lo cierto es que el under se enriqueció con sus vertiginosos shows solistas y él mismo se enriqueció saliendo de la extraña inercia que a veces propone la industria musical a sus artistas.
Solo con su guitarra y sus canciones, Leo la descose: toca hits de todas las épocas, hace cantar, bailar, emocionar y de yapa se anima a sorprender con versiones de sus artistas favoritos, sean consagrados o desconocidos. Cualquiera que lo haya escuchado tocar en vivo solo sabe que Leo García tiene algo de Monarca del Pop, por lo que resulta entendible que comente que está tratando de administrar los tiempos para que no haya “demasiados festejos”: “Hoy no voy a salir, quiero descansar bien así mañana grabo algunas cosas con John & Paul, un proyecto nuevo que tengo con Emmanuel Sáenz; recién hablé con las chicas de Coco y les dije que vengan a tomar champagne el domingo, para celebrar Reyes”.
En su departamento, a un par de cuadras de Barrancas de Belgrano, Leo se muestra cálido y servicial e invita a secarse y relajarse, aunque resulte imposible no curiosear algunos libros y CDs: Marosa di Giorgio, las cartas de Vincent van Gogh a su hermano Theo, el nuevo disco de The Presets y algún viejo disco del gran Giorgio Moroder se ven por ahí a mano, mientras nuestro anfitrión pide una docena de empanadas. Un reloj con Marilyn Monroe marca las 10.30 de la noche, pero Leo ya tiene un fin de semana bastante ocupado, y más aún: “Este lunes empiezo a hacer pilates”, comenta e informa que antes de empezar a grabar estuvo “corriendo todos los días, haciendo dieta para verme bien de cara”, afirma con un poco de coquetería y bastante de sentido común: “La verdad es que nunca disfruté tanto de unas sesiones de grabación como con este disco, y eso que he grabado con Gustavo, que es alguien que ya su sola presencia te pone bien”.
Si bien Leo siempre fue bastante diestro para manejar la tecnología, ésta es la primera vez que está produciendo un disco suyo. Con la participación de Emmanuel Sáenz (el talentoso guitarrista de Buenos Aires Karma), Gabriel Pedernera (batería de Eruca Sativa), Martín de la Haye en el bajo y los ya clásicos aportes de Ignacio Molina en teclados, sus canciones van tomando forma; y alcanza con escuchar un demo con Leo cantando sobre que “podría escapar de este sentimiento, pero igual me entrego” para entender que su séptimo disco de canciones promete ser uno de los discos del año. En futuros hits como El que rompe, paga o Algo real queda claro que hizo bien en tomarse su tiempo para que, de a poco, algunas heridas vayan cicatrizando: el desconcertante accidente de su amigo Gustavo Cerati afectó a Leo profundamente.
En 2013 se cumplen tres años de la edición de Común y especial, último disco cuya propia sensibilidad se encargó de boicotear: “La verdad es que yo no tenía ganas de cantar ese disco, porque no puedo ser un buen actor; no podía estar cantando ‘mimos, mimos, mimos, mimos’, en ese momento”.
Leo cuenta que hace un año cambió de manager: “Yo tuve tantos managers, cambié tantas veces, que cuando lo vi a El Papu tan entusiasmado con ser mi manager pegamos una onda muy copada”. El Papu es el manager de Leo, pero también de los 107 Faunos, y al lado de la mayoría de sus colegas del “management” parece más bien un dandy sensible y melómano. El es el responsable de que Leo empezara a tocar durante el año pasado con un montón de bandas nuevas: “El año pasado solamente escuché rock nacional, un montón de canciones buenísimas”.
Pero si para muchos espectadores más o menos casuales ver a Leo disparando una pista para mezclarse entre la gente mientras canta un tema de Los Encargados puede ser una experiencia casi religiosa, para algunas de las fans de Leo de toda la vida la situación de verlo tocar en boliches en cuyo backstage hay un inodoro como única decoración tiene algo de blasfemia. ¿Qué diablos hace Leo García, la gran bestia pop, en los espantosos peringundines de la escena under? “Y sí, yo tengo amigas y amigos míos que me siguen a todos lados y que están acostumbrados a verme tocar en lugares muy grandes. Y a veces me retan, porque les molesta un poco verme tocar en lugares chicos. Pero fue una decisión importante, es un concepto. Y para mí también es muy útil tocar en un montón en lugares muy under y no dejar de ser profesional por eso. Yo sé que estoy en un lugar en el que podría estar tocando en estadios y por todo el mundo. Pero estoy tocando en puntos en los que se reúnen artistas muy nuevos y hay un público muy joven. Y el día de mañana cuando salga el disco sé que voy a estar con mucho training encima: yo lo hago con esa conciencia.”
Pero hay algo más: al ir a la esencia de su música, al depender sólo de su habilidad como guitarrista y su talento como intérprete, Leo puede responder a la demanda de canciones de un público que ahora se volvió mucho más cercano: “Si la gente me pide canciones, yo las canto. Aunque capaz que me piden un tema de Avant Press y a veces no lo toco porque no es tan simple tocarlo solo. Pero capaz que otro día tengo ganas de tocar un tema como Por (canción del disco Artaud de Pescado Rabioso, célebre tanto por su letra surrealista como por la complejidad de sus cambios armónicos) y lo toco, y capaz que otro artista no se anima a hacerlo”.
Tampoco se animaría otro a hacer un tema de Placer o Viva Elástico, pero Leo sí y demuestra una humildad poco habitual. La sola mención de Avant Press, banda que Leo compartió con Ezequiel Araujo y otros talentos de la escena, trae al recuerdo del aún inédito EP póstumo del grupo: el hermoso y aún moderno Boutique, también producido por Gustavo. ¿Se editará algún día esa joya de una de las mejores bandas de los ‘90? Leo prácticamente suspira cuando se acuerda de Ezequiel, uno de los mejores productores del país (El Otro Yo, Intoxicados, Fidel Nadal, etc.): “Yo en ese entonces tuve un par muy importante que fue Ezequiel Araujo. Y algo parecido, salvando las distancias, es lo que me pasa ahora con Emmanuel, el guitarrista de Buenos Aires Karma: parte en mil pedazos la guitarra, es como un Johnny Marr que yo necesitaba para estas canciones”. Con él, Leo comparte el proyecto John y Paul, remixando libremente canciones de The Beatles en plan experimental, lo que trae a la mente muchas otras facetas de un artista que nunca fue solamente un cantante pop sino que tuvo su arista experimental: sea Polidor en los ‘90 (justamente junto a Ezequiel Araujo), el minimalismo dance de Clap Beat (del 2000) y sus numerosas experiencias como DJ o productor dan cuenta de eso.
“La verdad es que no hice un disco atrás de otro. Salvo la época con EMI, que hice Mar (2001), Vos (2003) y Cuarto creciente (2005), que son los 3 discos por los cuales yo había firmado el contrato.” Paradojas que hacen de Leo García un artista interesante: “A mí me habían ofrecido volver a renovar contrato, pero como yo sabía que los discos no estaban en su mejor momento y que el soporte estaba en un mal momento, y también por muchas cosas feas que yo había firmado, decidí cortar con EMI y empecé a disfrutar el sabor de no estar bajo contrato. Y me fui a tocar de gira con Soda Stereo. La verdad es que no quería firmar un contrato por nada en el mundo”.
“Ojalá que en este verano no nos maten. Me quiero reír un montón, como Leo García”, cantan los chicos de La Ola Que Quería Ser Chau en Géiser, un curioso compilado editado por un sello mutinacional con 15 canciones de 15 bandas más o menos nuevas. La cita a un hitazo de Leo como Reírme más no sólo no suena forzada: también demuestra que el ex Avant Press, el Delfín del Pop Nacional elegido en su momento por referentes como Gustavo Cerati o Litto Nebbia, logró por pura prepotencia popera convertirse en un cliché del género. Seleccionadas por Leo, suerte de mecenas, curador e inspirador de algunas de estas bandas, las melodías de grupos como La Ola misma, Placer, Viva Elástico, Los Reyes del Falsete, Violeta Castillo, Buenos Aires Karma, Banda de Turistas o Trueno Blanco cumplen con el clásico slogan de compilado veraniego: un poco de frescura musical en el enviciado entramado de las bandas del mainstream, a menudo tan incapaces de sorprender y renovar sus propuestas como de dar un paso al costado.
Pero también hay algo más: el compilado (que se completa con Guillermo Beresñak, Ministerio de Energía, Surfistas del Sistema, Intrépidos Navegantes, Metal y Rayos Láser) puede servir a estas bandas para asomarse a ese mundo a veces inaccesible para las bandas del under, así como introducción para muchos al universo de estas nuevas bandas, a veces demasiado conscientes o ansiosas por dar el gran salto. Por su parte, Leo no lo duda: “Creo que el rock nacional está estancado, siempre se ven las mismas caras. Y yo creo que con estos artistas nuevos que confían en mí recuperé la fe: está bueno poder encontrar en estos nuevos artistas nuevas historias; estos artistas tienen ángel, acá hay carisma. Es como que el fenómeno acá siempre es o revivir la banda que ya existió o los hijos de fulano y los sobrinos de aquél. Y la música no dice nada. A mí me interesa conocer estos artistas nuevos”.
La muerte de Ego (tal es el nombre del compi) se plantea entonces como un nuevo formato que también puede propiciar un indispensable recambio generacional. La iniciativa probablemente incluya dos nuevos compilados a cargo de Richard Coleman y Walas. Días después de la nota, Leo, fiel a su ánimo conciliador, quiere suavizar sus declaraciones: “Siempre tuve buena onda con todo el mundo, no quiero cambiar eso”, trata de aclarar, aunque la verdad es que, más allá de su diplomacia, Leo García ha logrado algunos de sus mejores momentos artísticos en sus momentos más filosos y agridulces: “Hablás de mí y no sabés quién soy”, declaración de principios de Tesoro de Vos es un ejemplo de esto. El que rompe, paga, en su nuevo disco, rescata ese costado épico y autorreferencial en el que su talento interpretativo alcanza su mejor expresión.
Editado en el 2001, el simple Morrissey, canción dedicada al cantante inglés, de algún modo funcionó (¡según Wikipedia!) en su momento como una confesión “homosexual”; a más de una década de aquella “Leomanía” que, como un virus, convirtió un chiste del momento en un hitazo imparable, se puede decir que aquélla fue una confesión homosexual generacional. Aunque con el tiempo hasta Morrissey usó esa canción para musicalizar la previa de algunos de sus shows, en su momento el tema (cuya rotación llegó a resultar insufrible) lo convirtió a Leo García en presa fácil de las críticas (mea culpa), siendo además parodiado por diferentes versiones como el caso de la versión de Los Parraleños, que la convirtieron en el chiste fácil de Megadeth. Es lógico que Leo se fastidie por la dinámica de los “acomodados” del rock nacional.
Más allá de la construcción de su imagen y de la ceja cortada, la verdad es que Leo se hizo (y se sigue haciendo) de abajo. La historia se contó muchas veces y el mismo Leo se sonríe al repetir la misma vieja escena: “Yo a los 13 años toqué en un Festival en Jujuy como representante de la delegación de Ledesma”. En esa época, Leonardo Damián García era un niño folklorista que tocaba zambas en las radios y en las peñas, pero poco después su familia se instaló en Moreno, de donde –de hecho– Leo es oriundo. “Yo era un pibe de Moreno que se compró una guitarra y terminó tocando sus temas con Gustavo Cerati (en 1996, los Soda Stereo versionaron Cybersirena, de Avant Press). Los pibes que ahora van al Cantando por un sueño o a un casting para un programa de televisión capaz que piensan que van a hacer algo, pero no es así. ¡No van a hacer nada! Y encima van a quedar traumados. Entonces hay que rescatar ese pensamiento.”
Leo fue y volvió, y volvió a ir y a volver. Desde hace años hay un mito urbano que dice que el músico firmó un contrato con una reconocida figura del ambiente que, básicamente, abusó de su buena voluntad para esquilmarlo como a una oveja. Leo no lo desmiente, pero apela a la discreción; como él mismo canta, quizá proféticamente en su último disco: el que rompe, paga. Leo: “La verdad es que yo soy pésimo haciendo negocios, no sé hacer marketing. Pero sé que alguna vez alguien le preguntó a Pappo qué pensaba de mí, pensando que se iba a burlar, y Pappo le respondió que era un excelente guitarrista. Yo reconozco que armé un personaje que hubiera estado bueno que esté en todos lados. Yo eso no lo supe hacer, quizá por malas experiencias que tuve por firmar contratos. Pero creo que se me entendió como un buen músico, que es algo mucho mejor que haber sido una moda pasajera. Los éxitos pasan, pero la buena música queda. Yo siempre me considero como un ex boludo. Y la idea es ser cada vez menos boludo”.
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