EL GRUPO DANéS WHEN SAINTS GO MACHINE
When Saints... es, casi por unanimidad, el artista elegido por el aparato musical europeo para asumir la chapa de próxima gran sensación del pop nórdico.
› Por Yumber Vera Rojas
A pesar de que en diciembre, a través de su cuenta de Facebook, anunciaron que próximamente compartirían el nombre de su inminente álbum, los integrantes de When Saints Go Machine se han comportado recelosamente sobre lo que será su tercer disco de larga duración. Si bien el grupo de pop electrónico de Copenhague se encuentra tallando las canciones del sucesor de Konkylie desde antes de mediados de 2012, en junio último adelantaron el primer sencillo de esta producción, el exquisito Mannequin, al que le siguieron dando manija más adelante con el remix manufacturado por Planningtorock (alter ego de la celebrada productora inglesa de música electrónica, establecida en Berlín, Janine Rostron). No obstante, nada más se conoció. Y es que tras la confirmación de su participación, esta vez en plan estelar, del prestigioso festival danés Roskilde, el cuarteto sabe bien, luego de la buena reputación que se ganó en las lides de la vanguardia sonora europea, que el año que acaba de alzar el telón es el de su consagración o el de reventar en el intento.
Luego de la polvareda que levantó la agrupación sueca Little Dragon con el lanzamiento de su tercera producción, Ritual Union (2011), que la trajo por primera vez a Buenos Aires en mayo pasado para ofrecer uno de los recitales más memorables que hayan pasado por la sala de conciertos La Trastienda en los últimos meses, When Saints Go Machine es, casi por unanimidad, el artista elegido por el aparato musical europeo para asumir la chapa de próxima gran sensación del pop nórdico. “Estamos tomando mucho alcohol”, respondía en exclusiva para el NO, el año pasado, en la ciudad de Barcelona, el baterista del combinado danés, Silas Moldenhawer, sobre la pregunta de la forma en la que llevan el inesperado éxito. “Lograr que la gente conozca, respete, valide y demande nuestra propuesta es, en parte, el resultado de haberle dedicado tanto tiempo a que ese hecho suceda. Es importante que exista buena música, y que pueda ser compartida con la mayor cantidad de gente posible, porque la realidad es que hay mucha mierda sonando por ahí.”
When Saints Go Machine visitaba la Ciudad Condal, palpablemente machacada por la crisis económica que embarga a toda España, para promocionar el primer corte promocional de su próximo material discográfico, así como para sacarle brillo al repertorio de Konkylie (2011), trabajo que significó su debut internacional. Lanzado mediante el sello alemán K7 Records, este segundo álbum se ganó un sinnúmero de adjetivos, entre ellos el del “electro pop sentimental”, gracias a la tristona voz de su cantante, Nikolaj Manuel Vonsild, que le valió analogías con Antony Hegarty, Arthur Russell o Mark Hollis de Talk Talk. “No somos una banda de ‘electro pop sentimental’ ni nada por el estilo”, explica el rubio baterista, quien ignoraba que su nombre en la Argentina es sinónimo de fervor cuervo, pues es el patronímico de uno de los máximos ídolos del club de Boedo, el brasileño Paulo Silas. “Decidimos hacer pop porque le llega bien a la gente, y se consume. Sin embargo, siempre pretendimos realizarlo desde una perspectiva interesante.”
Mientras que Simon Muschinsky, tecladista del cuarteto, le achaca el auge del álbum a la dedicación que se impusieron al momento de confeccionarlo. “El motivo por el que creemos que el disco tuvo muy buenas críticas es que nos tomamos dos años para realizarlo. Cuando uno invierte mucho tiempo en un proyecto, y se sumerge tan profundamente en él como lo hicimos nosotros, creo que es normal que salten a la luz los resultados. Durante el proceso de producción del material, y debido a que somos bastante críticos con respecto al trabajo del otro, pudimos refinar cada detalle. Y eso, por supuesto, quedó en evidencia en el repertorio.”
Otro rasgo notable de Konkylie fue la seguridad con la que el conjunto redimió, aunque con mayor determinación, la oferta sonora de su ópera prima, Ten Makes a Face (2008). “No nos damos cuenta de lo que nos describís”, afirma Silas. Lo escuchamos, y sabemos que eso es nuestro porque reconocemos un montón de máquinas y voces. No juzgamos demasiado las diferencias entre el primer trabajo y el último.”
La propuesta musical de la banda fundada en 2007 desató la curiosidad por su temperamento inclasificable, pues el pop que practica labra un concepto sustentado en una electrónica espesa y volátil, pero que pone un pie en la pista de baile y otro en el acervo festivo de la tradición sonora danesa. De forma que lo de When Saints Go Machine es una “invitación a la escucha profunda y al baile despacio”. “No es algo que nos sentamos a pensar, sino que surge a partir de experimentar, de ver qué nos inspira”, revela el teclista. “No tenemos una receta acerca de la manera de hacer pop electrónico. Puede empezar dentro de un parámetro, y terminar en otro. Nos conocemos desde que éramos chicos, y crecimos con las computadoras. Quizá por eso no tocamos metal. Así que en nuestro caso, todo fue al revés: primero manipulamos los sonidos, y después nos transformarnos en músicos para poder actuar frente al público. Coincidimos no sólo en eso, sino en los gustos debido a que escuchamos pop, hip-hop y demás estilos predominantes de los ‘90.”
El conjunto que completa el vocalista y tecladista Jonas Kenton es, junto con la dupla Quadron, la máxima referencia de la música moderna danesa actual. No obstante, si un carácter aúna a ambos proyectos es la construcción de la canción a partir de la melodía y de las texturas sonoras. “A veces puede salir bien, como no”, reconoce Muschinsky. “De lo que sí estamos seguros es de que no sólo conocemos los elementos necesarios para armar una buena canción pop sino que también podemos ponerle un poquito de alma y sentimiento.” Si bien la escena pop nórdica, básicamente la asociada al indie y la electrónica, disfruta de uno de sus mejores momentos, las distinciones entre sus diferentes avanzadas son cada vez más irrisorias. “De donde somos, el pop es importante. Aunque preferimos quedamos con su matiz imprevisible”, describe Moldenhawer. “Las bandas nuevas son atractivas porque intentan ofrecer algo inesperado. Pueden compartir buenas melodías, letras y demás, pero también juegan con cruzar las fronteras.”
Si bien el próximo disco de When Saints Go Machine se prevé como uno de los lanzamientos más esperados de la escena de la música moderna nórdica en 2013, por su condición de artista revelación decidido a ganarse un espacio importante en los festivales del verano europeo, una de las puntas de lanza de esta movida, la misteriosa agrupación sueca The Knife, en diciembre advirtió sobre la salida de su demorado flamante álbum para el 8 de abril. Shaking the Habitual, editado a través del sello Mute Records, es el título del sucesor de la ópera electrónica Tomorrow, in a Year (2010), grabado junto con Planningtorock, y el primero de su discografía particular desde el increíble Silent Show (2006), el último trabajo de estudio de la dupla formada por los hermanos Karin Dreijer Andersson y Olof Dreijer. Fiel a su estilo, la pareja originaria de Gotemburgo mantiene en vilo el contenido de su inminente producción. En su canal de YouTube, el laboratorio sonoro subió un video de 43 segundos cargados de una enigmática información que no cuenta con instrumentación, y de la que se desprende el siguiente mensaje: “La música puede ser tan insignificante. Tenemos que encontrar lujuria. Les pedimos a nuestros amigos y amantes que nos ayuden”.
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