Jue 27.03.2003
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EL “DEBUT” SOLISTA DE JOHNNY MARR

Una más, y no me jodan más

Puesto a defender las canciones de su primer disco solista, el gran guitarrista de una banda más o menos importante de los años ‘80 (The Smiths, por si hace falta aclararlo) trata de alejarse de los fantasmas del pasado. En Berlín, corte de luz mediante, esos fantasmas regresaron en forma de única (y última) canción...

› Por Pablo Plotkin

Desde Berlín

Johnny Marr tiene razón. “Me imagino que todos habrán comprado el disco de los Healers, ¿no?”, comentó con una media sonrisa al comienzo de su show en Berlín. Frente a una especie de hurra no del todo convincente, el guitarrista murmuró: “Mentirosos de mierda...”. Casi nadie compró Boomslang, el primer disco de Johnny Marr + The Healers; casi nadie sabía de qué se trataban los Healers antes de llegar el domingo a Maria Am Ufer, un bloque de cemento edificado en un borde oscuro del río Spree. Aquí en Berlín y en todas partes, Marr sigue siendo el guitarrista de los Smiths, y el enigma es ver qué tiene para ofrecer el compositor musical de tantas canciones inolvidables. Y ese respeto supremo frente al pequeño guitar hero, mezclado con un principio de entusiasmo que en verdad responde al manual de instrucciones más elemental del rock and roll, certifica que sus nuevas canciones son apenas anécdotas de la historia principal. Música de fondo para acercarse al inigualable socio de Morrissey y expresarle la gratitud por los momentos vividos.
Desde la histérica disolución de los Smiths (1987), Marr se convirtió en un sesionista de lujo al colaborar con Bryan Ferry, Talking Heads, Pet Shop Boys, Oasis, Billy Bragg y otros. En los ‘90 integró The The y Electronic, el proyecto que compartía con Bernard Sumner, de New Order. Siempre cuidando su currículum, sostuvo un perfil moderado y correcto y, a través de los años, dejó de ser una estrella pop para convertirse en material de consulta técnica de las revistas de guitarras. Boomslang responde a esa lógica “musiquera”: el disco de un magnífico guitarrista que quiere convertirse en un escritor de canciones. Queda claro que Marr puede hacerlo, el asunto es evitar las miserables comparaciones con el pasado. Imposible. Como señala el crítico Alex Petridis en el diario inglés The Guardian, “mientras Morrissey predicaba celibato, vegetarianismo y abstención narcótica, Marr declaró que sus únicos intereses eran ‘fútbol, ropa y porro’. Nadie esperaba que Johnny se comportara, cantara o escribiera como Moz, pero las canciones de los Healers no tienen intensidad. Ni conflicto. Marr propone un rock levemente psicodélico y rutero, que habla de mujeres, ciudades y promesas after show. No tiene problemas para cantar, pero su voz no genera emociones fuertes. En vivo, por momentos, el Marr-cantante es aplastado por el Marr-guitarrista”.
Johnny cuenta que, en los últimos años, incursionó en diversas formas de la parapsicología y la filosofía oriental. Algunos viajes de turismo esotérico a Arizona y la visión de “mesas que se movían y velas trasladándose de un lugar a otro de la habitación” transformaron su manera de ver el mundo. “Estaba medio en la onda Jim Morrison, sólo que sin la barba y el órgano”, explica. Ciertas guitarras de Boomslang, tendientes a un orientalismo más Noel Gallagher que George Harrison, son algunas de las secuelas del período místico. En una de esas noches de revelaciones, Marr soñó con una serpiente (como Silvio Rodríguez). “Era una serpiente que hablaba. Decía: ‘Soy Boomslang, soy Boomslang. Quiero subir. Quiero subir’. Me pareció que duró toda la noche, y me desperté pensando: ‘Bueno, eso fue raro hasta para mí’. Así que me metí en Internet y descubrí que existe una serpiente llamada Boomslang”, relata el guitarrista, que dice estar interesado en la exploración de los “ritmos blancos”. “A veces puede ser demasiado fácil incursionar en una onda Bootsy Collins, pero no es de donde yo provengo culturalmente.”
Las raíces culturales de Marr se encuentran en los barrios proletarios de Manchester, al igual que las de Morrissey. Pero sus diferencias estéticas ahora están más claras que nunca. Los Smiths fueron geniales, precisamente, por la intersección de esas dos fuerzas contrapuestas. El guitarrista atrevido y el poeta atormentado. No es extraño que hayanterminado a las patadas, ni que desde entonces no se concedieran una tregua. “El y Morrissey no se gustan mucho el uno al otro”, comentó antes del show Thomas, el tour manager de su viaje por Alemania (Hamburgo, Colonia, Berlín y Munich). “Así que no esperes que toque canciones de los Smiths, ni que diga nada al respecto.” Nadie esperaba eso, al menos no seriamente. Acompañado del baterista Zak Starkey (el hijo de Ringo Starr) y el bajista Alonza Bevan (ex Kula Shaker), Marr se plantó en el escenario de Maria Am Ufer (un antro de militancia rockera de Berlín del este) frente a 500 personas que querían estar cerca de ese hombrecito que conserva escrupulosamente el peinado de los ‘80.
En la mitad del show, un desperfecto eléctrico dejó el lugar en penumbras y sin sonido. Johnny agarró una armónica y empezó a tocar “Don’t think twice, it’s all right”, de Bob Dylan. El corte se hizo demasiado largo, así que Marr, dueño de un sentido del humor bastante seco, le preguntó a la gente si tenía una guitarra acústica o un sampler. “Estoy bromeando”, aclaró. Entonces un asistente le alcanzó una guitarra y, al borde del escenario, ejecutó una versión instrumental acústica de “Bigmouth Strikes Again”, hit de los Smiths de The Queen is Dead. El público apenas podía creerlo. Fue lo mejor de la noche, quizás. “Es la última vez que toco esa canción”, masculló Marr casi para sus adentros, entre fastidiado y conmovido. Pronto volvió la electricidad y los Healers volvieron sobre “Need it”, una canción que habla de “gente, lugares, música, drogas y libros”, en palabras del autor. A esa altura, los berlineses ya estaban hechos.

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