ANGRY BIRDS EN TECNóPOLIS
El vicedirector de la empresa Rovio pasó volando bajito para piar sobre su mayor éxito.
› Por Facundo Gari
Cuando Peter Vesterbacka sonríe, tiene un aire a los chanchitos picarones de Angry Birds cuando se salen con la suya. ¿Será por desmarcarse de ese parecido que el finlandés anda siempre con su buzo de pájaro rojo? Lo tuvo puesto el sábado en La Nave del MICA, en el predio de Tecnópolis, en un recorrido por la historia de Rovio, su exitosísima empresa nacida hace 10 años como un proyecto estudiantil que hizo 51 videojuegos y estuvo al borde de la quiebra hasta que su equipo dio con la gallina de huevos dorados: el plumífero entretenimiento para celulares y tablets que destronó nada menos que al Tetris en records de descargas y que tiene más usuarios que Twitter.
Vesterbacka repetía su clave: amén de “analizar y entender el mercado”, para encarar un proyecto exitoso es imprescindible “una cuota de locura”. Y cada vez que lo decía, un tipo con el bigote y la gorra de Mario Bros asentía en la primera fila de una audiencia variopinta. Acaso lo más jugoso de su exposición haya sido el desarrollo de esa noción de insania emprendedora, a contramano de la mira con la que dispara el mercado. “En uno que tiende cada vez más hacia servicios digitales, apostamos a productos físicos porque siempre tratamos de diferenciarnos”, subrayó, señalando los peluches de Angry Birds posados sobre la mesa de exposición.
Rovio también comercializa remeras, gaseosas y libros, y tiene “proyectos con la NASA, con un parque de diversiones y con una película”, adelantó Vesterbacka, sonriente. ¡Qué puerquito!
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