EL DEBATE EN LAS LETRAS
En el momento de las editoriales con visiones autogestivas e híbridas, que son plataforma para nuevos autores, el ciclo Zona Futuro de la Feria del Libro juntará a creadores de sellos noveles en la búsqueda de respuestas.
› Por Federico Lisica
Bajo la expresión más bien ruidosa de “Boom”, Zona Futuro –el radar de nuevas tendencias de la Feria del Libro– le dará lugar al debate y a la acción de editoriales que están imponiendo formas propias de selección, distribución y edición, las mismas que han acompañando a un cúmulo de nuevos autores en la última década. Por cada jornada pasarán referentes de tres sellos. Onomatopéyicamente no está mal elegido el término: “Pensamos en explosión y creo que hace bastante que viene explotando todo. En el 2001 pasaron cinco presidentes en una semana, por qué no pensar que se pueden armar cinco editoriales nuevas por día”, declara Matías Reck de Milena Caserola, una de las casas matrices que será de la partida del ciclo y que ha editado, por nombrar sólo un caso, a Juan Terranova.
Lucas Oliveira, de Funesiana, discrepa sobre la fecha del contagio editorial: dice que fue un poco después pero concuerda en que “hay una cierta cercanía con la maricona idea de que los libros sean hermosos en su formato”. El también autor, que dará un taller de edición artesanal, marca también una búsqueda en el contenido: “Nos chupan un huevo el 2001, la economía, las crisis y los lugares comunes del buen ciudadano”. Sin perder la arenga, dice sobre los escritores jóvenes: “Estoy rodeado de pibes que se cagan en todo por escribir mejor, que quieren ser leídos, que les parece absurda la tele, los diarios, la radio y que se dieron cuenta de que el único importante es el ‘lector’, en todo formato”. No por nada estos sellos conciben al Creative Commons y al copyleft como cardinales.
Low-fi, artesanal, de catálogo... las definiciones abundan y todos destacan el trabajo en proyectos afines como la Feria del Libro Independiente y Autogestionada (FLIA). Uno de los editores de La Bestia Equilátera, Maxi Papandrea, cree que el radar orientado hacia estas editoriales se debe a que en las ¿majors? se ha desdibujado la figura del editor. Y si algo hay de atractivo en estas experiencias es que constantemente se replantean su modus operandi. Sobre todo en lo relativo al bendito/maldito término de la independencia. “Quienes transitamos la experiencia editorial como un camino colectivo y de constante aprendizaje postulamos el fin de las editoriales independientes, porque mutamos y nos incomoda el status quo”, lanza Reck.
Diego Esteras de Caja Negra –cuyo arco va de Simon Reynolds a John Waters, de la patafísica al decadentismo– opta por el término de empatía, ya que al de la independencia lo considera “más bien difuso”. Mientras que Marina Gersberg y Luciano Luterau, de Pánico el Pánico, proclaman “el fin de la literatura independiente” desde su propio sitio web, lo critican en tanto pose, pero lo reivindican en “condiciones de edición alternativa”. “Están las llamadas editoriales ‘independientes’ que cierran el círculo demasiado pronto: zombies, peronismo, ahora el terror...”, dicen desde Pánico, que abrió el juego con una atractiva colección sobre ficciones en los ‘90 (chequear Los años felices de Sebastián Robles).
Esteras asegura que el consabido “Boom” sería imposible dado el contexto de costos actuales: “Lo más lindo de las crisis es que te obligan a repensarte permanentemente. Hay una idea muy linda de J. G. Ballard, a quien acabamos de publicar, que dice que para crear sigue sus obsesiones; intentamos hacer un poco eso”. Desde La Bestia Equilátera también: recientemente publicaron una notable biografía ficcional y testimonial sobre Pink Floyd llamada Rojo Floyd, y definen su catálogo a partir de una reivindicación de la lectura como “disfrute, capricho y sorpresa”, lo cual les da “una gran libertad” al elegir los títulos que publican. “Nos gusta creer que nuestros lectores lo entienden así y es lo que los anima a confiar en que les gustará un autor que no está de moda.”
Tercos y divinos en su quehacer como Tony Wilson de Factory Records, que podía firmar un contrato con Joy Division con su propia sangre. “Es una buena asociación –dicen desde Pánico–. Efectivamente hay algo de retorno a la producción musical en varias aristas de lo que viene ocurriendo en lo editorial. Por eso hemos publicado antologías de la editorial en otras editoriales, una suerte de colaboración transversal que pone en cuestión la idea de autor de la casa y privilegia la hibridación. Generemos escenarios para tocar juntos. Ser solista ya fue.”
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