Jueves, 6 de junio de 2013 | Hoy
LA DéCADA GANADA DE VALLE DE MUñECAS
Manza y Lulo Esaín explican el detrás de escena de esos discos intrépidos e intrigantes, bellos a la vez que fuertes, que el cuarteto entregó en sus primeros diez años. Y mientras preparan un festejo en La Trastienda Club, abren
las puertas a la cocina de una de las maneras más distintivas de hacer canciones de rock del underground urbano.
Por Julio Nusdeo
Una vez acomodados en el fondo, en esa área desolada de camino a los baños que ostenta clásica la pizzería Imperio, algo que suelta Luciano, el menor de los Esaín, con respecto a la trayectoria de su hermano Mariano se vuelve un coherente resumen: “Si te fijás, hay una línea que recorre y une las composiciones de Manza. Se nota que disfruta de trabajar las estructuras de los temas. Ya se veía en Menos que Cero: las canciones estaban ahí, eran redonditas, no faltaba ni sobraba nada”. Las evidencias no dejan dudas de que ese trabajo minucioso y sostenido llevó a Manza a dar con su propia voz, la de Valle de Muñecas: el vehículo para desarrollar sus ideas, las letras que canta o los conceptos de producción. Sus diez años y tres discos –Días de suerte (2005), Folk (2007) y La autopista corre del océano hasta el amanecer (2011)– engloban un espíritu de canciones que exhalan emoción, piden guitarras y confeccionan armonías power-pop, remitiendo a influencias tanto de Teenage Fanclub, R.E.M y The Replacements, como de Los Beatles y los primeros Who, y evolucionan aquel rastro que Menos que Cero dejó en su último disco, Ojos de ciudad (2000).
Ahora, el cuarteto que completan el ex Plaimobyl Fernando Blanco (guitarra) y Mariano López (bajo) planea una celebración en La Trastienda Club con un show que cargará material de todas las etapas de Valle de Muñecas, más alguno que otro tema de proyectos anteriores. Y tanto Manza como Lulo, que en paralelo despuntaron carreras como productor el primero (Nikita Nipone, Blues Motel, Coiffeur más mezclas para normA o El Siempreterno) y como drum doctor el menor, entienden que llevar diez años no es más que “un empujón para seguir adelante”, pero saben que eso no sería posible de no estar felices y cómodos haciendo lo que hacen.
Dice Manza: “La pasamos bien juntos, disfrutamos de los ensayos, nos gustan nuestros discos. Más allá de la cuestión musical, cuesta sostener un grupo; esa parte humana, como cualquier pareja, pero con más personas. Se pasan muchas horas juntos en ensayos, shows, giras; entonces mantenerse por diez años es difícil para cualquier banda, en especial cuando ninguno está viviendo de ella”.
Manza: Hay algo que tiene que ver con la edad. A medida que pasan los años, cada uno va desarrollando distintos objetivos personales, que muchas veces ni coinciden con los del otro. Me parece que el mérito es mantener comunes los objetivos colectivos; saber que todos tenemos “eso” adelante, y tratar de coordinar las agendas personales lo mejor posible.
Manza: Creo que el primero es hacer buenos discos, buenos shows y buenas canciones. Me acuerdo de una nota que hice en la época en que recién salía el primer disco de Menos que Cero, y que giraba en torno de la contemporaneidad o no de ese disco. Decía que me importaba más que fuera atemporal, que pudiera escucharse quince o veinte años después sin quedar viejo, y en especial que pudiera provocar en quien escucha las mismas cosas que me habían provocado mis discos favoritos. Me parece que ése es el objetivo: provocarles a otros lo mismo que a uno le provocó la música que ama.
Lulo: El objetivo en alguna medida es disfrutar de lo que se está haciendo, del hecho de tocar, grabar y hacer música juntos.
Manza: El proceso creativo va cambiando. Generalmente tengo ideas de canciones; algunas más redondas, otras esperando el aporte de todos. Y pasan por el ensayo realimentándose de las opiniones y las maneras de tocar de los demás. Luego, cada uno ve qué puede aportar en el ensayo siguiente. Un trabajo que va de casa al ensayo y del ensayo a casa.
En cuanto a los otros aspectos, hasta hace un tiempo los hermanos se encargaban de conseguir fechas, notas y demás. Desde la salida de La autopista..., vía Scatter Records, relegan esas tareas para concentrarse en la parte artística. “Requerimos de poca estructura externa para el desarrollo de la propuesta artística. Sí necesitamos de ayuda para la difusión, pero en cuanto a la parte técnica estamos bastante cubiertos. A veces me pasa de grabar bandas que digo: ‘Hice este disco en un mes y medio. ¡Ojalá pudiéramos hacer el nuestro en ese tiempo!’. Pero nuestro disco comparte la agenda con otros que nos dan de comer. El día en que Valle de Muñecas lo haga, probablemente los tiempos se manejen de otra manera”, explica el cantante y productor, y como quien no quiere despertar demasiada curiosidad, cuenta que actualmente ensayan dos veces por semana debido al show en La Trastienda, pero al toque descubre el dato de que preparan un disco nuevo. “El momento de hacer canciones te da una energía en la que todos tienen ganas de ensayar bastante”, asegura. “Una cosa es estar aceitado para tocar los temas de siempre y otra es tener que armar canciones nuevas.”
Manza: Tal cual. Yo veo que, al día siguiente de un buen ensayo en el que estuvimos tocando canciones nuevas, todos postean algo referido a los temas, como que se respira la sensación de armar algo nuevo.
Manza: Hay entre veinte y veinticinco ideas de canciones, y estamos tocando cinco o seis como mucho. Vamos a ver cómo se desarrollan...
Lulo: Las mismas canciones te van disparando cosas y de esa manera se va armando. De repente un tema pica en punta y los demás van atrás alcanzándolo.
Manza: Además, el material es bastante heterogéneo. Hay veces que algunos temas quedan afuera porque uno dice: “Bueno, el disco es coherente si tiene este, este y este tema”. Y así los otros quedan para otra vez.
Lulo: De una, a veces ya se plantea un tema con una idea de producción alrededor.
Manza: Me pasa en ocasiones que hasta visualizo planos de mezcla. Puede aparecer un tema en el que me imagino la voz con tal efecto o la batería seca o súper ambiental.
Lulo: Y ponele, si el tema lo estoy pensando con una batería seca, con un bombo chiquito, tengo que hacer fills y cosas que tengan que ver con ese sonido que imagino.
Manza: Además, uno ensaya como toca en vivo. Pero a veces en la producción se imagina otro sonido de guitarra para tal tema o un teclado o instrumentos que no están en el ensayo. Entonces la visión es más totalizadora, no sólo de la parte de cada uno.
Esa manera de encarar el trabajo ya había ocurrido en La autopista..., que es un disco decididamente producido. En algún punto contrasta con los otros, más testimoniales de una situación y su interpretación. “Tanto en Días de Suerte como en Folk apuntábamos al sonido propio de la banda. En cambio para La autopista... dijimos: ‘Tenemos tal canción, ¿qué le viene bien? Tal cosa. Bueno, pero así no suena la banda en vivo. No importa’. Creo que al final terminó siendo un promedio entre las dos cosas.”
Mientras Valle de Muñecas construía su temprana obra, Lulo realizaba su primer trabajo como drum doctor con el segundo disco de Mataplantas, Hickie (2006), y comenzaba a condicionar su manera de acercarse a su instrumento, que luego desplegaría como médico de parches para Nikita Nipone, Les Mentettes o Crema del Cielo, por ejemplo. “Creo que saber qué es lo que le pasa a la batería y al baterista en las diferentes situaciones me influyó de una manera u otra”. Manza completa: “Siento que en un punto le pasó lo mismo que a mí unos años antes, cuando empecé a grabar bandas. Uno tiende a hacer lo que más se parece al gusto propio. Y cuando aparecen situaciones donde se tiene que hacer lo que otro pide y seguir otras estéticas que no son las que uno elegiría, termina pasando que uno absorbe un montón de herramientas, un montón de otros conceptos estéticos a los que no habría llegado por cuenta propia. Uno se abre y se apropia de esas cosas que pasan a formar parte de tu paleta y de tu bagaje de ideas”.
Manza: Generalmente es un cordial intercambio de opiniones (risas). Pero cuando hay alguna diferencia en la manera de encarar las cosas, se lleva a una idea común.
Lulo: Porque además Fernando (Blanco) también tiene terrible cantidad de música escuchada y pilas de ideas de cosas que le pueden pasar a la canción. Y Mariano (López) tiene mucha facilidad para interpretar cualquier cosa o idea que se nos ocurra.
Manza: Es un entendimiento que fue mejorando a través de los años. Cuando empezamos a tocar, primero con Mariano y después con Fernando, con cada uno nos llevó un tiempo de adaptación. Más allá que todos somos buenos músicos, una cosa es que entre una persona y la banda suene, y otra es que la banda alcance su estado óptimo con esa formación. A veces incluso uno tiene que modificar la manera de tocar para que el otro tenga el lugar que necesita.
Lulo: Se negó años y años a usar pedales.
Manza: Por más que ahora tenga tres o cuatro pedales en el piso, creo que el noventa por ciento de las veces está sonando la guitarra derecho al equipo. El sonido que me gusta es ése: guitarra con micrófono de bobina simple, Telecaster o Rickenbacker, básicamente (risas). Si tocás suavecito suena limpia y se le pegás un poco más, tiene el crunch. Hay equipos que logran ese efecto: tienen mucha dinámica y responden a lo que uno toca.
La elección parece espontánea y hasta heredada de la propia experiencia, pero Manza recae más que consciente en lo que sucede en la otra guitarra. “Fernando usa una cantidad importante de pedales en vivo. Maneja una buena variedad de timbres que me permiten concentrarme en la canción y en la cosa más de compositor o cantautor.”
Manza: Siempre fui hinchapelotas con eso. Me pongo bastante obsesivo tanto con los arreglos como con las letras. No soy un compositor híper prolífico, así que con las que hago soy bastante hinchapelotas (risas).
* Viernes 14 en La Trastienda Club (Balcarce 460). A las 23.30.
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