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Jueves, 13 de junio de 2013

FúTBOL E HISTORIETA ARGENTINA

La redonda en los cuadritos

Desde las huellas en El Eternauta hasta los casos recientes de Cieloalto, Barras y ¿Dónde está el Polaco?, la unión de dos pasiones argentinas.

 Por Andrés Valenzuela

El Biguá era un gran jugador para el Equipo de las Cuevas. Tenía un físico privilegiado. Era fornido, corría bien y sabía poner el cuerpo. Se malogró en un enfrentamiento contra los Manos que quedaban en la Tierra, años después de la nevada mortal. Su muerte se narró en El Eternauta II. Y no es, ni por asomo, la única referencia a la pasión de multitudes que se puede encontrar en viñetas argentinas. Hay chistes dedicados a la número cinco en cantidad de revistas. Algunos humoristas gráficos, como Roberto Fontanarrosa, hicieron de los chistes de fútbol uno de sus temas mejor transitados. El Negro Fontanarrosa sentía la pelota. Cada Mundial o Copa América narraba sus crónicas apócrifas sobre la Selección; y algo similar hace ahora, en Facebook, su colega Max Aguirre, que suma ilustraciones al entusiasmo albiceleste.

La pasión de Fontanarrosa lo llevó a tolerar –solito en la platea del Gigante de Arroyito y bajo una lluvia torrencial– cualquier partido de Rosario Central, actual puntero de la B Nacional retornado a Primera. Por eso mismo, el II Concurso Nacional de Historietas, que llevaba su nombre y que organizaba la Municipalidad local, tenía como tema el deporte. Es que, bien visto, el fútbol encierra todo lo que contiene una buena aventura: épica, trabajo en equipo, posibilidad de lucimiento de cada personaje, tensión y hasta un tiempo límite. E incluso permite una excusa a los malos guionistas: a veces el fútbol es anticlimático, no gana quien lo merece y el partido puede estar liquidado desde el minuto 11 del primer tiempo, haciendo de los restantes 79 minutos un mero trámite administrativo.

Pero el fútbol está ahí: en el primer Eternauta, como escenario, con la batalla en la cancha de River Plate. En obras muchísimo más cercanas, como Cieloalto, de Diego Agrimbau y Pietro, como excusa para contar la cotidianidad de los personajes: aun en una ciudad suspendida en las nubes y donde las leyes del espacio y el tiempo se reestructuran, eso de “el gordito al arco” sigue funcionando para los picados.

Luego está lo otro, lo más denso, el entorno. El fútbol también es todo lo que gira en torno a él. “La pelota no se mancha”, admonizó el Diego, pero la palabra de D10S tiene muchos profanos. Algo de eso reflejan dos historietas flamantes: ¿Dónde está el Polaco?, de Fabio Zurita, y Barras, de Emilio Utrera. La primera narra el devenir de los hinchas más bravos de Deportivo Morón. Zurita ilustra, con cierto ascetismo, cómo la violencia estatal de la década del ‘70 terminó enquistándose en el fútbol y grupos violentos, pero aislados del poder, se volvieron funcionales y partícipes de ese mismo poder. No es que los de entonces fueran carmelitas descalzas, pero entre esos que reclamaban la reaparición de un compañero chupado en los últimos estertores de la dictadura y los que el autor retrata en la actualidad, hay un trecho. En Barras, que es ficción, lo que se lee es cómo las barras bravas ya operan como conjuntos independientes del fútbol y donde la lucha, la épica, pasa por el control del sector. No por pasión sino por negocio. Donde los colores son una excusa para el choreo y la transa. Eso que se cuenta en cuadritos, hoy, también es el fútbol.

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