Jue 10.01.2002
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POL MEDINA PROPONE UN FOCO REVOLUCIONARIO DESDE PALERMO

Hora de cambiar

Cinco días antes del explosivo y sangriento 20 de diciembre, el dandy chango contaba al No que preparaba un nuevo disco para el que pretendía “armar un ejército” que cambie las cosas. La realidad llegó antes que el arte, y ahora Pol Medina cuenta su experiencia en los cacerolazos y afianza su nueva identidad de “guerrillero cultural”.

POR JAVIER AGUIRRE

No parece, precisamente, una trinchera: es un barcito en la calle de Palermo Viejo. Viernes, nueve de la noche, mesita en la vereda, porrón de cerveza a cinco pesos, todavía con convertibilidad 1 a 1 y con De la Rúa y Cavallo en el poder. En ese contexto, Pol –que acaba de reapropiarse de su apellido Medina– revelaba que su próximo álbum, el segundo como solista, tendrá un carácter de “guerrilla cultural”. Pero llegó el 20 de diciembre, pasaron los días, los balazos, los muertos y los presidentes intercambiables, y Pol estrenó su identidad guerrillera a los cacerolazos: “Me pasaba algo raro. Recuerdo ir caminando por la calle y mientras escuchaba las cacerolas iba componiendo melodías y letras alusivas al quilombo. Lo increíble es que en las cacerolas del argentinazo yo escuchaba todos ritmos de acá: por Carlos Pellegrini escuchaba malambo, a la altura del Obelisco se ponía sincopado y parecía una chacarera, y después, por las callecitas finitas, parecía una baguala. Yo tarareaba las canciones en mi grabadorcito tipo periodista”.
Pero retrocedamos: el perfil público de Pol Medina siempre había sido menos hardcore que el de su ex compañero Andy Chango. Ahora Pol, el dandy chango, tiene grandes planes: “Quiero formar un ejército. Que la gente escuche las canciones y se sienta viva y con ganas de hacer algo. Armar un trabajo en equipo. No me cierra la idea de ir por ahí haciendo cancioncitas sobre lo que le pasó a tu novia, mientras todo el país está decadente y arruinado. El egocentrismo de las canciones sobre las cruces personales que llevás ya no me convence. Algo está pasando en el país, y hacer la vista gorda es ser un gordo boludo”.
Pol quiere dejar de vivir en Palermo, intenta rescatar desde los “valores guerrilleros de The Clash” hasta las “actitudes críticas y combativas del rocanrol de La Renga”, y apunta –la veta hippie de su buen debut solista Pol no era pasajera– a cambiar el mundo: “Me imagino el próximo disco como guerrillero, de protesta cultural. Hay que unir fuerzas más que nunca y me gustaría que mi música llene de energía a la gente, y haga que el que quiera hacer algo, no se sienta solo. La idea guerrillera puede incluso no tener que ver directamente con las letras sino también con el groove, con la adrenalina del baile. Pero las nuevas letras ya no hablan en primera persona sino que tienen miradas más generales, en tono de ‘juntémosnos y hagamos’. Hay gente con muchas ganas de participar, no sólo de escuchar música. Por eso lo del ejército; yo sé que se pueden hacer cosas. Es el momento para no rendirse, para producir sí o sí. La gente no se tiene que sentir débil. Es el momento de sentirnos fuertes”.
Pol dice que piensa en estas cosas todo el tiempo. La última semana fue al banco todos los días, de lunes a viernes, para abrir una caja de ahorros que le permita poder cobrar sus regalías por derechos de autor vía Sadaic, pero nunca pudo aguantar más de una hora de cola y cada día terminó yéndose: “Estaba en la cola y pensaba: ‘Estoy entregando horas de mi vida para esto, mientras podría estar escribiendo canciones, o tocando’. Al cierre de esta edición, Pol aún permanecía desbancarizado. En tanto, la encrucijada que la crisis plantea al rock pone firme a Medina: “Veo a miles de amigos músicos que están viendo a quién le va bien para hacer algo parecido. O deciden meterse en esas sectas alternativas en las que todos sacan su disquito, con la misma tapa blanca con un dibujito, se cortan el pelo, están todos en tal sello y sienten que supuestamente pertenecen a algo alternativo... A mí no me da ni en pedo todo eso. Eso no es diferente, es sectario. Coarta la libertad y hace que salgan pocas cosas nuevas en serio. A mí personalmente no me fue del todo bien con una multinacional, así que puede ser que al nuevo disco lo saque por las mías. Ni siquiera por un sello independiente sino yo mismo. Quiero que salga para marzo, y no me va a molestar si lo tengo que llevar yo mismo a las disquerías. Estoy trabajando mucho, y creando en mí pequeños droopies quese ocupan de distintas cosas. De última, habrá que pedir pan en una panadería, pero si voy a hacer música, hago lo que se me canta, y no lo que alguien dice que vende, o lo que alguien dice que es alternativo”.
Mientras se corporiza su disco guerrillero, Pol habla de otros de sus proyectos, que van desde la música instrumental hasta ofrecer comida en sus conciertos, para lograr lo que él denomina “momentos generales”. Y está desarrollando un mega cadáver exquisito musical; o sea, el encadenamiento de fragmentos musicales de distintos artistas, en el que ninguno de los participantes escuchó lo que grabó el anterior (¿una versión Palermo de The Avalanches?). Su idea es sumar el trabajo de músicos de rock y también de artistas de otros géneros y otros países. Pero pasa por el bar una chica pidiendo plata y la actualidad argentina regresa a la conversación. Su decisión de pelearle a la crisis en suelo patrio parece alejada de la que tomara su amigo Andy Chango, quien se radicó en España, y Pol explica por qué él eligió quedarse a luchar acá: “Estuve allá varias veces –un tiempo con Andy, otro tiempo solo–, pero no me sentí bien. No me gustaba estar allá, no me entendían. No es por patriota ni por milico, pero mi país es la Argentina, así que si voy a lograrlo en algún lado, va a ser acá. La salida es generar lo que sale de uno. Acá hay trabas, pero también cosas valiosas. Me alucina cómo la gente que va a un show de La Renga sale sintiendo que la banda y la música forma parte de su vida. Está bien salir de un show con energía. Algo está pasando y yo quiero estar acá poniendo mi ladrillo”.

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