Jue 11.07.2013
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CRECE LA MOVIDA DE LOS ENSAYOS ABIERTOS

Las puertas de la percepción

Como tardío coletazo de Cromañón, algunas salas de ensayo se abren para pequeños públicos y les permiten a las bandas sumar encuentros y práctica.

› Por Santiago Rial Ungaro

En el principio fue la sala de ensayo. Desde hace un par de décadas, armar un par de salas y que alguna de ellas termine deviniendo en estudio de grabación más o menos profesional es una alternativa que eligen los músicos a la hora de sobrevivir a ese proyecto de alto riesgo que es tocar en una banda: un juego en el que hay todo por perder, aunque también todo por ganar. Para tener un proyecto musical, además de sobrevivir en la vida cotidiana, hay que hacer música: ensayar, tocar, grabar. Claro, el sueño de conseguir dinero fácil de una sala para así grabar y ensayar libremente puede convertirse fácilmente en una pesadilla: tener una sala implica vivir expuesto a una sobredosis de electricidad, ruido, polvo y humo que no es para cualquiera. Claro que lo que no mata, a veces fortalece. Con el paso de los años, algunos de estos espacios donde se arman y desarman grupos han tomado viva propia: la movida de Pity Experience, en Temperley, ya cumple 16 años; la sala de El Arbol Caído, en el límite entre Adrogué y Mármol, tiene 15; y Estudio Quinto, también en Adrogué, ya suma cuatro.

A mitad de camino entre una sociedad de fomento y un agujero negro, estas salas mutaron y empezaron a pasar cosas: ensayos abiertos, zapadas fantásticas, cumpleaños rockeros, homenajes inolvidables, maratones de bandas, canciones para todos. Bandas como Las Uvas Estroboscópicas, Amor Elefante, Toquealu, Los Drogadictos, In Cosmos, Minas, Pity Pop, Celos, El Extra y Los Imposibles, Le Folex y muchísimas más suelen sorprender con increíbles ensayos abiertos en salas. Un secreto a voces que sale de la Zona Sur, pero atrae gente de todos lados, gente que quiere escuchar, tocar o bailar música nueva. “Para mí, hoy por hoy, por la Zona Sur hay cincuenta bandas que están buenas”, se jacta Mariano Villasanti, a cargo junto con su hermano Roncha de El Arbol Caído, uno de los vértices.

En definitiva, los músicos tienen que hacer música. Como y donde sea. “Todos somos músicos y tenemos que mostrar lo que tocamos. Y la verdad es que no hay lugares”, argumenta Pity, un personaje muy querido después de veinte años de trabajar en distintas salas-estudios de grabación, al NO. Por su parte, Raimundo Fajardo, que además de tocar en Jauría labura en Estudio Quinto, lo vive a su manera: “Todo esto para mí es como cumplir un sueño y ser parte de una utopía colectiva que la sentimos todos, por lo menos los que pasamos por acá”.

Lo que pasa por acá, ahora, en estos lugares, es que espontáneamente se abrieron espacios de encuentro creados por músicos en los que las salas de ensayo se transformaron: además de las tocadas, hay ferias, transmisiones radiales digitales (como ASN, sigla de Acá Somos Nosotros), sesiones de danza-terapia, muestras de fotografía o de plástica sin ningún tipo de curadoría y degustaciones de cocina artesanal. Cada uno a su manera, estos espacios decidieron patear el tablero. O más bien la consola: si están el sonido, la música y la gente, ¿por qué no reinventarse y abrir el juego?

Experiencia

En el caso de Pity (que no es el líder de Viejas Locas, pero también compone lindas canciones en una simpática banda llamada Pity Pop), su sala existe hace 16 años, aunque hace apenas dos que abrió las puertas para empezar a armar ensayos abiertos. “En realidad no abrí la puerta, tiré la pared”, precisa sobre el hecho de haber sacrificado la división entre un par de salas para reinventar este espacio que antes tenía tres lugares de ensayo y ahora sólo uno. “Tuve un accidente con la moto: me pisó un auto, me fracturé el brazo y la pierna y tuve que cerrar un par de meses. Y cuando volví, un poco por esa circunstancia, otro porque vi lo que hacían en El Arbol Caído, me animé a organizar una fiesta. Vino tanta gente que me dije: ‘Esto hay que repetirlo’”, relata. Aunque su sala existe hace 16 años, Pity tiene salas desde hace veinte, así que los encuentros (y los despioles) generacionales resultan propicios en su área de influencia.

Las fiestas de la Pity Experience se hacen una vez al mes y generan expectativa. Las presentaciones de bandas como Las Uvas Estroboscópicas (un fascinante supergrupo de rock psicodélico con integrantes de Travesti, Placer, Victoria Mil, Tom Tom Lamas y Los Imposibles) y Toquealu (que acaba de editar un excelente primer disco) se destacan por sus excelentes melodías y conviven armónicamente con otros grupos de otros estilos más picantes: tal es el caso de Drogadictos (del ex baterista de Dios, Javier Aldana, primo de los hermanos Aldana de El Otro Yo) y sus impredecibles shows, que suelen compartir con otras potentes bandas de punk de la zona como Los de Cuero. Otras experiencias, más o menos experimentales, pero siempre con ambiciones artísticas como PAAR (en donde tocan el poeta Nicolás Domínguez Bedini y el ex Estupendo Fernando Lamas), Satanoise TV, Coño, Juan Carlos Pop, Sebastopol, el hip-hop surrealista de Indie De Tape, los mismos Travesti o incluso Alan Courtis forman parte de las coloridas propuestas de este espacio.

Y es que, más allá de ser una rockería no apta para quienes buscan un after office “rockeramente correcto”, la Pity Experience ha demostrado que las chicas ya no sólo quieren divertirse. También quieren tocar y ya se hicieron dos ediciones del festival Viva Ying, en donde tocaron bandas con presencia femenina (Las Cancheras, Minicomponente, Las Fantom, Teoría de Cuerdas, Celos) y solistas como Flor Podrix, Lucila Inés, Reina Ledesma, Lala o Sus Hijas. “Para el tercero quiero que toquen las Amor Elefante”, le comenta Piti a su esposa, la baterista de Celos, Stella Previsdomini.

La calidez que brindan Piti y Stella cotiza, aunque tanta apertura también tiene sus contras: “Esta es mi casa. Así que si entra alguien que no sé quién es, tengo que estar atento: es probable que tenga que sacarlo. Una vuelta se pusieron a hacer pogo y tuve que echar gente. No puedo dejar que me rompan todo, ésta es mi casa”, excusa el anfitrión. Cuando se le pregunta acerca de Pity Pop, su banda, su respuesta lo pinta de cuerpo entero: “No, no me nombres a mí: queda mal”.

Quinto a fondo

Raimundo Fajardo, actual baterista de Jauría, se define a sí mismo como un “fundamentalista de la Zona Sur”. Es consciente de que su experiencia, desde de sus inicios con bandas como Chiquero (una leyenda de la Zona Sur de principios de los ‘90 liderada por Ramiro Gutiérrez, ahora en Siempre) hasta este presente vital como baterista de Jauría, pasando por toda su experiencia en la autogestión durante años con El Otro Yo, le dan peso a su arenga. “A mí me gusta poder compartir todo lo que aprendí para que los demás también puedan concretar sus sueños”, dice el productor de La fiesta de la forma, primer disco de Los Reyes del Falsete, que de algún modo volvió a poner en el mapa musical a Adrogué y a la Zona Sur.

Ray produjo los últimos discos de Sr Tomate, Implosión, Thelefon y Tracy Lord. Contagia entusiasmo y confía en sus socios, Sergio Quinto, Ignus Zavalla (ambos en El Hagabal, grupazo de jazz rock psicodélico) y Damián Prieto: “Creo que estamos viviendo un momento en el que, si históricamente las mentiras tenían patas cortas, ahora directamente no tienen más patas. Noto eso en mí y en la gente que me rodea. Y creo que somos muchos los que estamos tratando de generar calidad en cada momento que pasamos”.

Después de años de tener una vida algo nómade por las giras, Ray sabe del interés que hay por la música que sale de la Zona Sur: “Me viene pasando desde hace muchos años que cuando viajo me llevo música para las giras, no sólo de mis producciones sino también de las cosas que están pasando. Y me pasó con Los Reyes del Falsete o El Hagabal, y ahora también me pasa con The Careters, Le Folex, Temper o Mambo Gratis. Siempre me preguntan de dónde salen estas bandas. Y la respuesta es que salen de la Zona Sur, donde las bandas escuchan Velvet Underground y recién después a Los Beatles”.

Arrancó a trabajar con Estudio Quinto hace cuatro años, cuando fue a grabar las baterías de Radio Taxi, la banda de Bárbara “Ramone” Zampini y que fue el propio Marcelo Belén (ahora en estudios DDR, Dee Dee Records) el que le recomendó producir a Los Reyes. La camaradería pudo más que el ego y la competencia: ubicados a apenas dos cuadras de distancia, ambos estudios ahora colaboran en producciones, dándole un salto de calidad al nivel de producción de las bandas de la escena. Y es que es innegable que en apenas cuatro años el Estudio Quinto generó muchísimas movidas, algunas como ASN (sigla de Acá Somos Nosotros, programa de radio conducido por Ricardo, Juanchi, El Tigre Corrales y Juan Etze) recién empiezan y ya generan cierta euforia. El interés va creciendo en efecto bola de nieve. Dice Fajardo: “Llego el lunes a la sala y capaz me encuentro que un poeta dejó su libro gratis de regalo o que salió La Morsa (revista local de música de distribución gratuita). Por acá pasaron Walas de Massacre, Huidobro de Molotov o los pibes de Attaque 77, gente que viaja bastante... y todos flashearon”.

El árbol crece

A unas quince cuadras de ahí, Mariano Villasanti, de El Arbol Caído, coincide: “Esto que estamos haciendo sucede ahora, aunque ya viene desde hace tiempo. Estoy seguro de que se puede hablar de una piña generacional. Antes no se podían reunir a tocar diez bandas en un mismo día y ahora eso es posible para nosotros. Quisiera ver en qué otra ciudad sucede algo así”. Villasanti, que supo tocar durante años con su banda, Anima Bendita, es realista y se lo nota orgulloso de lo que está sucediendo en el barrio: “Creo que hay un deseo de compartir la música y sentirla como propia. Y antes capaz que eso no sucedía. Lugares como éstos salieron a bancar una debacle total del rock argentino, porque el rock después de Cromañón se fue a la B. Y todavía está ahí. Y eso es algo que hay que aceptar y ponerle el pecho. ¿Viste cuando un equipo se va a la B y terminan poniendo la cara los pibes? Creo que estas bandas que estamos nombrando, más algunas de La Plata y otras del interior, son las que están poniéndole el pecho a esa realidad”.

Mariano menciona a Amor Elefante, El Extra y Los Imposibles, Le Folex y Minas como algunas de sus preferidas, pero también recuerda a bandas de mucha trayectoria como Maleza, que “ahora no puede tocar acá porque llevan demasiada gente”, o a Adrián Paoletti, que tocó con su guitarra sus canciones mientras su hijo Dante, de 12 años, vendía sus bizarros fanzines con sus dibujos. “Todo como ensayos abiertos para veinte o treinta personas. Nosotros arrancamos los ensayos abiertos: el primero fue con Minas y vino una sola persona. Pero fue una idea fundacional, porque nos sirvió para que muchas bandas conocieran la sala y que hubiera movimiento. Incluso al principio grabábamos de onda a las bandas que tocaban acá. El año pasado hicimos el Adrodelia Fest, este año la Semana de la Santa Música y arrancamos con lo de los maratones sonoros, que fue una fecha de diez bandas. Ahora en un par de meses vienen los quince años y vamos a armar un ciclo de ensayos abiertos. Y es probable que tengamos que buscar un lugar más grande para hacerlo, porque lo pequeño crece.”

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