UN VIDEOJUEGO, UN LIBRO Y UNA SERIE ANTICOMPUS
El juego de rol digital Ingress, que se debe usar en las calles, la novela Ready Player One y el unitario para televisión Black Mirror son ejemplos de los intentos de creadores y sus obras culturales por sacar fuera de las omnívoras computadoras los focos de diversión, información e interacción.
› Por Facundo Enrique Soler
La informática nos está cagando la vida y limpiándonosla y reciclando el papel higiénico a la vez. Al tiempo que nos la está modificando de maneras asombrosas, lenta y constantemente trastorna nuestra conducta, salud y costumbres. Ese aparato gigante que en el principio ocupaba mucho espacio del living y sólo proporcionaba ratos de ocio en el Príncipe de Persia fue evolucionando. Entonces pudo conectarse a la (entonces) novedosa Internet, que iba lenta, se podía usar después de las doce debido a lo que costaba conectarse por teléfono y se buscaban fotos de Los Caballeros del Zodíaco y porno de escasa calidad o se entraba con un ojo tapado a Rotten.com. Y llegó la banda ancha y conectarse valió a cualquier hora. Entonces aparecieron Napster, Kazaa, Morpheus y cuanto programa para descargar muy ilegalmente música, archivos, películas e imágenes. Y la red mutó, mejoró y absorbió de maneras impensadas. Se podía bajar la discografía de The Clash mientras se chateaba con algún posible filo y se armaba un blog que no duraría más de cuatro posteos. Mamá y papá también entraban a la web tímidamente. Y después la abuela, completando el arco familiar. Entonces apareció “la red social”, nombre tan irónico como La historia sin fin, donde la red reencuentra lo que la vida separó (compañeros del primario, ex parejas rencorosas, ese tío que cagó a tu viejo). Y se puede acceder desde el celular, la tablet, la netbook o la notebook. O la de escritorio. Porque ya se usa para laburar, hablar con amigos, conseguir sexo, comprar en el súper, ver fotos de sobrinos, descargar temporadas de Girls, leer el diario y... seguro surge una nueva. La computadora ya neutralizó la mayor parte de nuestras vidas, a ver cómo manejamos eso...
“Buenas, están levantando ‘Farm Level 8’ en el Jardín Botánico”, saluda Chola al acercarse al medio de la plaza Lavalle, al grupo de seis pibes que se miran entre sí. “Ya sabemos”, responde uno y automáticamente todos agachan la cabeza para prestar atención a sus smartphones. Es sábado por la tarde y en algunos puntos clave del centro porteño se juntan pequeños grupos de personas para jugar Ingress, un revolucionario entretenimiento digital cuyo requisito básico es salir a la calle y armar estrategias con perfectos desconocidos.
La novedad es un invento de Google con más de medio año en el mercado y es de uso exclusivo para usuarios del sistema operativo Android. Consiste en apropiarse de “portales”, lugares físicos del mapa terrestre como un monumento o un grafiti, para enarbolar el color del equipo representado: Los Iluminados o La Resistencia, verde o azul. La manera de comenzar es simple: se solicita una invitación en Ingress.com, se recibe ese permiso y se elige un equipo. La metodología es revolucionaria debido a que por primera vez un videojuego obliga a salir a la calle y socializar, un planteo absolutamente contrario (y quizás en respuesta) a las técnicas sedentarias de entregas como World of Warcraft o Counter Strike, donde el gamer permanece encerrado en un cuarto frente a la computadora durante la mayor cantidad de horas posibles y sólo interactúa con sus rivales o aliados por medios virtuales, a menos que sea bicho de cyber o de LAN.
El grupo que sirve de guía al NO esta tarde es una facción activa de Los Iluminados. La mayoría se conoció jugando. Desde un principio dan a entender que no tienen líder y prefieren llamarse por los apodos que eligieron. “Es sociable y dinámico”, resume FilmoreLars acerca del juego, sin perder de vista su celular. “Nosotros no nos conocíamos y por chatear en grupo nos fuimos juntando en persona para ganar terreno. A medida que Ingress avanza, es necesario ir jugando de a varios, si no te estancás.” La explicación se puede justificar en términos de salud: “Desde que arranqué bajé cinco kilos, estuve todo el verano caminando de acá para allá y eso se siente en el cuerpo”.
El rango de edades para los usuarios es bastante variado. Hay un pibe de 20 años con mochila de Linkin Park, un tipo grande que juega con sus hijos y una mujer profesional que no se achica ante el lenguaje gamer. El prejuicio del nerd que está enviciado con sus trucos dejó de existir ante una cultura que arrasa y hoy tiene una variante mucho más sana.
A medida que avanza la tarde los consejos abundan. Lo principal es tener un celular de alta gama, no sea cosa que se cuelgue en un momento clave, y estar bien abastecido de baterías extra y cargadores móviles (la carga inicial no se banca una jornada promedio de cuatro horas). El mayor inconveniente que tienen los jugadores hoy es el saturado sistema 3G que brindan las tres compañías de telefonía móvil en Argentina. “El servicio es un desastre. Las tres ofrecen un sistema que se vive colgando”, comenta Nifus arriba del subte línea D, camino al Botánico, y luego explica que los mejores lugares para jugar son plazas céntricas porque tienen wi fi libre. El único riesgo es andar con un celular caro caminando a cualquier hora por una plaza. “A una compañera nuestra le cortaron un tendón en La Flor Mecánica de Palermo. Era un sábado a la noche, se quedó jugando sola y le vinieron a robar”, relata Ssmd.
En Ingress, hasta ahora, hay ocho niveles, instancias en las que el jugador evoluciona a lo largo de su cruzada formando parte de alguna de las dos facciones. Esta vida virtual tiene una barra de energía que se va agotando a medida que se realizan actividades y que se va llenando al recolectar XM, item que abunda cerca de los portales (o sea, saliendo a la calle). “Es lo que para otros juegos de rol es el maná”, muestra Sk10 desde su celular, mientras camina al costado del Teatro Colón.
El hecho de que dos bandos se enfrenten para ver cuál domina más portales viene desde la ficción. El juego introduce una historia paralela, difundida por redes sociales, acerca de una energía que emanan los portales, unos Iluminados que quieren controlar ese poder para beneficio de la Humanidad y una Resistencia que prefiere que los rivales no lleguen a su cometido para que el mundo siga siendo igual. El contador con los resultados parciales es a nivel global y varía minuto a minuto. Puede que en Buenos Aires no sea una movida muy habitual, pero al revisar el plano mundial hay muchos adeptos en urbes grandes como Nueva York o Londres. Y eso que la aplicación todavía está en una fase beta.
“A veces me pasa que camino tanto mirando la pantalla del celular con el mapa de Ingress que cuando levanto la vista y miro la ciudad veo portales de colores donde no los hay”, cuenta entre risas Ha11ux y ejemplifica de la mejor manera el trailer del juego, disponible en YouTube. La idea de “realidad aumentada” queda implícita, de manera que el mundo virtual y el real se mezclan para dejar uno solo, una técnica que explotó con el uso masivo de smartphones y aplicaciones como World Lens o Point & Find.
Lo divertido es que muchas veces los jugadores de cada bando se cruzan en la calle, en pleno Ingress, y eso puede concluir en pica gamer. “Nunca oí que alguien se haya agarrado a piñas, pero a veces se pueden poner molestos. En el estatuto del juego queda absolutamente prohibido acosar a un rival”, explica Bytehazard y recuerda una anécdota graciosa: “Estábamos jugando de a dos y aparecieron unos rivales de La Resistencia. Nos empezaron a perseguir a pie e iban impidiendo que jugáramos. Cuando se pusieron pesados, llamé a un policía que estaba en la calle y a los gritos le dije que me estaban persiguiendo”. “Es sólo un juego”, se excusó el pibe de La Resistencia.
Ready Player One es la primera novela del estadounidense Ernest Cline, una obra donde se presenta un futuro ficcional donde la Humanidad se la pasa más tiempo dentro del sistema Oasis (algo así como Internet) que en el mundo real. El planteo narrativo cuenta la historia de Wade, un pibe que se crió dentro de este universo y trabaja, estudia, conoce gente y juega constantemente en la realidad virtual con poco conocimiento de lo que sucede afuera. La computadora, lejos de ser hoy como la conocemos, es un aparato gigante donde el usuario se puede introducir durante meses sin salir de ella.
Más allá de la historia futurista, que relata una búsqueda del tesoro plagada de referencias a la retromanía y la aventura fantástica, Ready Player One es un gran manifiesto a modo de advertencia sobre una era donde ya no vamos a encontrarnos en persona o simplemente salir a la calle. Todo va a suceder a través de la informática y eso, por numerosos motivos, es desalentador en materia de salud física y social. El mensaje detrás de la historia es evitar que Internet forme parte de un grupo de empresas y entender hasta cuándo es bueno usar la computadora y en qué momento es una idea genial apagarla.
El libro fue editado en 2011 y llegó a Argentina en mayo del año pasado por medio de EdicionesB. La recepción que obtuvo fue suficiente para que Warner Bros. compre los derechos y proyecte una megaproducción para la pantalla grande, con Cline como guionista del relato cinematográfico.
La era dorada de las series regaló otro hito para ver online o en televisión: Black Mirror, un unitario inglés con estirpe de La dimensión desconocida que ejemplifica cómo nos caga la vida el abuso de tecnología, redes sociales y el acceso ilimitado a la información. La serie va por su segunda temporada (de tres capítulos cada una) y se transmite localmente los sábados a las 22 por I.Sat.
El planteo es fácil de entender desde el primer capítulo (“El himno nacional”), una historia sobre el secuestro de un miembro de la familia real y el peculiar pedido de rescate que exige al primer ministro inglés cogerse a un chancho frente a las cámaras de los noticieros. A medida que la noticia surge a primera hora del día, las redes sociales van generando una psicosis masiva con mucha relación con el morbo de la opinión popular y el transcurso de los hechos. A nivel local, es equiparable al caso Angeles, esas dos semanas en las cuales Doña Rosa resolvió el crimen de una piba de 16 años por medio de su Facebook, sin respeto a la integridad de la familia de la víctima.
El creador de semejante autocrítica social es Charlie Brooker, un inglés dedicado a los medios que con 42 años marcó el humor, la sátira y la ironía en radio, diarios y televisión de su país. “Si la tecnología es una droga y se siente como tal, ¿cuáles son sus efectos secundarios? Esa área entre gozarla y sufrirla es donde entra Black Mirror”, explicó en su columna del diario The Guardian. “El ‘espejo negro’ del título es el que vas a encontrar en cada pared, cada escritorio y cada palma. La brillante y fría pantalla negra de una televisión, una computadora o un celular.”
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