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Jueves, 1 de agosto de 2013

AGUAS(RE)FUERTES

Think tanks

Ante la permanente gresca por dinero y poder en los núcleos barras del fútbol local, valga un rescate del verdadero tesoro del hincha argento.

 Por Juan Ignacio Provéndola

La música suena triste, oscura, fúnebre. Acompaña una noticia insoportable: dos hinchas muertos por una reyerta interna de la barra de Boca. Los especialistas en nada salen a declamar lo obvio, mientras lo obvio se vuelve obtuso. Nos roban la fiesta, dicen. Y dicen estupideces, claro. Porque la fiesta es otra cosa. Es el color que arrima a aquellos que la cotidianidad distanciaría, es el hijo que encuentra en un gol la excusa para robarle a su papá el abrazo que nunca supo darle y es el canto al amor incondicional más allá de los ánimos pendulares de un resultado. Incluso, la fiesta también es la gastada de oficina, la mojada de oreja al vecino o la ciudad empapelada con afiches después de un clásico. “Te fuiste a la B”, “Ganá una copa” o “Son hijos nuestros” no son ofensas, sino frases de amor que deberían estar en el chocolate Dos Corazones. Porque los que se pelean...

La fiesta nos quedará un poco más chica, en todo caso. La música sonará más baja, habrá menos regalitos en la piñata, tal vez debamos irnos más temprano. Pero nadie se la roba, nunca, jamás. Lo que se roba es otra cosa. Algo que nunca nos perteneció, por empezar. Por eso matan y mueren, como corsarios apuñalándose por tesoros escondidos en lo profundo del mar (del mal). Nuestros tesoros son otros. Un banderín viejo, la camiseta firmada, el poster de alguna formación legendaria o ese cantito que se nos cuela entre silbidos esperando el bondi. Y entonces viene un diario deportivo de España, el archimadridista Marca, hace una encuesta sobre la arenga “más espectacular del deporte” con opciones de fuste como el Haka neocelandés, La Marsellesa de Francia o el legendario You Will Never Walk Alone del Liverpool... y gana por amplio margen la única opción argenta: el famoso Boca, mi buen amigo, oda al amor incondicional (porque “no me importa lo que digan, cada día te quiero más”) que no contempla denotaciones peyorativas hacia los rivales, como pasa con otros cantitos.

La decisión resalta la nobleza del carácter creativo en las tribunas criollas, verdaderos think tanks de alcance internacional que mezclan repertorios de la cultura popular con expresiones propias de cada equipo (o de los barrios o ciudades que representan), luego replicadas y homologadas hasta límites insospechados, tal como ocurrió meses atrás, cuando la transmisión internacional del partido entre el Galatasaray y el Real Madrid, por la Champions League, mostró a la hinchada local inmortalizando desde Estambul para el mundo una arenga en turco al ritmo de Loco, tu forma de ser de Los Auténticos Decadentes.

Los guarismos finales estimularon rápidamente todos los dispositivos del folclore futbolero doméstico. Y así como los hinchas de Boca se golpearon el pecho exhibiendo otra estrella en su relicario emocional, los de San Lorenzo pusieron el grito en el cielo arrogándose la creación de un cantito que juzgan profanado. La evidencia es un video de 1982, época en la que el Cuervo había descendido a la B y su público procesaba multitudinariamente por todas las canchas del país en una conmovedora muestra de fe. La disputa es zonza, porque quien algo de fútbol miró en su vida bien sabe que esa canción se repite en todas las tribunas, que lo mismo es decir que les pertenece a todos los hinchas. Bien valga este pequeño triunfo inocente que nos conecta con lo más lindo de nuestras pasiones frente a las aberrantes derrotas que padecemos sin retornos ni consuelos.

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Imagen: Leandro Teysseire
 
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