EL MOVIMIENTO SUCEDE DESPIDE DOGMA
Indefinible e inabarcable, el colectivo de artistas/agitadores pone sobre las tablas un espectáculo mash up que resulta ser tremendamente moderno.
› Por Brian Majlin
Sobre una pared blanca se proyecta un documento de texto en el que el director de la obra les habla –les “chatea”– a algunos de los actores, que responden desde el escenario. Fundido a negro en la sala. El director pasa videos delirantes que cuelgan –literalmente– de algún espacio de la web. La gente ríe. El director dice –escribe– que empieza la obra...
Una voz en off hace anuncios publicitarios en clave humorística y la obra comienza. Luego hay una banda que interpreta una canción experimental y la obra vuelve a comenzar. Todo el tiempo, entre escena y escena, la obra vuelve a empezar, como si se hubiera roto el hilo de continuidad. Y es que Sucede –ese grupo artístico que presenta una obra radicalmente distinta en cada presentación– funciona como una aplicación web: como si el espectador estuviera constantemente invitado a espiar las pestañas que abre el director en el navegador de una computadora.
“Pinta tu aldea y serás universal.” La cita, atribuida al novelista ruso León Tolstoi, cabe perfecto al proyecto de esta compañía. Organizados en sketches o secciones de poesía estéreo, monólogos, microrrecitales o stand up –e incluso alguna improvisación–, aparecen en escena infinidad de situaciones de época. Emergentes generacionales que provocan la risa, la complicidad del espectador a partir de la identificación inevitable. Por la reproducción teatralizada –satirizada– de los desamores y ansiedades, de las neurosis colectivas e individuales, los sometimientos de la rutina.
Veintidós artistas conjugan sus creatividades en el Sucede. Hoy en la función Dogma, antes con el Cabaret Digital y aún antes con el Trash Deluxe –chatarra de alto consumo– o el Falso Folk. Escritores, novelistas, cuentistas, narradores, músicos, bailarines. Siempre como chicos –que reclaman atención constante pero que sacan una risa tras otra con sus ocurrencias–. Sagrado Sebakis, Andy Sakkal, Claudia Farías, Diego Arbit, Ania Lunar, Ale Berón, Jorgelina y Eric Mandarina, Mariana Bugallo, Leonio, Alvaro Mugrabi, Nahuel Briones, Anabel Fasanelli, Emiliano Romero, Noelia Prieto, Carolina Basso, Tomás Larrinaga, Luzila Bucari, Santiago Adano, Hernán Modarelli, Eric Robinson y Nanu. Un grupo de talento que se nutre de una observación casi sociológica para producir su repertorio.
Todos provienen de un circuito subterráneo que corroe las entrañas y las formas superficiales porteñas. Allí, en ese reducto de arte sin luces ni marquesinas ni etiquetas de género, hay un río de palabras que fluye. Y emergió por algún quiebre, en alguna falla de la superficie, el día en que el Centro Cultural Matienzo les dio cabida.
Algunas de las etiquetas que se adhieren al relato de Sucede son el mash up –multiplicidad de herramientas aplicadas a un nuevo lenguaje– o los simpáticos y ultramodernos “teatro de supervivencia” o “de peregrinación”. Son vanguardistas y heterodoxos, en una búsqueda artística que constituyó un código propio, fusionando herramientas digitales y analógicas. De allí, probablemente, la identificación generacional con el público. Aunque por momentos pareciera que es improvisado –sobre todo cuando hacen su paso de la gorra, porque es un show netamente a la gorra pero también exige una interpelación a la dignidad del espectador, que sepa valorar al artista–, evidencian un trabajo esforzado. Con mucha creación y ensayo semanal.
Ya dieron más de 50 funciones en dos años. Lo que empezó como un ciclo es hoy un manifiesto. “Un movimiento artístico”, dirá Sebakis, el gran creador del monstruo –forma que eligen para nombrarlo y nombrarse–. “Esto es como un animal que se alimenta y tiene necesidades. Que cuando necesita de más gente tiene más gente. Que cuando necesitó más espacio se movió a otra sala”, relata con naturalidad, mientras asienten Sakkal, Arbit y Bugallo. Así pasaron de Matienzo a Casa Brandon y de ahí a La Oreja Negra. De treinta a más de 150 espectadores como promedio cada fin de semana.
Cuando suman gente –y es todo un síntoma de lo que expresan– hablan de “invitar a jugar” a tal o a cual. Es una expresión lúdica, imbuida de un espíritu voyeur en el que implican a los espectadores. Despertaron algo novedoso que se percibe en la energía de sus shows. Cada nueva función tiene, además, una nueva banda invitada, preseleccionada entre las tantas que quieren participar. Pasaron, entre otros grupos y solistas, Tomi Lebrero, Paula Maffia, Las Carmelitas, Julio y Agosto, Sentime Dominga y Ania Lunar –que luego se incorporó al elenco con su ukelele magnético–.
Será difícil encasillar a Sucede y los espectáculos que vendrán, como el que preparan para octubre y del que no adelantan mucho. Tanto como evitar reírse y sentirse interpelado por el lenguaje que proponen.
* Sucede genera Dogma se despide el domingo 25
en La Oreja Negra (Uriarte 1271). A las 21. A la gorra.
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