DE FIESTA 1: EL REGRESO DE LAS NAVE JUNGLA
Creadas a finales de los ’80 por Sergio Ainsestein, durante el menemato fueron un capítulo friki de la contracultura intimista.
› Por Juan Ignacio Provéndola
“La realidad es sólo otra forma de alucinación”, dice una voz sin voz desde el más allá de un letrero luminoso made in ‘90 que durante toda la noche titilará frases sin parar desde algún rincón del salón. ¿Mensaje encriptado o marca de época? Las dos cosas: Nave Jungla, fiesta emblemática de otra era geológica, vuelve con el desafío de actualizarse sin perder los rasgos que la definieron en su tiempo y espacio; la apuesta de modernizar una propuesta que fue moderna en la antigüedad, a riesgo de oler a naftalina y juntar polvo en los rincones de la nostalgia.
Creada a fines de los ‘80 por Sergio Ainsestein (cofundador del fundamental Einstein Bar junto a Omar Chabán), las Nave Jungla fueron una fiesta intimista dentro de la fiesta menemista. A la pizza con champagne, los viajes de shopping a Miami, el festival de siliconas y las promesas de viajes a Japón vía estratosfera, la Nave ofrecía un espacio de resistencia marginal con pistas de baile, performances teatrales, enanos, fakires, psicodelia, imágenes paganas y un catálogo de delirios que les dieron su carácter mitológico a noches en donde lo mismo podían estar Charly García con Los Redondos, el periodista Fabián Polosecki filmando para su programa El otro lado o Iggy Pop confirmando lo que ya le había dicho James Brown.
Un viaje onírico y surrealista que se interrumpió en 1999 con la clausura del local de Nicaragua y Scalabrini Ortiz. Ainsestein volvió a la carga a partir de 2007, aunque esta vez ya sin lugar fijo y con un espíritu itinerante, tal como sucedió el sábado pasado en el Salón Irreal, un sótano por Perón y Talcahuano inundado por esa aura bizarra, festiva y lisérgica. O sea: una bailarina clásica dando piruetas al ritmo de la rabdomancia, Blancanieves bailando hasta quedarse en tetas mientras unos enanos se las cabecean o una pareja tomando el escenario para chaparse mientras los mira una virgen enjaulada. Tres formas de entender el amor. “Es que a las fiestas de ahora las veo berretas, no tienen corazón”, dispara Ainsestein, mientras cualquier boliche contrata a un one-hit-wonder criollo démodé y tan sólo con eso logra ganarse los fervores populares. ¿Continuará?
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