Jueves, 5 de septiembre de 2013 | Hoy
DE FIESTA 2: EL ANIVERSARIO DE LAS +160
Ya hace once años que este ciclo devuelve la electrónica a su hábitat más natural: un under cosmopolita, creativo y en constante recambio.
Por Yumber Vera Rojas
Salvo por una tríada de oficinistas que alargaron el happy hour, el Bajo porteño chilla de silencio. Córdoba, Viamonte, Tucumán, y más adelante Lavalle. Al atravesar la última calle, una cola de chicos rompe con el angustiante cuadro de soledad urbana. Ya cerca de la puerta, una rubia bien pendex, encara al patovica y le advierte que las listas free caducan en 10 minutos. Son las 2.20 de la madrugada. En el abrir y cerrar de puertas, se cuela un eco que avisa que el house comenzó a calentar la pista, pero aún falta rato para soplar las velas.
La +160 celebró su decimoprimer aniversario el pasado viernes, y su propio organizador, el dj Bad Boy Orange, recibía a los invitados que traspasaban la compuerta dimensional hacia el dance con un chupetín. Al tiempo que Rama ameniza el hall del club Bahrein, uno de los reductos de la electrónica capitalina, en el subsuelo DJ Buey, embajador criollo del drum and bass (junto al anfitrión), desflora un set que obliga a balancearse hacia adelante y hacia atrás, espasmódicamente, con fuerzas, a veces con ondulación.
Por las bandejas de la disco que alguna vez fue sede de un banco ya pasaron Andii Diedishei y DJ Felipee, en un rato lo harán Catnapp (la novel sensación de la electrónica patria), quien le advirtió al NO que las líneas de bajo ya fueron, y DJs Pareja, tándem recién regresado de su tour europeo, cuya performance se tornó irresistible, adictiva (se sostiene en un house duro, old school, oscuro y lujurioso, en el que mechan su himno De la cabeza, que le da pelea al Please Me de Poncho).
No obstante, a diferencia de otras ediciones, la +160, fiesta/ciclo que defendió a capa y espada los géneros de beats rápidos y quebradizos, esta vez se tornó en un GPS del dance porteño, pues evidenció el regreso de la movida a su hábitat natural –tras la parafernalia festivalera, sólo apta para artistas extranjeros, volvió al under–, la variedad de ofertas de palos diferentes, el temperamento creativo y el recambio generacional de público. Antes de que el festejo entregara el resto, Orange se subió a la cabina para su set. Le dijo algunas palabras a la audiencia pero no demoró mucho: quería prenderle fuego a la pista.
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