“EL OTRO LADO”, 1993-2003
Diez años
”Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas”, relataba Fabián Polosecki, Polo, en “El otro lado”, el programa de televisión que él había creado y que aún hoy –chequear “Ser urbano” si no– hace notar su huella en el medio. Gustavo Fabián Polosecki, periodista, se suicidó a los 32 años arrojándose al paso de un tren, cerca de una estación del Gran Buenos Aires. Eligió el mismo cruce donde tiempo antes había filmado para su programa de TV a un maquinista que le contó que ése era el lugar favorito de los suicidas. El testimonio era tan fuerte que no lo pusieron al aire. Quedó en anécdota, pero se exhumó cuando él decidió poner fin a su vida, en diciembre de 1996. Periodista gráfico desde los 20 años, llegó a la televisión de casualidad. Empezó haciendo micros de notas “raras” en “Rebelde sin pausa”, un programa freak que iba después de la medianoche por ATC. Escribió sobre chimentos, rock, teatro underground y cine; en Radiolandia 2000, Fierro y Nuevo Sur.
Pero “El otro lado” fue su obra maestra: abordó temas y personajes que la televisión ignoraba por su natural culto a la instantaneidad. Polosecki fue la antitelevisión. “El otro lado”, un espacio donde hablaban ladrones, policías, ex guerrilleros, jugadores compulsivos, estibadores del puerto, travestis y prostitutas, bomberos de una isla, extras de televisión, pescadores del río, actrices y realizadores porno, habitantes de una villa de emergencia. Eran escuchados. Y en su propio tempo.
En su momento, el programa se vio poco, pero a través de los años suman cientos de estudiantes de cine y periodismo los que se pasan de mano en mano los VHS con copias de cada capítulo. “El otro lado” innovó en muchos sentidos, y uno de ellos fue el formal. A caballo entre realidad y ficción, Polosecki construyó un personaje para su programa que buscaba historias por la ciudad. Decía una voz en off que él había sido periodista, y que un día todos los editores se dieron cuenta de que podían prescindir de sus servicios. Ahora escribía historietas. Con eso se ganaba la vida.
El próximo lunes se cumplen 10 años de la primera edición de aquel programa. Vaya a saber, ahora, qué calles de qué ciudades recorre el guionista, enfundado, siempre, en su jean gastado, las zapatillas negras y su campera de cuero. Algo es seguro: va tras una buena historia.
MARCELO CRESPO