EL ALUNIZAJE DE LUCIANA TAGLIAPETRA
La joven compositora tucumana construye tras su densa voz una atractiva y personal propuesta de canciones honestas, sensibles y hasta temerarias.
› Por Juan Barberis
Se hunde el play y ahí estás: todo un desconocido ocupando una parcela dentro del mundo privado de Luciana Tagliapietra. Frente a ese territorio construido bajo el atractivo pero barroso arte de la confesión total, es difícil permanecer neutral: querrás aconsejar, querrás cuidar o querrás querer. Su voz –muy grave para el estándar pop, demasiado linda para ser de fumadora– narra con gracia y estilo su vida, entre momentos de amor o desesperación en los cuales lo intenta todo, hasta esa locura de ofrecerse como ama de casa para convencer a su chico de ser su mejor opción. Es pura entrega y ensaya panzazos irracionales sobre las aguas del amor, uno tras otro. “Soy muy confesional y me entrego, a veces demasiado”, confirma con algo de vergüenza, a 1200 kilómetros de casa, en un bar de San Telmo. “Necesito usar la voz. Es liberador poder expresarme en forma de arte.”
Luciana Tagliapietra nació y vive en San Miguel de Tucumán. Criada en una familia de músicos, los estímulos cayeron temprano y en cantidad. Su padre, Micky, es santiagueño, músico, y ostenta el distinguido honor de haber sido integrante de la banda de Jacinto Piedra, todo un emblema de la música de Santiago del Estero; su madre, Adriana Tula, es también cantante reconocida de folclore y artista de peso que suele presentarse en la plaza Próspero Molina en el clásico Cosquín. Dentro de esa disposición, Luciana –nacida a mediados de los ‘80– asimiló esa aparente libertad y empezó a canalizarla de diversas maneras: dibujos, pinturas, textos, música. “De más chica me imaginaba escritora más que compositora”, rememora. “Me gustaba pintar, dibujar, pero se ha dado todo naturalmente. De hecho estudié muy poco, fue lo que he ido aprendiendo y absorbiendo en la vida.”
La personalidad artística de Tagliapietra, cruzada por el folclore y el pop y el rock de The Beatles, Charly García y Rosario Bléfari, se torneó como una herramienta de canalización cotidiana, resultando en pequeños films protagonizados por una chica bonita de vestidos floreados que siempre quiere y pelea, pero que no todo el tiempo se sale con la suya. “Primero, de muy chiquita, componía muchas canciones para papá cuando lo extrañaba. Después, bueno, empezaron a ser para los novios, y así...”, apunta.
Tras iniciarse en Proyecto Conzelman y soltar sus canciones en vivo con Monoambiente –grupo por el que pasaron los principales referentes de la canción pop tucumana–, se volcó a su plan solista cristalizando su fuerte personalidad compositiva, costumbrista, a veces irónica y fatalista, pero nunca melodramática. La Luna, su último disco, publicado por Melopea este año, funciona como el cierre de una sólida trilogía que empezó con Los domingos (2009) y Diagrama de Ben (2011). En esta última entrega, el pop cancionero y naïve de Tagliapietra luce resplandeciente a bordo de una banda de salón que trabaja con precisión minimalista canciones de amor y desamor con cierto olor a nostalgia. “Es un disco con más limpieza”, precisa. Grabado de manera analógica y sin retoques digitales, cuenta con buena parte de la familia (cantan su prima de 12 años y su madre y toca su hermana Agostina, guitarrista de la banda) y la participación de Litto Nebbia, en voz y producción sobre dos canciones. “El año anterior a grabar La Luna estaba todo el tiempo escuchando sin parar su primer disco, Litto Nebbia, pero de casualidad”, confiesa todavía algo sorprendida. “De hecho El gigante, el tema que cantamos, siempre me pareció que era para él, se lo decía a todos, y al final terminó siendo así. Litto es un hombre muy fresco y se dio todo naturalmente. Fue la magia del destino.”
Ahora, su breve obra brinda opciones a los cánones agotados del pop, propone renovación y atrae la atención de Daniel Melero (productor de Diagrama de Ben) o Julieta Venegas, confesos admiradores de su música. “Cuando Julieta Venegas puso en Twitter que estaba escuchando mi disco casi me muero, yo la adoro, es como un genio para mí”, asegura Luciana. “Yo voy haciendo las cosas con mucha honestidad y creo que todo esto se da a fuerza de corazón. Tengo mucha confianza en mis canciones, son la cosa que más quiero en el mundo, es la forma que yo tengo de expresarme y nunca lo he forzado. No sé de dónde viene, pero es para mí algo muy sagrado.”
* Jueves 10 en la Sala Muiño del Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551, 4 piso). A las 20.
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