GRAHAM COXON EN ESTADO DE GRACIA
El elemental guitarrista de Blur recuerda cómo “Parklife creó un nuevo mainstream”, entreabre la puerta a la continuidad del grupo luego de la reunión que lo devuelve a Argentina, recuerda el detrás de escena del brit pop y señala la importancia de dejar los fantasmas dentro de la máquina.
› Por Yumber Vera Rojas
En su edición del 29 de agosto de 2002, el diario inglés The Mirror, a través de su columna 3am, encendió las alarmas: “Blur se quedó sin guitarrista”. Si bien Graham Coxon desmintió esa noticia, el resto de los integrantes del grupo británico estaban en Marruecos grabando Think Tank, mientras el violero permanecía en Londres, dándole forma a su cuarto disco solista, The Kiss of Morning. Lo que, por supuesto, levantaba todo tipo de sospechas, fundamentadas además por los problemas de carácter que el músico arrastraba luego de una rehabilitación de su adicción al alcohol, en 2001, en especial por sus desencuentros con Damon Albarn, vocalista del combinado, amén de compinche suyo desde los 12 años. Ya para octubre de ese año, su salida era oficial. “Muchos creen que era más fácil tratarme cuando estaba ebrio porque me mostraba más sumiso”, manifestaba entonces al periódico escocés The Scotsman, en referencia a su desacuerdo con que Fatboy Slim participara en la producción del último título de estudio de los de Colchester, lo que sirvió de excusa para que sus compañeros evidenciaran su fastidio de seguir trabajando con Coxon.
Blur intentó salir adelante sin este músico, cuyo último aporte a la banda fue una línea de guitarra grabada antes de su salida para el tema Battery in Your Leg, que cierra Think Tank (la tapa del álbum es del artista plástico británico Bansky). Pero el grupo, luego de girar con el violero Simon Tong (ex The Verve) para presentar ese material, se tomó un hiato en 2003. Así que mientras el bajista Alex James se armaba una granja para producir queso y el baterista Dave Rowntree incursionaba en política, Albarn se mantuvo en la música con una chorrera de proyectos solistas y grupales –de los que sobresalen el laboratorio sonoro virtual Gorillaz y el todos estrellas del rock The Good, The Bad and The Queen–.
No obstante, al tiempo que aseguraba que la agrupación no estaba separada, el cantante del conjunto creado en 1989 advirtió que la única forma en que Blur regresaría a la actividad sería cuando retornara Coxon, quien se mantenía concentrado en la crianza de su hija Pepper, su carrera solista, la confección de tapas de discos y pinturas –estudió en la escuela de bellas artes Goldmisth College, donde conoció a James– y su extinto sello Transcopic.
Después de que en 2005 una estación de radio británica especuló con que Blur grababa un EP, los rumores acerca de la vuelta de la banda aumentaron, hasta que en 2007 sus miembros lanzaron en la página web del conjunto que habían compartido “un almuerzo agradable” y que no había planes de reunir al grupo en lo inmediato. Pero un año más tarde, tras presentar la ópera en mandarín Monkey: Journey to the West, Albarn le dio fin al toma y daca de la incertidumbre al anunciar que el cuarteto, con sus componentes originales, ofrecería un show en el Hyde Park de Londres el 3 de julio. Al que, ante la euforia que desató la noticia, agregó un segundo recital para el día anterior. Coxon, uno de los mejores violeros del rock británico, manifestaba sobre este reencuentro: “Aunque pienso que es igual a montar una bicicleta, pues sólo debemos subir el volumen, hay otra parte de mí que es muy cuidadosa”. Lo que inicialmente comenzó como un par de shows, el souvenir y chau, se extendió a una gira mundial, a la grabación de tres nuevos singles y a la continuación de un sueño que no quiere expirar.
“Damon y yo estamos bien. Recién vengo de ensayar con él, y la relación que llevamos adelante es muy parecida a lo que siempre fue”, le aseguró Graham Coxon al NO, por teléfono desde la oficina de su manager en la capital inglesa. “Pese a que sostenemos una charla musical, la vida es más complicada para los dos ahora. Ambos tenemos familia, somos adultos. La mayor parte del tiempo lidiamos con una gran cantidad de responsabilidades en nuestras vidas personales.”
A partir de esta reconciliación, principalmente, el cuarteto británico, tras su debut en Buenos Aires en el Luna Park en 1999, regresa a esta capital, al igual que sucedió a lo largo de casi todas las actuaciones de esta reunión, como cabeza de cartel de un festival. “Tengo muy buenos recuerdos de esa primera visita. Fue muy pero muy caliente, no sólo por los dos recitales que dimos, sino por la ciudad en sí. Me sorprendió lo linda que es Buenos Aires, aparte de que me recordó mucho a casa. En una calle en la que vendían cosas típicas locales compré un mate, que conservo en mi hogar. Tal vez me lleve otro en esta oportunidad.”
–Estamos contentos por la respuesta de los fans, pero sobre todo nos emocionó que existiera una nueva generación de público que esperaba nuestra vuelta. A cada lugar al que vamos seguimos sorprendiéndonos con la reacción de la gente, con la cantidad de personas que quieren venir a vernos, al igual que con su entusiasmo.
–A medida que pasamos juntos más tiempo, surgen un montón de ideas. El hecho de que hayamos reversionado algunos de los temas clásicos de la banda para estos shows es una muestra de ello. Cuando Blur se separó, en realidad no lo hizo, sino que llegamos a un acuerdo vago de que nos tomaríamos una pausa. Si bien yo fui el que dio el primer paso, nos encontrábamos en una situación en la que cualquiera podía hacerlo porque estábamos exhaustos. No sé si fue la mejor decisión, pero sinceramente necesitaba un descanso. Me pareció muy natural que tuviéramos nuestros propios espacios para desarrollar otros intereses ajenos al grupo, para luego volver y ver cómo nos sentíamos. No obstante, la agrupación es nuevamente una fuente de placer para todos, pues nos permite hacer lo que más nos gusta. Hoy esto no es una obligación.
–No hay prisa. Nos limitamos a hacer las cosas cuando las necesitamos o en el momento que creemos idóneo. No es nada oficial, más allá de lo que los medios digan. Lo que grabamos en este último tiempo lo tratamos de mantener entre nosotros, porque, si decimos que estamos haciendo algo, seguramente no nos dejarán de fastidiar. Y estamos viejos para eso.
–Siempre me gustó tocar Beetlebum porque, más allá de que es estupenda, no me exige tanto esfuerzo, lo que no le resta emotividad. También estamos haciendo Caramel, que es otro tema que me encanta, pues me permite jugar un poco. Estoy orgulloso de ser integrante de Blur debido a que nuestras canciones son realmente buenas, lo que la audiencia confirma en los shows a través de su respuesta positiva. Si bien a estas alturas nada de esto me sorprende, sin duda me da mucho placer. Y eso nos pone muy felices.
–Se podría decir que Modern Life is Rubbish, porque los directivos de la compañía a la que pertenecemos, apenas lo escucharon, vaticinaron que iba a ser un fracaso. Y creo que de cierta forma tuvieron razón, pero predijo asimismo nuestro futuro musical. Su importancia radica en que sirvió de transición para Parklife, el disco que vino luego, que apareció a manera de respuesta británica al auge del movimiento grunge, y con el que captamos la atención no sólo de la escena del Reino Unido, sino de todo el mundo. Con él creamos un nuevo mainstream, me parece. De manera que el segundo trabajo de Blur fue una suerte de modelo a seguir debido a que demostró que no estábamos tan locos con el camino que tomamos.
El combinado comandado por Damon Albarn reincide en la metrópolis rioplatense de esta orilla (aunque el cuarteto en esta gira sudamericana se estrenará en la otra, Montevideo) tras los desembarcos porteños de Noel Gallagher junto a su actual combo, High Flying Birds, de Pulp y de Suede, todos supervivientes del britpop, movimiento que ciertamente se transformó en la invasión británica de la cultura pop de los noventa, al igual que en la respuesta de esas islas europeas al grunge. No obstante, encasillar a Blur como una banda exclusivamente de esa escena, a la que recientemente Kevin Shields, frontman de My Bloody Valentine (referente elemental del shoegazing, el conjunto irlandés volvió al ruedo este año con un discazo: mbv), consideró “una conspiración del gobierno británico”, significaría mermar su prolífico caudal sonoro. Si bien muchos le achacan, al lado de Oasis, la paternidad de la avanzada influida por los grupos de pop de su país de los sesenta y setenta, con el single Popscene (1992), los autores de Girls & Boys debutaron izando una bandera shoegazer, levitaron en el indie rock y su futuro quedó en vilo luego de flirtear con la electrónica.
“Nunca fuimos parte del britpop”, afirmó Graham Coxon en este diario, en la entrevista que le hizo Mariana Enriquez para el suplemento de Cultura & Espectáculos, antes de su primera incursión en la capital argentina. “No me sentí cómodo con eso, ni me gustó, aunque es cierto que cuando empezamos salieron muchas bandas. Algunas tenían un estilo similar, otras definitivamente no. Como a tantos otros, nos incluyeron en el paquete. Porque es más fácil para la gente, para la prensa y demás. Le gusta hablar de ‘movimientos’, o de estilos.” Casi un lustro más tarde, el ímpetu del exponente de 44 años cambió, pero no su opinión. “Me bajoneaba que la gente no encontrara otra forma para llamarnos”, draga el genio de bajo perfil, nacido en la desaparecida Alemania Occidental (su padre era músico de la Armada), quien, pese a que compone una de las grandes agrupaciones británicas de todos los tiempos, titubea en cada respuesta con la timidez de un pendejo al que el rock lo deslumbra tanto como lo aterra. El mismo guitarrista que explicó que tocaba con una Gibson Les Paul porque es “lo suficientemente pesada para trabajar muy bien, y sobrevivir”.
–Fue agradable tocar con Noel. Tiene un estupendo sentido de la armonía, lo comprobé nuevamente cuando cantamos las mismas partes juntos. Se puede ver que conserva la atmósfera de los noventa, y eso fue muy bueno. Pudimos hablar acerca de muchas cosas, y dejar atrás algunas otras. Ahora lo ven como ridículo, pero cuando vos tenés 20 años y formás parte de un grupo, hacés todo lo posible para que tu banda se destaque y sea exitosa. Por lo que uno puede llegar a ser un tanto prepotente e incluso violento.
–Hacemos lo que queremos porque tenemos intereses bien definidos y, a veces, si no hago lo que deseo, quizá me vaya a arrepentir cuando sea un tipo grande, ¿sabés? Por eso uno fabrica queso y el otro estudió Derecho e incursionó en la política. Sin embargo, además de grabar mis discos, también me dediqué a la crianza de mi hija, y a la pintura y la escritura.
–La verdad es que lo hice a las apuradas. Fue un trabajo al que me acerqué desde una perspectiva más o menos amateur. Así que es bastante diferente del anterior, The Spinning Top (2009), que era más del palo del folk psicodélico.
–Ya no soy el mismo tipo de persona que era antes. Es un buen momento para nosotros. Lo único que me desagrada es que cuando estamos de gira puede ser muy agotador. Te convertís en una especie de zombi: viajás y tocás, tocás y viajás. A pesar de eso, me siento muy feliz de poder disfrutar de este presente. Tené por seguro que si no la estuviera pasando bien, ya me hubiera bajado de esta reunión. No tenemos que hacer ningún tipo de esfuerzo para seguir juntos. Todos queremos ser parte de esto.
–Oh, no sé. No pensé todavía en ello. Supongo que podría dedicarme un poquito a la pintura, que tengo abandonada, o a escribir algunos cuentos. Hay muchos proyectos que quiero llevar adelante, o simplemente invertiré mi tiempo en dar largos paseos y construir una buena moto. Tengo varias canciones que deberían ver la luz pronto, ahora que lo pienso. Así que de lo único de lo que estoy seguro es de que no sé qué voy a hacer el año que viene.
* Sábado 2 en la segunda jornada del Quilmes Rock, Ciudad del Rock (ex Parque de la Ciudad, Av. Roca y Escalada). A las 21.
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