ENTREVISTA CON KARL HYDE, LA MITAD SINIESTRA DEL DúO SINIESTRO
Mientras Creamfields Buenos Aires 2013 ya calienta cabinas, carpas y baños químicos, la voz de la banda británica que será una de las grandes atracciones de la fiesta toma distancia de Trainspotting 2, husmea la escena electrónica y descubre su oscuro plan solista.
› Por Yumber Vera Rojas
“Adoro Buenos Aires”, asegura, por teléfono desde la capital inglesa, Karl Hyde, quien junto con el productor y tecladista Rick Smith fundó Underworld, el laboratorio electrónico que regresa a esta orilla del Río de la Plata como acto estelar de nueva Creamfields porteña. “El público tiene una energía tan fuerte que es imposible olvidarla”, justifica. No obstante, esta leyenda de las pistas de baile nacida en 1980 en Romford, al norte del Gran Londres, se reencuentra con el público argentino en un momento en el que sus creadores se concentran en sus respectivos emprendimientos personales. “Es muy interesante lo que sucede, porque me pasé la mayor parte de este año girando con mi proyecto solista, haciendo otro tipo de música”, concede el vocalista y guitarrista de 56 años. “Mientras que Rick estuvo concentrado, también, en sus planes en solitario. Así que, cuando nos reunimos en función de Underworld, recordamos lo bueno que es estar juntos por 33 años. El hecho de separarse un poquito, y de ir por diferentes caminos, reactiva nuestra energía cada vez que nos reencontramos. Aunque no sé qué vamos a presentar en esta ocasión.”
–Cuando Brian Eno me convocó para participar en Pure Scenius, un proyecto de improvisación en vivo que presentamos en 2009 en el Opera House de Sydney, lo disfruté tanto que, más allá de repetir la maravillosa experiencia de reunirme con músicos talentosos, me interesó el concepto de improvisar que sostiene Brian. A lo que se sumó mi fascinación por la gente que vive en la periferia de Londres.
–Mi intención fue escribir sobre asuntos muy íntimos míos, observaciones personales acerca de lugares, que es lo que a veces hago en Underworld. No obstante, la idea era sacarme de encima cualquier rasgo que pudiera asociar mi trabajo en solitario con lo que hago con Rick. No quería hacer una versión barata de Underworld. Por eso apunté hacia un sentido opuesto, tranquilo e introspectivo. Y el disco fue tomando forma en muchos de los lugares a los que viajé. Inicialmente iba a ser un registro chico, pero luego tomó otra dimensión. Al mismo tiempo, mientras iba al estudio para las sesiones de Edgeland, descubrí un mundo impensado para mí, que derivó en un documental que hice con el realizador Kieran Evans, The Outer Edges, que registra ese mundo marginal, limítrofe.
–Pegamos muy buena onda mientras tocábamos con Brian, así que en los ratos libres nos reuníamos en el estudio para experimentar. Cuando yo cantaba, él reaccionaba. Fuimos registrando los resultados de esos encuentros, que al final se transformaron en 80 canciones. Lo que nunca hicimos fue regrabar los temas, los mantuvimos tal cual como los interpretamos originalmente. Nuestra intención era ser honestos con el momento en el que se gestaron.
–Por primera vez me tuve que hacer cargo de ser líder de un grupo humano, de reunir a los músicos, de decirles qué deben hacer, y al mismo tiempo de tratarlos a todos por igual, pues mi última experiencia colectiva fue Underworld. De manera que en mi banda todos somos muy amigos. Es una experiencia positiva. Me sentí muy bien asumiendo esa responsabilidad, haciéndome cargo de ese reto intelectual. Y creo que la devolución del público es muy buena en los shows.
–Los fans de Underworld saben desde qué lugar hice mi álbum solista. Lo que cambia es el contexto, yo sigo cantando igual. La diferencia radica en que, a diferencia de lo que pasa en mi propuesta solista, Rick y yo concebimos un proyecto claramente orientado al dance. Para sintetizarlo mejor: Edgeland es como si Underworld hiciera música indie.
–La verdad es que lo de los Juegos fue más un proyecto de Rick que mío. El quería hacerlo, y yo lo ayudé en la parte compositiva: melodías, climas. Ese fue mi aporte, contribuir en el estudio con la música del espectáculo. Diría que lo mejor que me pasó en mi carrera fue la realización del documental que surgió a partir de la grabación de mi disco, pues muestra una cara desconocida de nuestra sociedad, la gente a las afueras de Londres viviendo en condiciones extremadamente difíciles.
–No tengo idea. Estoy concentrado en lo que sucede ahora, en nuestro show de Buenos Aires.
Mientras Boyle prepara efectivamente la segunda parte de Trainspotting, que estará inspirada en el film cubano Memorias del subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea, Underworld está en deuda con aquel hit cinematográfico y generacional de los noventa, ya que disfrutó del gran espaldarazo que le brindó la inclusión de dos singles suyos en la banda sonora: Dark & Long (Dark Train) y Born Slippy NUXX, tema central del largometraje. Dueña de una memorable introducción, el shock que causó ese corte promocional provocó asimismo un envión para todo el movimiento de la música electrónica. “Son esas canciones que aparecen raramente en la vida de un artista, pero una vez que suceden, trascienden el tiempo y los géneros”, asegura Hyde. “Recuerdo que era un momento infeliz para mí, pues era alcohólico, por lo que la letra se convirtió en una expresión de mi deseo por encontrar la felicidad. A lo que Rick le puso esos teclados que la transformaron en una bomba atómica. Lo interesante de cuando la gente la escucha y baila con esa energía es que lo hace a partir de un deseo de cambio.”
–Vengo escuchando electrónica desde los setenta, gracias a grupos alemanes de esa época, como Kraftwerk o Tangerine Dream, que fueron protagonistas de algunos de los shows más míticos de la vanguardia musical. Una de las cosas que más me gustó de esta escena es la manera en que evolucionó, más que en géneros o escenas, a través de todos los sonidos que fue capaz de manufacturar. Esa búsqueda de horizontes sirvió de aliciente creativo tanto para la electrónica como para el dance. A diferencia de otros estilos, que se basan siempre en los mismos motivos. Por eso estoy tan feliz de ser parte de ella.
–Me gusta mucho Disclosure por lo que lograron a su tan corta edad. Aunque no los considero un proyecto de electrónica, sino que los veo más próximos a la cultura pop. Escucho algunas radios que pasan música del under inglés. Si bien no sé cómo se llaman los nuevos artistas, realmente tienen propuestas fantásticas, hay artífices de experimentos increíbles.
Las categorías, no sólo en la electrónica, sino en toda la música popular contemporánea, siempre intentaron definir un momento o a un artista. Y no necesariamente son inventos de la banda o del solista. Te podría decir cómo llamaría a nuestro sonido, y ni siquiera lo metería en el dance. Pero de nada serviría: el periodismo o la industria al final siempre se salen con la suya.
–Fue muy divertida esa época. Recuerdo que nos disfrazábamos, que nos poníamos ropas muy coloridas, y no teníamos una moneda. A nivel musical, Freur estuvo adelantado a su época, por eso no funcionó. Curiosamente, rescaté la canción que le dio nombre a ese disco para los shows en vivo de mi proyecto solista. Si bien cometimos algunos errores con aquel grupo, lo bueno es que fue el puntapié para la creación de Underworld.
Underworld se presenta el sábado 9, en Creamfields Buenos Aires 2013, Av. España 2230, Costanera Sur. A las 23.30.
Lanzado en abril, el primer álbum en solitario de Karl Hyde está conformado por nueve canciones. Esta ópera prima, en la que el vocalista de Underworld tiene como coequiper a Leo Abrahams (se le conoce por sus colaboraciones con Carl Barat, Jarvis Cocker o Paul Simon), está abocada a una electrónica de intenciones paisajistas, semblante calmo y reflexión introspectiva. Se trata de un repertorio en el que este ducho batallador del beat desnuda la intención pistera de mostrar su costado más épico. La publicación del álbum coincidió con la presentación del documental The Outer Edges, en el que el Hyde se juntó con el director Kieran Evans (Finisterre) para descubrir la periferia del norte de Londres, a la que la voz de Underworld conoció mientras viajaba diariamente para grabar Edgeland.
Luego del lanzamiento en 2010 de Barking, octavo álbum de una discografía que se estrenó en 1988 con Underneath the Radar, Underworld presentó al año siguiente, y en simultáneo, dos compilados: 1992-2012 The Anthology, que recoge sus principales temas y algunas rarezas, y A Collection, donde colaboran Tiësto y Brian Eno. Si bien por ahora no piensan en un nuevo título de estudio, Hyde asegura que no paran de trabajar. “Haber trabajado con Tiësto y Brian nos pone muy contentos, es un reconocimiento a una carrera muy extensa”, dice Hyde. “Son artistas muy importantes que nos acompañaron para celebrar ese hecho. No obstante, no hemos dejado de grabar. El año pasado pusimos a la venta Isles of Wonder, la banda de sonido de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Londres, y en 2011 apareció el soundtrack de la obra de teatro Frankenstein (producida y dirigida por Danny Boyle)”, enumera el cantante, y señala: “Si le agregás mi primer disco en solitario, está claro que tiempo no nos sobra”.
Después de que el Autódromo de Buenos Aires sirviera de sede de las Creamfields porteñas entre 2007 y 2012, el evento regresa este sábado 9, desde las 16, a la ex Ciudad Deportiva de Boca, en Costanera Sur, predio donde la franquicia electrónica tuvo lugar entre 2004 y 2006 (el año en el que, casualmente, Underworld debutó en estas tierras). Además de la agrupación inglesa, cuyo set repasará clásicos, la decimotercera versión local del festival reunirá a algunos de los máximos embajadores de las pistas de baile a nivel mundial. Aunque la grilla no contará esta vez con David Guetta, tras tres años consecutivos, en esta oportunidad reincidirán en las bandejas artistas que ya juegan de local, como Above & Beyond, Steve Angello, el infaltable Richie Hawtin, Sasha y Sven Väth.
A los que se sumarán los recomendadísimos Dimitri Vegas & Like Mike y Visionquest. Al tiempo que la representación local estará encabezada por Hernán Cattáneo y Zuker.
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