CARNAVALE DI VENDETTA Y SU ESTADO DE “EMPELOTAMIENTO”
El cantante Francesco Vagamundo pela culo en escena y alcanza el éxtasis con una banda que, según sus integrantes, ya no tiene retorno.
› Por Julia González
Cuentan las antiquísimas versiones del relato pagano que en las noches de carnaval se jugaba al “vale todo”: los festejantes llevaban máscaras y se regalaban completos a la farra. Fiestas dionisíacas, bacanales y lupercales representan los orígenes de lo que hoy conocemos como “carnaval”; un despilfarro de amantes, banquetes y más. Y tal vez de ahí venga Carnavale di Vendetta, que se entrega, se celebra y propicia el baile a través de ritmos gitanos, como una ofrenda a los asistentes.
Hace tres años no imaginaban este presente, acuñado después de grabar un disco que suena como se llama (Sangre, sudor y ritmo), y que vino con la yapa de una gira en 2012 por México, donde se fortalecieron con el apoyo del público chamaco y hasta vivieron un tornado: “Estábamos en Puerto Escondido, por donde tocaba tierra el huracán, íbamos a dormir ahí porque parecía que era sólo una tormenta tropical. En la playa todos levantaban, evacuaban, y nosotros tirando penales, re-argentos”, cuenta Dieguinho Pernambucano (batería). Y Primo Benavídez (guitarra eléctrica) agrega que zafaron, pero podrían haber muerto: “Cuando pasó el huracán, agarramos la chata y fuimos a recorrer; había arrasado con todo”. Ni el vendaval los amedrentó y, tras pasar varios meses en Buenos Aires tocando y grabando, los Vendetta partieron a otra gira mexicana. “Fue la decisión más importante de nuestras vidas, porque cada uno tiene su trabajo: podés repartir pizza y hacer lo que puedas para vivir y ya está, o podés dejás todo. Después de ésa no hay otro camino, te decidiste y te fuiste, invertimos un montón de plata. Ya no hay retorno a la oficina”, decreta el bajista Peter Jacomet.
Muchachito Bombo Infierno, Camarón de la Isla, el jazz manouche, Django Reinhardt y la onda flamenca es el alimento cuya musicalidad se pincela, en Carnavale di Vendetta, con tintes de jazz desprolijo y veloz. “Son los primeros que la rockearon, llevaron lo jazzero de la calle a los burdeles, a los lugares donde había whisky y quilombo. Nos gusta la esencia del cabaret”, reconoce Francesco Vagamundo (voz y guitarra criolla), quien escribió en Tira flores, track 3: “Tirado boca arriba a punto de vomitar, mirando las estrellas en la puerta de un bar, recojo mis despojos, restos de humanidad, contando los segundos sin parar de cantar. Ritmo, whisky, sexo y alquitrán”. Pura alquimia vendettera.
Los músicos son cuatro, pero la banda no está completa sin Lula Urondo (nieta del escritor desaparecido Paco Urondo), a cargo de pinturas en vivo y otros aportes, como las postales incluidas en el disco y el arte de tapa: una nadadora con el torso desnudo y los brazos mutilados. “Mi primer profesor vivió toda la infancia en México, por eso su estética es toda mexicana, muy fuerte; y medio que esa estética me fue tirando”, cuenta Lula, quien creó un trabajo artesanal al hacer los originales en birome y acrílico, y luego escanearlos.
Una de las particularidades sonoras de los Vendetta es que su guitarra más importante es la criolla. “Tiene que estar más alta que la voz. Es la que mueve la banda, todo se construye alrededor de esa viola, y es raro porque el público ve una criolla y dice ‘bueno, este pibe... rasguña las piedras’...”, aclaran. Tal vez por eso el frontman Francesco Vagamundo creó su propio personaje. “Me gustan los ritmos gitanos, los estudio, trato de copiarlos y ver el toque, me atraen un montón, con ellos se produce una cosa diferente, un condimento sorpresivo. Cuando lo escuchás todo ensamblado, te emocionás”, reconoce Francesco, a quien se lo puede ver en estado de “empelotamiento”, según lo llaman ellos, cuando, de tanta agitación en el vivo, termina en el piso y con el pantalón cerca de las rodillas, mientras se despide del público con el culo al aire. Ese es su sacrificio tras semejante entrega. “Me emociona escuchar la canción del cierre, Two Broken Cigarettes, escucho cómo empieza el riff, el bajo, cómo están tocando y me dan ganas de llorar, de desnudarme y decir: ‘¡Sí! Esto es lo que me gusta!’”, cuenta.
Y acá va otro link: el del nacimiento de la banda. A Francesco le pidieron que armara unos temas para tocar en un bar palermitano cuando fue a buscar trabajo de camarero. “Es un lugar muy cheto, nos pagaban y ahí armamos la banda. Hasta que no nos contrataron más; se dieron cuenta de que éramos una manga de borrachos”, recuerda. Pero les quedó Carnavale di Vendetta para huir de las escalas pentatónicas, recrear ritmos balcánicos y llegar a ese punto de intensidad, desnudez y excitación por su propia sonoridad, y en comunión con los festejantes. Un carnaval sin máscaras.
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