Cuando Javier Maldonado irrumpió en La Plata, a mediados de 2008, con su debut Calle España, su pulso creativo parecía avanzar en dirección contraria al oleaje musical que experimentaba esa ciudad universitaria. En el marco de un incipiente reinado de El Mató y una posterior –y demasiado amplia– secuela de guitarras espaciales, lo de este músico y poeta oriundo de 9 de Julio olía a antifórmula: estaba construyendo un pequeño pasadizo de canciones de autor con destino pop-rock de raigambre ochentosa que reivindicaban a autores como Fito Páez y Charly García a través de teclados pomposos y cierto latir sensible, introspectivo y elegante.

Era un artista anacrónico, un veinteañero ubicado justo en el momento equivocado. “Es muy importante para mí no estar atado a las modas, porque son peligrosas”, indica Maldonado mientras aprieta play sobre un disco de René Paulo, pianista hawaiano nacido en la década del ‘30. “La moda te puede dar un buen pasar un par de años... ¿y después? Cuando tengas 40 o 50, ¿qué vas a hacer si no te preocupaste por las canciones? A mí me gustan las cosas que quedan. Mis temáticas y mis problemas siempre fueron generales, universales; me gustan las grandes melodías.”

El viaje en el tiempo de Javier Maldonado no quedó estancado en los ‘80, aunque sí pululó el pasado a través de su propia lectura del rock siempre un poco en sepia, siendo un pianista de formación clásica con un agudo gusto por el tango, herencia familiar que todavía le vibra en las venas y que cada tanto lo lleva a infiltrarse como un rockero intruso en alguna cueva porteña, para batirse a duelo con viejos hombres del género. “Eso sí es verdaderamente anacrónico, porque la verdad es que la gente de hoy no lo consume, o al menos los nuevos cancionistas de rock son pocos los que están realmente metidos en ésa”, dice. “El tango me apasiona porque es una música muy urbana, muy nocturna, tiene mucho que ver con lo que es el rock. Y en Buenos Aires se respira mucho eso, si es que lo querés ver.”

Los pasajeros, su tercer disco, editado este año, es quizá la mejor síntesis de su breve obra (que completa Musas domésticas en el Meridiano V, de 2010), dividida entre el rock clásico americano, el country, el western, el jazz, el tango y el pop, más una fuerte influencia literaria que se filtra en las letras, en las imágenes que evoca. “Estuve leyendo mucho en los últimos años, pero éste no es un disco de texto; las letras son bastante breves, pero están muy bien elegidas. Leer todas las crónicas de viaje y cartas de Neruda y los libros de viaje de Bioy Casares me inspiraron muchísimo, eran escritores que yo no había tenido en cuenta. De hecho, a Neruda lo pensaba como un poeta un toque banal, por ignorante... ¡y me terminé dando cuenta de que es el Walt Whitman de habla hispana!”

Acompañado por una banda conformada por piezas salientes del rock de La Plata de las últimas décadas (Jorge Legui, ex violero de Míster América; Teo Caminos, ex Atico; y Eduardo Carreras, batero de Crema del Cielo), Maldonado canta sobre aviones, trenes, rutas y ciudades, ofreciendo postales de un desplazamiento constante, representando de manera indirecta su desembarco en Buenos Aires. “Me gustan la música y la literatura; y en rigor de eso hago lo que me sale. Hubo un momento en el cual le empecé a dar sentido a mi voz propia; antes les hacía demasiado caso a los próceres, pero ahora no, ya tengo mis propias discriminaciones. Esto es lo que me sale y lo voy a seguir trabajando, voy a hacer obra”, concluye Maldonado, como asumiendo su particular abordaje del rock. “Hoy hay público para todo y nada de lo que uno haga va a gustar a todos, y eso me parece que es lo más sano. Esa es la única vanguardia de este mundo de hoy.”

* Jueves 28 en Thelonious Club (Salguero 2843). A las 21.