EL AñO DE LOS CERTáMENES DE BANDAS
Entre el marketing político y comercial y los sueños jóvenes, miles de bandas participaron en decenas de encuentros donde todos parecieron ganar.
› Por Javier Aguirre
¿Para qué sirve un concurso de bandas? Bueno, es un atajo... Toda banda, cuando comienza, intuye un largo camino para alcanzar la popularidad. O, para decirlo en términos menos pedorramente ligados a la fama, para que sus canciones sean escuchadas por decenas, cientos, miles, millones... o hasta bocha de personas. Existen teorías recientes de Física Rocker sobre el tema. Por caso, la llamada Ley Rotman —acuñada hace semanas en las páginas de la revista RockSalta por Sergio Rotman, de El Siempreterno, Los Fabulosos Cadillacs y Mimi Maura— que estima en tres (3) años “el tiempo mínimo que tiene que pasar, desde que una canción es compuesta por un músico hasta que llega a ser medianamente conocida por el público, aún con medios de difusión a favor”.
No obstante los cálculos del barbado pensador, una banda nueva en carrera siente que no hay tiempo que perder y que todo trampolín, resorte, catapulta o envaselinada de pies sirve para apurar el tranco. El camino supone metas intermedias como (a tomar nota) crecimiento de la convocatoria en los conciertos, rotación en radio y TV, repercusión periodística, teloneo de shows de bandas famosas, repeticiones “virales” en redes sociales y clicks/favs/megustas/tesigos aquí y allá.
En ese contexto estratégicomercadotécnico, los concursos de bandas de rock (institución que con más de tres décadas de historia en la escena rocker argentina) prometen una especie de atajo: un bienvenido empujoncito alternativo de promoción, rebote mediático y difusión para las bandas. Que, por supuesto, capitalizan la experiencia. “Fue un impulso anímico y motivacional muy importante. es clave aprovechar las situaciones que se nos presentan”, le dice al NO Damián Rija, baterista de Entre Perros, la banda folkrocker ganadora del Terra Live Music 2013, donde compitió con un centenar de grupos y terminó ganando luego de una clasificación a través de Facebook, y una elección final a cargo de un jurado. La mirada positiva también se advierte en los hipohopjazzeros Zulú (ganadores del RockeaBA 2013, un verdadero “torneo largo” en el que participaron unas ¡1000! bandas, durante varios meses, con zonas clasificatorias y varias semifinales), cuyo cantante, Martín Villanueva, asegura al NO: “Nuestra vida cambió mucho, haber ganado nos dio un reconocimiento que reconforta el alma y nos hace valorar el duro trabajo previo que veníamos haciendo”. ¿Y para los organizadores? Está claro que la posibilidad de incluir en sus emprendimientos, campañas y acciones a decenas/cientos/miles... o directamente a bocha de bandas integradas por jóvenes artistas, chicos entusiastas, emprendedores con sensibilidad cultural y con muchas ganas de hacer cosas, resulta una certera y jugosa base de datos. Y que puede ser más amplia aún si, a los datos de los músicos, se les suman los contactos de sus fans, votantes, seguidores, etcétera. Tanto para empresas privadas (como la ya mencionada Terra, como Telefónica, que este año organizó el concurso para bandas Speedy Live, o como la competencia HopeNRock, coproducida por la agencia Personally con aval del municipio de Tigre) como para organismos estatales, no hay dudas de que la promoción de “música joven” es un valor que rinde. O que, al menos, cae simpático y atrae atención.
Si se quiere leer en términos políticos, resulta elogiable que desde espacios oficiales se impulsen manifestaciones de arte joven, como bandas de rock. Aunque tampoco habrá sido casualidad —la política no es ni buena ni mala— que, por caso, los concursos RockeaBA (organizado por la gobernación bonaerense) y Vamos Las Bandas (organizado por el Ministerio de Educación del Gobierno porteño) hayan tenido sus finales y sus fiestas de cierre, masivas y con invitados de renombre, justo en las semanas previas a las elecciones legislativas.
Las bandas prefieren ni pensar en esas especulaciones. “No cambia nada quién organizaba el concurso, estamos contentos por la difusión y nos fuimos satisfechos”, sostiene ante el NO Franco Vaccaro, líder de los metaleros Desister, la banda ganadora de Vamos Las Bandas, tras imponerse en la instancia final a otros nueve grupos. “No vemos nada de política en todo esto, nos mantenemos al margen”, afirma, a su vez, el Zulú Martín. “Apoyar e impulsar los sueños de personas nunca puede ser algo negativo, y RockeaBA fue muy noble en ese aspecto: siempre para adelante y sin pedir nada a cambio.” Tampoco la organización empresarial les genera dudas: “No nos hizo ningún ruido que el concurso estuviera patrocinado por una empresa multimedia, entendemos que la música puede ser la plataforma de publicidad de muchas marcas y que existe un beneficio mutuo”, aporta el Entre Perros Damián, aludiendo a Terra. Y, por una vez, todos contentos.
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