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Jueves, 26 de diciembre de 2013

DISQUE “PIROPOS” CALLEJEROS

Cultura paleolítica

 Por Julia González

“¿Por qué te cambiás ese vestido, que te queda tan lindo?”, pregunta Martín. “Porque en la calle te dicen de todo”, respondo. “Reina”, “Hermosa” o “Me alegraste la mañana”, esos mal llamados piropos callejeros, pueden resultar graciosos, ser capaces de robar alguna sonrisa femenina. Pero ¿qué pasa cuando un hombre esputa cosas como “Te hago el culo y te pego”, “Te chupo la conchita” o “Te cojo toda la noche”?. Juro que en la calle he oído y recibido ésas y otras palabras. No soy ni fui y tampoco seré la única receptora de esta violencia mientras mantengamos una actitud de pasivo confort, sólo por aceptar culturalmente el piropo callejero. Me niego a abrazar esa cultura paleolítica.

Decidí contarles a mi marido, mi padre y mi hermano las cosas que con imperiosa libertad me dicen en la calle, todas: desde los simpáticos rolos que aplauden mi remera de los Rolling Stones hasta los que amenazan con violarme. Y la decisión de contar estas interpelaciones que expectoran ciertos hombres, es por si a ellos, mi familia, les pasa por la cabeza menospreciar a una mujer en la calle. Sepan que esa mujer también soy yo.

Diferentes organizaciones se unen en contra de esta forma de violencia. La idea es desnaturalizar el lugar de mujer objeto en el que se nos ubica y deslegitimar esa desigualdad. “Identificar tanto las acciones como las palabras violentas que implican poder, sumisión y dominación por sobre la mujer, son tareas aún pendientes que debemos comenzar a poner en acto”, se erige en el grupo de Facebook No Al Acoso Callejero o “Piropo”.

Un avance fue la sanción de la Ley de Grooming, que penaliza a las personas que, por medio de las comunicaciones electrónicas, contactan a un menor de edad para delinquir sobre su integridad sexual. La ley es, más allá de una manera de protección a las menores, una forma de mantener la discusión y desnaturalizar esa forma de acoso.

Apuesto a que muchas nos quedamos mirando la nada deseando que pasen rápido esos segundos en el que un tipo grita “Zorra” mientras se aleja en su auto con la cabeza fuera de la ventanilla haciendo un paneo de toda nuestra persona. Son cosas que pasan siempre, sobre todo al principio de la primavera, cuando los abrigos comienzan a dar paso a vestidos y polleras. Sepan, hombres, que no son graciosos los piropos. Me sublevo ante ellos. Este es un llamado a la solidaridad a quienes gastan energías doblegando a una mujer en la calle e imponen su poder de machos. Mientras me gritan “Zorra”, otro hombre le está gritando lo mismo en este momento a su novia, prima, amiga, madre o hermana.

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