UNOS MATES EN EL ROCK AL CAMPO 2013
La localidad bonaerense de Facundo Quiroga, de 2000 habitantes, recibió otros tantos para el regreso de su festival de bandas, motos y artesanías.
› Por Santiago Rial Ungaro
”¡Hacía 8 años que no lo hacían!”, se lamenta Mirta, una simpática lugareña del pueblo bonaerense Facundo Quiroga, mientras ofrece un mate y abre las puertas de su hermoso ranchito a la prensa. Apenas un ratito después, ella y su madre Pepa (que a sus 84 años ya no escucha nada, pero sonríe y recibe a todos con gestos de bienvenida) también se animan a recibir a algunos participantes de Rock al Campo Quiroga 2013, nutritivo encuentro de bandas, artesanos, comerciantes y motos que se llevó a cabo entre el viernes y el sábado pasados, con la participación de Edu Schmidt, Karma Sudaca, Aztecas Tupro, Esencia Vudú, Richter o Jaqueca, gestores de anteriores ediciones que volvieron a armar una “a pedido del pueblo”.
También con shows de Infierno 18, Obreros, Rolando Motta, Aleman Grup, La 730, Andarte, Me quiero ir al Infierno, Kraneo Negro, Aparejo, Materia en Bruto, Los Calmantes, Reservado Gran Campeón, Viejo Belisario, Puntos Suspensivos y la Federación Argentina de Funk, este cruce entre rock y campo apoyado por la Municipalidad de 9 de Julio confirma, por un lado, la fascinación de nuestros rockeros con la vida bucólica y, por el otro, la esperanza que sigue generando a nivel socioeconómico un humilde festival de rock, entre la voluntad y camaradería de los músicos para compartir su arte desde los escenarios y la hospitalidad de la gente del pueblo.
Y basta escuchar a Mirta, mientras le devuelven el mate, para comprender que, así como en la vida urbana el rock suele seguir siendo estigmatizado y perseguido, en este pueblo, por lo menos, la historia es muy distinta: “Acá nos aburrimos mucho, no hay lugares para nosotros. Con esto el pueblo se llena de gente. Mi hija va a bailar, acá hay un par de lugares que pasan reggaetón, pero nosotros no tenemos dónde ir. A mí me gustaría que viniera Rata Blanca... ¿Quieren más agua los chicos?” Con las puertas de las casas abiertas, con la policía monitoreando con discreción (“Hace 30 años que vivo acá y no conozco a ningún policía”, comenta al pasar uno de los lugareños), y los autos con las llaves puestas, Facundo Quiroga aparece como un universo paralelo, un oasis tanto para los rockeros que vienen de la ciudad como para la misma gente del pueblo.
Ya por la noche, con la presencia de las bandas convocadas, la plaza de este pueblo del noroeste de la provincia de Buenos Aires ve cómo su población (de apenas 2000 personas) se duplica y aún más también: la gente de pueblos aledaños como Carlos Casares o Los Toldos se suma a la fiesta popular con sus motos, artesanías y lo que sea: tractores, máquinas de cortar pasto o codiciados generadores. Horas después, a la hora del cierre con el rock agroganadero de Jaqueca, la banda local pionera, la simbiosis rock-campo confirma aquello de que los opuestos se atraen. “¡Vuelvan cuando quieran! Somos humildes pero tenemos el corazón grande”, despide Mirta, sintetizando el espíritu de encuentro de este Quiroga 2013, que volvió para quedarse.
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