EL PICADOR #11: HúMEDO & VERTICAL, DE EDUARDO SANTELLáN
La muestra en el ECuNHi y una proyección en el show del Indio agitaron el surrealismo erótico del notable ilustrador de la tapa de Bajo Belgrano.
› Por Luis Paz
Un pito mecánico que despide sus elementales leches en una fuente de plata. Pitos que salen de las calas para rociarse sobre pechos neumáticos y sobados. Un pez pezón lengueteando el viento. Un carrusel de lenguas de fuego hidratándose del muslo de un culo que recibe el hocico tieso de un caballo montado por un cuerpo de mujer con una vagina que es el ojo mismo de Saurón. Otro pito que se entronca en otra chocha que se expande al sol como rosa china. Y todo ese descabellado festival de surrealismo erótico es apenas la puntita, una mirada voyeur a Húmedo & Vertical, el libro que compila dibujos, poesías, textos y reflexiones del gran Eduardo Santellán.
“Sus dibujos son la luz”, ha dicho el padre nuestro en años ídem, Luis Alberto Spinetta, sobre la obra de Santellán, a quien conoció en Expreso Imaginario y quien acabó aportando a Bajo Belgrano, de Spinetta Jade, una de las tapas más memorables del rock argentino, luego de haber compuesto, años antes, la de El valle interior, de Almendra. Ilustrador frecuente de otras revistas del palo como Trix, Skorpio y la Fierro, Santellán incluso estuvo por ilustrar un segundo volumen de textos del Flaco. La muerte, con un semestre de distancia, del músico y de este soltador de amarras para la imaginación psicoguarra, conspiró a medias: algo de eso se vio en Los libros de la buena memoria, muestra de Spinetta en la Biblioteca Nacional.
La realización, por cuenta y orden de Rodolfo García, de una muestra de la obra de Santellán en el ECuNHi, devolvió a colación el libro compacto publicado en 2010, una notable obra que compila los estertores del lápiz erecto: algo ubicado en un eventual cruce con cinco esquinas entre Gerald Scarfe, el ilustrador de las animaciones de The Wall; un dispositivo de Charles Bukowski, la Máquina de Follar; los relojes chorreados de Dalí, con pijas por manecillas; una ocasional sesión porno intervenida con el Goo, aquel software que deformaba las fotos, y un improbable viaje de ácido de Julio Verne y Magritte por las entrañas genitales de la Tierra.
Apariciones aleatorias del logo de Coca-Cola, la real ocurrencia de esas marañas de tetas, culos, lenguas y penes, la eyaculación de picolitros de semen en forma de radículas y la obsesión con los peces son algunos puntos de fuga de una obra que, muy recientemente, también llegó a las pantallas en el último recital del Indio Solari, en Mendoza, mientras el músico (que propuso que “Santellán nos convierte en peregrinos hacia la imaginación y el silencio desnudo”) interpretaba su tema Ceremonia durante la tormenta.
Deliberadamente húmedas, chorreadas, líquidas, sudadas, como dibujadas y rellenadas con fluidos, las viñetas de surrealismo erótico de Santellán se ensartan lubricadas en la retina, más cerca de la ludopatía genital que de un posible porno lisérgico, como un retroceso fálico a un futuro inundado.
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