Jue 09.01.2014
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AGUAS(RE)FUERTES

La nave del olvido

Una fiesta electrónica con David Guetta y Nervo en Punta del Este con previa en un barco para los clientes de una compañía telefónica se convirtió en odisea.

› Por Yumber Vera Rojas

Desde Punta del Este, Uruguay

Una fiesta con David Guetta en Punta del Este es una opción irresistible para empezar con el pie derecho el Nuevo Año: más si tu compañía de celular te lleva gratis desde Buenos Aires, con un acompañante, y en un barco coqueto alquilado exclusivamente para lo ocasión: con tragos, comida, DJ y rodeado de celebrities. Salvo que se hunda el bote, lo que además causaría mayor envidia entre tus amigos porque en tu lápida rezaría el epitafio “Murió de joda”, ¿qué saldría mal? Nada, imposible. No obstante, y aunque parezca inaudito, lo que el sábado pasado podría haber sido el primer descorche festivo de 2014, con el Movistar Punta del Este Summer Festival terminó convirtiéndose en una odisea para el olvido en la que abundaron los desaciertos logísticos desde incluso antes de que zarpara la embarcación. “Les prometemos que llegarán para ver a Guetta”, aseguraba la rubia representante de la marca, dos horas y media después del horario inicial de partida, y ante la impotencia de los casi 300 usuarios invitados que no se animaban a quejarse por la “gratuidad” de la movida (obvio que estaban en su derecho por su condición de clientes).

Una vez en la nave, al tiempo que el selector Andii Diedishei ponía pulso a lo que sería una travesía con muchas ganas de superar a la peli Fin de semana de locura (oda al jolgorio de 1989 en la que dos chicos pasan un finde de quilombo playero con su jefe muerto), la horda invitada echaba por la proa su glamour para dejar fluir sus instintos más bajos. Y es que luego de prácticamente saquear los sanguchitos que esperaban en las dos barras, los ahora pasajeros acabaron con las cervezas no bien partió la embarcación. Un rato más tarde se tomaron el whisky, después el fernet con coca (el más generoso que se haya servido en ambas orillas del Río de la Plata), y por último la champaña con bebida energizante. A esa altura, la felicidad reinaba en la nave, al punto de que, mientras en su primera planta la gente se prendía al trencito, en el piso superior, el VIP, al igual que la notera que llevaba estampada en su hermoso lomo la bandera yanqui preguntaba por Emiliano, el resto estaba entregado al flirteo.

Antes de desembarcar en el lujoso balneario uruguayo, los organizadores de la iniciativa de llevar a toda esta troupe a la tercera edición del Movistar Punta del Este Summer Festival, en la que el DJ francés reincidía luego del estreno del evento, explicaban que ésta era la primera ocasión en la que cruzaban a un grupo de clientes para presenciar este espectáculo, del que también formaron parte, al menos en esta oportunidad, la dupla australiana Nervo, el dj argentino Deep Mariano y su par uruguayo Fernando Picón, y cuyas entradas generales costaban 100 dólares, y las del VIP 200 verdes. Lo que nunca supuso la marca es que a estos conejillos de Indias los estaban llevando directo a una destripadora de ilusiones. Y es que al subir a los micros que los depositarían en El Jagüel (un baldío que poco y nada tenía de playero), conducidos por choferes que ante el mínimo quilombo amenazaban con exhibir sus cualidades pugilísticas, casi todos quedaron a su suerte. Aparte, la mayoría sin dólares, por la promesa de la marca de que correría con los gastos.

Al llegar al predio, en realidad a 100 metros, pues era imposible acceder ante la congestión de autos, Guetta, bien entrada la madrugada, empezaba su set. Por lo que todos empezaron a correr para justificar la odisea. Luego de sortear el barro, vallas y puertas, como si se tratara de una competencia a campo traviesa o de un recital bien polenta de La Renga, cada uno, a su manera, luchaba contra la indignación de la circunstancia para disfrutar del show. Algunos no le dieron pelota, y desde el vamos se entregaron a himnos pisteros del calibre de Sexy Bitch o Without You, mientras que otros buscaban tomarse una birra para remojar el mal rato. Al tiempo que el tándem Tinelli-Valdés, David Nalbandian y otros famosos bien ataviados gozaban de lo lindo, al igual que las once mil personas (de la popular más careta del verano) que asistieron a la jornada. Y cuando la costumbre llamaba a la calma había que pegar la vuelta a Buenos Aires. Por suerte, los micros esperaban. El susto había pasado, pero la amargura rechinaba. Y encima con este calorón.

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