Jueves, 23 de enero de 2014 | Hoy
FIEBRE ROLLER DERBY EN ARGENTINA
Basado en dos pilares –estética y contacto–, este deporte de equipo con ascendencia en skaters, punks y pelis indies populariza su camino a fuerza de proselitismo y voluntad, con el próximo mundial como zanahoria y mucho pero mucho ardor en los codos, parejas célebres y “derby names” gloriosos.
Por Hernán Panessi
“Si quieren este campo, primero tienen que anotar un gol”, dice. Un rugbier lanza con fuerza una pelota del tal deporte. El destino, un arco de fútbol. Y aquel dilema tiene por objeto quedarse con la cancha. Que es la única, de todos y de ninguno. La misma escena se repite con un jugador de handball. Luego, con uno de baseball. Todas las situaciones tienen un mismo final: el arquero ataja lo que le tiran. Claro, debajo de los tres palos está Benji Price. La escena, correspondiente a Los Supercampeones tiene su espejo –casi perfecto, su doppelgänger– en algún lugar del centro-sur de la Capital Federal. Ahí, una docena de kickboxers, un puñado de skaters, dos equipos de fútbol, cinco breakdancers y hasta una nena persiguiendo la blancura de un panadero tienen como objetivo quedarse con la pista. Los Benji Price de esta situación serían los Thunderquads, uno de los primeros equipos masculinos de roller derby en Argentina. Ellos, con su bravura, se quedarán con el campo.
Shzzz. Una muchacha petisa de contextura delgada y huesos gráciles se estrola de jeta contra cuatro mujeres gigantes. Forcejean. La petisa logra esquivarlas. Da una vuelta completa a la pista. Festeja un tanto. Shzzz: el sonido que hacen los patines al deslizarse por la pista. En uno de los costados, una gran mancha negra sobre una pared blanca devela las huellas de un crimen gozoso: ahí, donde no hay más que espacio libre, se cocinaron hamburguesas. En la pared, un poster arrancado de Los Olestar. Y de fondo, un sonido MP3 esputado por un parlante desconado invita al baile. El lugar, Parque Chacabuco. Allí entrena el Team Argentina de roller derby femenino. “Fuimos al mundial con ocho meses de roller derby encima”, dice María Marta Berdiñas, también conocida como Barbiturik, la más suelta y verborrágica de las chicas. Es abogada, tiene 38 años y aprendió a patinar hace dos. Aun así, es una de las jugadoras más aguerridas del país. Hay que decirlo: en 2011 se realizó el mundial de roller derby en Canadá, y Argentina terminó última. Sin embargo, aquella experiencia fue niveladora: incorporaron data, se hicieron de contactos, prometieron volver. Es que el deporte nació en la década del ‘20 en los Estados Unidos. Se popularizó en los ‘70 y hoy, allí, aunque persiste en instancias de profesionalización, devino en la mayor potencia en el mundo.
ROLLER DERBY NO ES UN CRIMEN
Roller derby es un deporte basado en el patinaje sobre ruedas alrededor de una pista oval. No hay pelota. Es un deporte predominantemente femenino –aunque es practicado por hombres y hasta existen partidos mixtos– que bebe de las mieles de la subcultura punk y, fundamentalmente, del grrrl power feminista. En lo estrictamente formal, se juegan dos tiempos de media hora. Las canchas, que pueden ser de cemento alisado o de baldosas, tienen dimensiones oficiales de 20 x 30 metros. Y la edad mínima para participar es de 18 años.
“Tuve mil nombres. El nombre te encuentra”, señala Mojo Jojo, de 43 años, uno de los más veteranos del país. ¿¡Mojo Jojo!? Es que, para identificarse, cada jugador desdobla su personalidad en un “derby name”, un alter ego para la pista. Sobre las espaldas transpiradas aparecen derby names de los más pop como Hulka, Turbo Negra, Beetlejuice, Carla Skywalker, Armando Barreda, Juggernaut, The Beast, Obi Jwan o Batman. Del mismo modo, son de la partida equipos como Alianza Rebelde (la fuerza de resistencia del universo Star Wars), de La Plata, o Death Star (La Estrella de la Muerte, también de Star Wars), de Mendoza, o Pink Flamingos (honor a aquella gema trash del ídem John Waters), de Capital Federal.
Por su parte, es muy común ver en las espaldas de los players el número 314 por Pi (¡neeeerds!) o el 1 por “one up” (vida extra, concepto tomado de los videojuegos). Una particularidad: en instancias mundialistas, a la selección argentina masculina se le sumará Rafael Guevara, Sin Diesel (por Vin Diesel, claro), un gringo-criollo que vive hace años en Washington D.C. Así, el roller derby, que invadió nuestro país en estos últimos años, ya ha encontrado, más rápido de lo que se desliza un patín, su propio mecanismo referencial. Y, no hay dudas, se expande como un virus, crece como una epidemia, se instaura como la vanguardia, de la vanguardia, de la vanguardia. Así, entonces, todas estas personas abandonan sus vestiduras, sus trabajos, sus amores, sus problemas, para entregarse al fino arte del amasijo: roller derby es contacto físico. Y el que no lo hace, pierde.
“Es, fundamentalmente, un deporte en equipo”, apunta Eterna Inocencia, seudónimo de Anabela Chasampi Philco, una de las pioneras allá por 2010, cambiándose –el pantalón oscuro por una calza cortita– para entrenar. Basado en dos pilares –la estética y el contacto–, el roller derby populariza su camino a fuerza de proselitismo y voluntad. “Pagamos una cuota de cincuenta pesos por mes para generar movidas: comprar camisetas, hacer flyers y esas cosas”, agrega Pablo Esquivel, que responde al alias de Optimuz Quad y es, según coinciden compañeros, rivales y aficionados, el Messi del deporte. Eterna Inocencia y Optimuz Quad son pareja. Ella es jugadora de la 2x4; él, un Thunderquads. Y resulta muy común que el roller derby junte parejitas. Muchas, coloridas: sobre la maraña de cuerpos entre atléticos y portentosos, abundan los rayos y destellos de la bandera LGBT. “A las minas les gusta el que se destaca. A los chicos también”, dice alguien al pasar. Y el roller derby es, ante todo, un deporte plural.
En Argentina, nace emulando al cine. Allí, un grupo de chicas, cebadas por Whip It, film norteamericano protagonizado por Ellen Page y dirigido por Drew Barrymore, donde unas féminas se pasan de piruetas y feromonas pintando el mundo del roller derby, pensaron que estaría bueno hacer lo mismo. Meses después, tras militar el proyecto, aquella camada inicial se multiplicó. Compraron equipos, agitaron por Facebook, se rasparon los codos, fueron al mundial. “Ahí terminamos de entender bien las reglas”, recuerda Barbiturik. Y si bien aquella experiencia no fue la más fructífera en términos de palmarés, sí lo fue en legitimación. En el mundial, organizado por la publicación especializada Blood & Thunder, Argentina jugó contra Irlanda, Inglaterra, Suecia y Escocia. El dato: muchas de estas selecciones tienen en sus filas a medallistas olímpicas en patín. Rollerderbyworldcup.com es el site donde puede revivirse el cuento. Y este año, por segunda vez consecutiva, las All-Stars locales emprenderán viaje hacia Dallas para representar. La posta: ya son parte del circuito.
Ahora, al igual que la liga norteamericana, el roller derby femenino nac & pop está en off-season hasta marzo. Para esa fecha, volverán a competir. Mientras tanto, se entrenan duro y reclutan gente. A las nuevas las llaman “frescas”. Serán, más tarde, si gozan de las cualidades y la fidelidad necesaria, parte del equipo de reserva. Las más antiguas, las pioneras, brindan charlas introductorias al deporte. Y, ocasionalmente, como sucedió el año pasado en Mar del Plata, jugadoras clase A del Team USA, vienen para dar clínicas. Así las cosas, el roller derby va profesionalizándose.
De hecho, el equipo 2x4 Roller Derby, el Barcelona local, ganó el torneo latinoamericano. Ahí, Hulka, una de sus players más robustas, fue elegida como la mejor bloqueadora del continente. Y las chicas también tienen a su Messi: Macarena Papalardo, más conocida como Makilombera, una muchacha de baja estatura, con habilidad de gacela, capaz de esquivar con facilidad a los tótems más inmensos y sólidos. Ella es lo que se conoce en la jerga como una “triple amenaza”: es jammer, bloqueadora y pivote. En los tres puestos, Makilombera es 10 puntos. Esquiva, saca ventaja, celebra puño en aire. Sus compañeras hacen un gesto de aprobación, sus rivales se agobian. Y gracias a todos, el roller derby –estrolándose, forcejeando, dando vueltas completas– empezó a girar y sumar puntos en el país. Shzzzzzzzz.
Suena el silbato y rueda el roller derby. Un puñado de jóvenes se agolpa. Una maraña de brazos se agitan para tomar ventaja. Alguien queda con la cara en el asfalto. Nada pasa, lleva casco. Visualmente, el roller derby regala las mejores postales de la actualidad. Looks colorinches, cuerpos fibrosos, culos duros y musculatura de patín. Sin embargo, una verdad: armarse para practicar roller derby no es barato. Por eso, una rápida visita por MercadoLibre muestra que unos patines genéricos valen desde $1040 hasta los $2800 de la marca Riedell. Un par de rodilleras oscila en los $500. Las coderas, $250. Asimismo, hacen falta muñequeras para protección. Otros $250 por ahí. Es menester, también, un protector bucal, que puede encontrarse en farmacias desde $25. Por último, el casco: con valores que van desde los $260 hasta los $600. Un cálculo veloz, con lo más barato de la palestra, otorga la friolera de $2665. Eso, como para arrancar. Además, hace falta ropa holgada, cómoda, remeras de algodón, joggins o calzas. Y saber que, en general, las ruedas –lo que más rueda y hace rodar la fábula– son las primeras en gastarse.
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