Jueves, 23 de enero de 2014 | Hoy
EL ALTO GUISO DE RENZO PODESTá
En El aneurisma del chico punk, el historietista rosarino expone el mundo de unos pibes borders que hacen changas, van a bares y se agarran a piñas.
Por Andrés Valenzuela
”El simbolismo mayor es que es una historia urgente”, afirma Renzo Podestá cuando se le pregunta por lo punk de su historieta. Es rosarino, reside en Córdoba y publica en el mundo. El autor de El aneurisma del chico punk (Dead Pop y Ediciones del Revés) reflexiona con el NO sobre el “guiso extraño” en que derivaron sus doscientas y pico de páginas que –advierte– son sólo el primer volumen de una serie de cuatro que cuentan la historia de unos pibes marginales que viven de changas poco legales, van a bares y se surten a bifes en esquinas con otras bandas. Es una historieta que cruza esas vidas con elementos sobrenaturales muy lovecraftianos, cierta cosa de conspiranoia mística y un fuerte espíritu musical (¿Hace falta aclarar de qué género?). De yapa, hay pulpos gigantes que aparecen de la nada y terminan siendo paella, orgías y peleas. “Cuando arranqué con El aneurisma... tenía pensado hacer tres historias: una con el punk, otra con el noise y la tercera con la música industrial. Las otras cayeron en saco roto por el crecimiento de ésta”, recuerda y reconoce el autor.
El “crecimiento” al que se refiere el dibujante supone una saga que totalizará más de 800 páginas y que aún se está publicando en la web (Renzopodesta.blogspot.com.ar/search/label/ACP2), un proyecto titánico motivado por las ganas de volver a dibujar directamente a tinta, tras muchos trabajos por encargo en computadora, y por completar la colección de Akira (de Katsuhiro Otomo, sí, la misma que inspiró ese peliculón). “Venía desarrollando ilustraciones sueltas en anotadores baratos que les decía ‘Automatic Chongo Punk’ y cuando terminé el primero pensé hacer una historieta corta de 40 páginas”, cuenta Podestá.
A las primeras páginas las disparó “acéfalas”, sin estar seguro de qué historia contar ni cómo, hasta que los personajes ganaron espesor. “Ahí noté que la cosa iba para mucho más, porque cuando desarrollás los personajes, la historieta empieza a saltar sola”, asegura y destaca que aunque no se explicita en ningún momento, los protagonistas “son okupas, tienen una lógica respecto de la guita que no es normal, están en los márgenes”. Y vuelta al punk. “Si bien la historieta no lo refleja o no hace un estudio antropológico del desarrollo del punk en Argentina, sí se manifiesta en las actitudes de los personajes. El protagonista tiene una actitud muy adolescente y al mismo tiempo eso de todo me chupa un huevo.”
Ahora, siendo como es, una historieta, eso significa dibujos. Pero acá no hay musculosos en tanga ni capas coloridas. Hay tinta, ambientes sucios y toques truculentos. “Hay una raigambre manga –reconoce el dibujante–, pero también dibujantes norteamericanos más pictóricos, como (Dave) McKean o (Bill) Sienkiewicz.” El ojo atento también descubrirá puestas europeas, desliza. Su desafío principal estuvo en la narrativa: “Era mi primera vez con el formato apaisado y soy medio obse con ir guiando al lector dentro de lo que yo considero que es la alquimia de la historieta”.
“Lo que saltó con la publicación es que cada lector encontró ochenta referencias distintas, y eso me pareció muy copado porque debe ser que hay una cosa genuina en mi laburo”, considera. Y aclara que no presta mucha atención al impacto entre los lectores, aunque reconoce “una tensión entre dibujar para alguien y no tener en cuenta sus registros”. Será que, en El aneurisma del chico punk, lo de “punk” es mucho más que una etiqueta.
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