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Jueves, 8 de mayo de 2003

MI TORTUGA MONTREAUX

Rock desesperado

Para sus integrantes, Mi Tortuga Montreux es tanto una banda de rock como un refugio contra el “vacío generacional”. “A todos se nos pasaron los 20 y seguimos buscando algo que no sabemos qué, deambulando por ahí. Teníamos una vida organizada, con carreras universitarias y futuros empleos estables, pero de repente todo se desmoronó.” Marcelo Esquiaga, cantante y fundador de Mi Tortuga, cree que la idea del rock como único porvenir concebible es en definitiva algo desesperante y, por tanto, esa “densidad” cae sobre la música del grupo. “Es una búsqueda estética a través de la cual expresar un mundo interior. Pertenecemos a una generación con tantos conflictos... Creo que por eso hay semejante explosión de ideas.”
De esa generación conflictuada surge este cuarteto, parte de una escena abstracta que bien podríamos llamar “Nueva Melancolía Argentina”. Bandas afectadas por el grunge, el rock inglés de almas oprimidas (The Cure, Radiohead, Doves) y el fatal existencialismo del tango. Algunos otros exponentes serían Jaime Sin Tierra, Voltura e Interama, cuyo verso “el mundo puede matarte si no hacés lo que quiere” cita Esquiaga como trágico slogan filosófico. Su único disco editado hasta el momento se titula Mar del Plata en invierno. Fue la banda de sonido de Nadar solo, opera prima de Ezequiel Acuña que refleja esa sensación presuntamente generacional. En ese entonces, Mi Tortuga Montreux era casi un proyecto solista de Marcelo. Con la incorporación de Hernán Pons (guitarra), Andrés Smith (bajo) y finalmente Emilio Noce (batería), el proyecto dejó de ser una idea y pasó a ser una banda de rock.
El título del disco se refiere a una ciudad y a una temporada que podrían traducirse en un estado de ánimo. Basado en la foto desoladora que ilustra la portada, Mar del Plata en invierno es un pequeño tratado sobre la melancolía. “La melancolía no como tendencia suicida sino como generadora de arte”, apunta Esquiaga, que se distancia del rock “de protesta”: “Mi generación sufre por algo que no hay, y no por algo que hay”. Sí, en cambio, encuentra brillo e inspiración en el arte compuesto en estado de emergencia: el último Calamaro, Charlie Parker, la literatura beat, el punk. “Me hace bien contemplar esos mundos de excesos”, dice Esquiaga, que acaba de escribir un ensayo con la técnica de la escritura automática sobre el que se basará el próximo disco del grupo. Ex estudiante de Ciencias Políticas, ex músico de jazz, clásica y electrónica, Marcelo se aburrió de todos esos géneros por considerarlos “lugares seguros”. “Por eso creo en el rock”, comenta. “El rock como una forma de vida y expresión que sigue adelantada en un montón de cosas.” PABLO PLOTKIN

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