NICOLAS JAAR, ENFANT ELECTRóNICO Y FAN PSICODéLICO
Podrido del dominio occidental en la música pop y del espíritu comercial de la EDM, el querubín se fue a la psicodelia y al rock. Pero volvió.
› Por Yumber Vera Rojas
A fines de enero de 2011, días después de haber alcanzado los 21 años, Nicolas Jaar vio finalmente ubicado en las bateas y tiendas virtuales su primer álbum: el impresionante Space is Only Noise, un trabajo en el que acercaba a un pianista experimental como Matthew Shipp al pop, y con el que, al mismo tiempo, cruzaba la sensualidad otoñal de Nick Cave con el delirio de Aphex Twin. Lo que lo convertía en el bicho raro de una generación hipnotizada por las frecuencias del dubstep. Sin embargo, lo que causaba mayor desconcierto es que la ópera prima del productor y músico neoyorquino, toda una oda a la vanguardia sonora cuyo repertorio comenzó a tomar forma cuando su autor recién se subía al tren de los 17, aparecía unos meses luego de que publicara el sencillo Mi mujer, temón con porte de himno deep house con el que la rompió en los clubes y fiestas en ambas orillas del Atlántico. Y toda esta algarabía sucedía mientras el hijo del artista plástico y realizador audiovisual chileno Alfredo Jaar cursaba la carrera de Literatura Comparada en la Universidad de Brown.
Pero cuando el mundo se empezaba a acostumbrar a la genialidad de este enfant terrible de la electrónica, Jaar desarticulaba jetas nuevamente al presentar Darkside: proyecto en el que muestra su lado más orgánico, y en el que hace tándem con Dave Harrington. No obstante, al tiempo que promociona el primer álbum de su flamante laboratorio sonoro, Psychic, publicado en octubre, la novel estrella hizo un hiato para debutar en Buenos Aires, aunque solo, y a manera de abreboca de lo que será la inminente versión porteña de Ultra Music Festival. “Nunca estuve allá, ni siquiera de visita”, advierte el artista de 24 años desde Panamá, en exclusiva para el NO. “Decidiré el set el mismo día. Me gusta la improvisación, así que todo dependerá del contexto y el ánimo de la gente.” Aunque poco conoce de la Argentina, está al tanto de su modernidad musical. “Hace rato que vengo hablando con Pedro Canale, de Chancha vía Circuito. Después de escuchar su álbum, le mandé un mail porque quiero hacer cosas con él. También me gusta Zizek.”
Al igual que con la música avanzada argentina, Jaar está en sintonía con toda la oferta artística que circula por fuera del industria musical, pues si para algo le sirvió su inclusión en la elite electrónica es para resistirse a las reglas del mercado. “La electrónica está muy centrada en ingleses, alemanes y estadounidenses como una hegemonía cultural, y eso es horrible porque hay un montón de música increíble dando vueltas”, afirma el asimismo dueño del sello Other People. “Vivimos en un mundo dominado por la cultura occidental y eso es un gran problema. Estamos en la obligación de hacer lo posible para cambiarlo.” Por lo que el exponente de origen chileno aprovechó el soporte artístico para redimir sus raíces culturales. “Me es imposible componer sin pensar en Latinoamérica porque mis padres son de allá. Viví en Chile cuando era muy pequeño, y me influyó mucho. Mi mujer y El bandido son canciones que hice apenas empecé en la electrónica porque quería demostrar, además cantando en español, que la música no sólo podía venir de Europa.”
Justamente fue en América latina donde el músico y productor, que en 2008 debutó en las lides del beat con el sencillo The Student, publicado por el sello Wolf + Lamb, descubrió la electrónica. “Aunque siempre estuvo en Nueva York, donde era fuerte el deep house, escuché electrónica por primera vez en Chile”, confiesa en perfecto español Nicolas, quien a los 19 años fundó su primera etiqueta discográfica, Clown and Sunset (N. de R.: para la que firmó al alemán Acid Pauli, protagonista en 2013 de un DJ set memorable en un ciclo organizado en el barrio porteño de San Telmo). “Le dije a mi padre que me gustaba esa música y me compró un disco de Ricardo Villalobos. No sé por qué eligió el material de un artista de origen chileno, pero la verdad es que me encantó esa producción. Durante los dos primeros años en los que me metí de lleno a disfrutar del género, no lo entendí de la forma que lo hace la mayoría: para mí era igual a la psicodelia. No encontraba diferencia entre Villalobos y Pink Floyd.”
Si bien con la publicación de Space is Only Noise la crítica musical se rindió a sus pies, Nicolas Jaar admite que, a diferencia de lo que se supuso entonces, no se trató de un álbum conceptual. “Eran temas que hice entre 2007 y 2011. Tenía unos cuantos que me gustaron y los puse en un mismo disco”, explica el asimismo remixador. “La música no es un proceso racional: uno la siente y no más. Por eso me gustan la psicodelia y la emoción.” Esa ópera prima también puso en primer plano la etiqueta “blue wave”, con la que el exponente, que en sus shows en directo suele actuar con su laptop, un violero, un tecladista y un baterista, intentó definir su propuesta. “Fue una broma que se salió de contexto. Lo hice porque me preguntaban todo el tiempo cómo se llamaba mi estilo, así que dije eso para saciar la necesidad de un montón de gente ansiosa por encontrar respuestas a su curiosidad. Pero decir que la música es esto o lo otro empobrece una conversación. Lo interesante es entenderlo desde adentro.”
Tras cinco años de hacer música para clubes, sintió que era hora de abrir el espectro de su producción para plasmar su veta más grupal. “Cuando empecé a tocar con Dave, nos dimos cuenta de que había algo muy especial para nosotros. Queríamos decir las mismas cosas, pero de manera diferente a como las digo solo. Para mí la electrónica, con el auge del EDM, se hizo tan fuerte y comercial, que comencé a escuchar música de los ‘60 y los ‘70, e hice psicodelia y rock and roll.” No obstante, luego de terminar la grabación de Psychic, y para mantener la adrenalina del proceso, la dupla se puso a jugar con los temas del último de Daft Punk, Random Access Memories, lo que al final se transformó en Daftside, un trabajo de remixes cuyo acabado dejó boquiabierto al dúo enmascarado. “Fue una broma, algo ridículo. No sé si es bueno o malo, pues no lo volví a escuchar. Hicimos un remix de Get Lucky para fiestas que rápidamente se popularizó, y todo el trabajo terminó convertido en un álbum. Salió así.”
Ahora que el combinado francés se convirtió en el primer artista de electrónica en ganar un Grammy (a Mejor Album del año, justamente), el género finalmente consiguió el espaldarazo que necesitaba. Aunque para Jaar aún es incierto el futuro de la música orientada a las pistas de baile: “Es complicado suponer lo que va a pasar. Lo más importante de ese premio es que sucedió en un momento en que el productor debe convertirse en alguien versátil. Daft Punk hace temas para boliche y también lanzó ese disco de sonido bien setentoso. No importa el estilo sino que sea bueno y tenga una emoción eral. Esa sensación no se puede vender fácilmente, ni comercializar, ni mercadear, a pesar de que el capitalismo intente tratar todo de una forma superficial. Y hasta puede transformarse en una canción. Creo que eso es lo más complejo, porque es muy fácil concebir música cool en este momento. Pero es muy difícil decir: ‘Acá está algo que siento muy fuerte, y esto fue lo que hice con eso’. Y, además, hacerlo bien”. nnn
* Jueves 20 en Crobar (Marcelino Freire y Paseo de la Infanta), como sideshow de Ultra Buenos Aires. A las 22.
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