Jueves, 20 de febrero de 2014 | Hoy
VIVA LAS DIFERENCIAS
El ascendente trío del Oeste da en No termina más una serie de historias poderosas y música sucia. ¿O era al revés?
Por Santiago Rial Ungaro
“¿Le decimos la verdad?”, interpela Andrés Robledo, el guitarrista y cantante de Las Diferencias. La pregunta va dirigida a sus compañeros, quienes se miran y asienten, como para aclarar por fin un (¿inevitable?) malentendido de tipo promocional: “La verdad es que a esas bandas de rock nacional clásicas que aparecen en la gacetilla (N. d. R.: Pescado Rabioso, Manal o Color Humano) no las conocemos. Aguante el rock nacional, sabemos que tocamos gracias a esas bandas, pero... la verdad es que no tenemos la menor idea. Hay cosas que nos terminaron gustando pero no salimos de ahí. De hecho, yo personalmente entendí que teníamos que usar el español como idioma no de argentinos, sino de españoles: sobre todo con Los Rodríguez y Calamaro. O Nacho Vegas, que maneja muy bien las palabras. Eu, ¡no pongas que me gusta Nacho Vegas que me enterrás vivo! Me gustaba, porque la verdad es que cuando lo vi en Ciudad Emergente me aburrió muchísimo”.
Si hay algo que no es Las Diferencias es una banda aburrida o lánguida: alcanza con escucharlos aullar y contorsionarse en Está viniendo (“Hace tiempo que espero lo que está viniendo, ¡au!”) para intuir que la dieta sónica de estos veinteañeros que hace poco terminaron el colegio comprende una dosis considerable de blues y rock & roll. Por su sonido hipnótico y minimalista y sus logrados contrastes entre atmósferas instrumentales cargadas de tensión y catárticas explosiones de electricidad, el trío que completan Alejandro Navoa y Nicolás Heis logra sonar rockero sin caer en el cliché del seudopurismo de clonar poses y tics de ninguna banda clásica en particular del género.
Producido por el ex Los Natas Sergio CH, No termina más, su álbum debut suena auténtico: en tiempos de tanta música “para los ojos” escuchar Jamás creíste que lo haría, A tu pareja o Lo que no fue es tan real como recibir un buen cachetazo en la jeta. Casi a coro, afirman que en esencia son tres pibes amigos y que ésta es su primera y hasta ahora única banda.
Nicolás Heis: Vivimos a una cuadra de distancia. Teníamos los instrumentos y algo tocábamos, pero la verdad es que aprendimos a hacerlo juntos. Tenemos la ventaja de no estudiar: queremos que suene diferente, que lo que hacemos suene natural. Nunca hicimos blues, tratamos de no tocar blues, pero que tenga todo lo que tiene el blues.
Alejandro Navoa: Siempre escuchamos la misma música, crecimos pasándonos música: B. B. King, Albert King, Black Rebel Motorcycle Club, White Stripes. Te mentiríamos si te dijéramos que no nos gusta el blues, pero nos gusta por las canciones, no nos gusta divagar. Y el blues tiene muchas canciones.
Andrés Robledo: Igualmente somos conscientes de que estamos en Buenos Aires, no en el Delta del Mississippi. No quiero disfrazarme de John Lee Hooker o los Black Crowes: estamos en Buenos Aires. Y tampoco estamos escuchando Robert Johnson todo el día, escuchamos de todo. Amo a Chic, la música disco, Curtis Mayfield. Ahora estoy escuchando a full Jay Z.
Así como Manal (también otro power trío) tenía en su música encriptado el paisaje urbano y ferroviario de Avellaneda, en la música de Las Diferencias aparece como telón de fondo el desolado paisaje industrial del Oeste. Con reservas, lo aceptan, aunque marcan distancia con el legendario “agite” del que tanto se habló en otras épocas. “Yo creo que ese rock que tanto se dice que hubo siempre en el Oeste desapareció mucho antes de que arrancáramos. Cuando empezamos a tocar en el Oeste la gente no entendía lo que hacíamos, aunque ahora nos va cada vez mejor. Igual, cuando arrancamos lo hicimos básicamente porque no sabíamos hacer otra cosa, además de que en ese momento sí estábamos estudiando”, rememora Nicolás Heis. Y Robledo dice: “Es cierto que somos chicos, pero tenemos la edad suficiente. Sacar un disco con 18 años capaz que es un poco prematuro, pero sacar uno con 22 como hicimos nosotros me parece que está bien”.
No termina más, que recién se dio a conocer sobre todo el año pasado, fue grabado en el 2011 por Patricio Claypole (en apenas cuatro días) y producido por Sergio CH, que supo respetar el carácter salvaje y blusero de la banda, a la vez que aportó algunas pinceladas de su talento con discreción, sumando una insólita guitarra slide criolla en Lo que no fue, algún coro y alguna guitarra acústica. “Creo que nos entendimos bien con Sergio”, califica Robledo. “Antes de conocerlo él era muy importante para nosotros. Es un genio total, nos dio mucha confianza porque además era la primera vez que hacíamos un disco. El y Patricio nos cuidaron mucho, porque la verdad es que éramos muy inexpertos. Capaz que ahora ya tenemos más recursos para producir, pero la verdad es que nos gustaría volver a trabajar con Chotsourian.”
Pese a su juventud, la banda tiene los pies sobre la tierra. O sobre el asfalto: “De a poco fuimos cayendo en que además de la música hay un montón de cosas de las que hacerse cargo, que parecen que salen de la nada, porque hasta ahora siempre tuvimos la suerte de que nos invitaran a tocar. Le encuentro un montón de cosas buenas a la autogestión, pero es probable que si la banda sigue creciendo en algún momento esa situación se termine”, ralenta Robledo.
Nicolás Heis: La realidad es que sos un producto. Y ese producto se lo vendés a cualquiera que te lo quiera comprar: ya sea un partido político o una empresa, lo que sea. Lo que hacés es música, y después sí, tenés tu posición, que es personal. Pero si viene Macri, se lo vendés igual.
Andrés Robledo: Vos hacés música, y de ahí se hace un producto y se vende. Quizás no me guste tanto tocar con un cartel del gobierno atrás, pero son gajes del oficio, la gente lo disfruta igual y quizás es un evento gratuito y con buen sonido. MC5 me parece una gran banda, pero en general la música inspirada en lo social, que nace de algo contestatario, es algo que no me interesa: me parece que es una falta de imaginación del artista. Me interesa hacer lo más artístico posible, contar historias, concentrarme en la música. Ni siquiera me gustan los primeros discos de Dylan, me gusta más cuando dejó de tener tanto contenido social: prefiero un disco como Desire, con ese aire nómade, que sus primeros discos.
La diferencia, entonces, no está en la pose ni en el slogan, sino en la guitarra, el bajo y la batería. Y entre lo que suena ahí: blues local 2014. “Yo no me como mucho esa historia del rock y la rebeldía, no me importa mucho eso —se desprende Robledo—. Quizá hay cosas que estén un poco aparejadas con eso porque la música es un poco salvaje y hace que la gente se rebele o sean renegados, pero para mí lo importante es la música de la banda. Queremos tratar de ser los mejores músicos que podamos.”
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