FILHOS NUESTROS, EL SUB SUPLEMENTO MUNDIALISTA (1)
En un bar cercano a un lago andino se dirime el eterno Argentina-Chile... pero durante un Barça vs. City.
› Por Juan Ignacio Provéndola
El apoyo a Gran Bretaña en la guerra de Malvinas, el conflicto por el Canal de Beagle o los silenciosos corrimientos de las fronteras en la oscuridad de la noche. El imaginario popular contaminó cabezas a ambos márgenes de la Cordillera de los Andes, convirtiendo a dos pueblos vecinos en enemigos irreconciliables. Ambos están de pie, espalda con espalda, compartiendo más de 5 mil kilómetros de frontera que arrancan en las gélidas aguas del Sur y mueren en la aridez de la Puna. Una traza enorme (la tercera más grande del mundo), remarcada en los mapas con las tintas de la desconfianza.
Entonces se habla de los chilenos con desdén, al amparo del supuesto desprecio que alguien dice que ellos dicen tener por los argentinos. Se supone que ellos odian, denuestan y combaten. Que están urdiendo un plan secreto para trepar las alturas andinas y bajar por las montañas a toda velocidad, dispuestos a acabar con el ignominioso gigante del Este con el fuego de sus lanzas. Pero la historia moderna encuentra otras arenas más efectivas y menos costosas que las militares para dividir este mundo. No hacen falta balas, ni gas napalm. Tampoco discursos acartonados de saco y corbata, ni reuniones de la ONU. Sólo un silbato que dé la orden de inicio y una pelota que empiece a rodar. La imbecilidad se encarga del resto.
Aún no comenzó el Mundial, pero todos los bares chilenos están al taco, con gente frente a la tele. El fútbol actual le da a ese país varios motivos de atención, más allá de su selección. Por ejemplo, el aporte de Alexis Sánchez a uno de los mejores Barcelona de la historia o la presencia de Manuel Pellegrini al mando del exitoso Manchester City. El esmero ubicó a ambos en lugares de privilegio y el azar se encarga ahora de enfrentarlos en una ronda eliminatoria de la Champions League, la competencia de clubes más importante del mundo. Ambos equipos amparados por toneladas de petrodólares árabes: el Abu Dhabi United Group regentea el City, en tanto que la aerolínea Qatar Airways patrocina al Barça.
Urgidos a elegir, los futboleros chilenos parecen inclinarse por el equipo de la fría ciudad inglesa, acaso porque prefieran el proyecto donde un coterráneo es claro líder y no sólo actor de reparto –el viejo dilema de la cabeza de ratón o la cola del león–, o por el desafío añadido de buscar la caída del gigante catalán que tiene como referentes a Lionel Messi y a Gerardo Martino, dos argentinos.
Las cervezas corren a mares a medida que los minutos transcurren y el partido avanza y agoniza, como el sueño trasandino. “¡Argentino huevón!”, gritan a coro varios indignados en uno de los bares céntricos de Pucón, la ciudad balnearia más importante de las que tienen playas sobre los lagos chilenos. Resulta que Martín Demichelis acaba de cometer la enésima falta imprudente de su carrera mientras Messi iba de cara al arco: fue roja para el defensor argentino y penal hecho gol para la Pulga. Minutos más tarde, Dani Alves cerró la exitosa faena del Barcelona en Manchester, de donde se trajo un 2-0 que comenzó a consolidar el acceso a la ronda siguiente, hecho consumado con el triunfo 2-1 del equipo catalán el miércoles pasado.
Por lo pronto, termina el partido de ida y nadie sabe qué pasará en la vuelta. ¿Es una batalla perdida? Nadie parece advertirlo: en el bar suena En la ciudad de la furia y todos cantan eso de que “Buenos Aires se ve tan susceptible” con un sentido de pertenencia más allá de las banderas (que son, en esencia, trapos de colores). En Chile no existe FM Aspen. Sus clásicos ochenteros son el rock argentino. En el lenguaje universal de la música no hay ganadores ni perdedores, sólo fue creado para encontrar un mismo idioma donde hacer entender las emociones que acercan las almas.
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