Jueves, 27 de marzo de 2014 | Hoy
JAKE BUGG NO SE HACE BICHO BOLITA
El guachín rocanrolero del nuevo pop inglés habla de fútbol, de tocar ante borrachos, de adolescencias turbias y del amor en los tiempos de Twitter.
Por Facundo Enrique Soler
Mientras Estados Unidos perfila a Justin Bieber como su estrella pop (masculina) del momento, entre bardos y unas pocas melodías, la respuesta del Reino Unido es mil veces mejor: Jake Bugg, un pibe de 20 años también carilindo y bardero, pero con dos discos que le ganan por afano a toda la carrera del autor de Baby. Este cantante y guitarrista precoz comenzó a tirar amagues musicales cuando tenía nueve años y en la televisión daban el capítulo de Los Simpson en el que Lisa se queja por la contaminación lumínica en Springfield. En ese episodio sonaba de fondo Starry, Starry Night de Don McLean y eso fue suficiente para que el pequeño Jake quisiera zapar. El momento era ideal: pleno 2003 y el rock comenzaba a reinventarse una vez más, la radio disparaba la primera etapa de The Strokes y Arctic Monkeys, pilares de lo que fue el primer disco de Bugg, titulado con su nombre y apellido. Ahí se puede encontrar una mezcla de ranchera con melodía pop y ritmo apresurado, como si las melodías le ardieran en la garganta. El éxito puertas adentro fue instantáneo y, con tan sólo 18 pirulos, el cantante salió a recorrer su país en una extensa gira mientras los charts locales le hacían guiños por su hit Trouble Town.
Pero la carrera de Bugg comenzó a tomar forma antes, cuando era un nene y les preguntaba a los dueños de los pubs de Nottingham, su ciudad natal, si podía pasar a tocar para los borrachos de turno. “O me dejaban y me tiraban unas monedas, o me rajaban a patadas. Podía pasar cualquiera de las dos cosas y eso me encantaba”, recuerda ante el NO por teléfono. La cuestión era que Jake veía la música como un hobby. Su verdadera pasión era el fútbol y el club de sus amores, el Notts County, el club inglés reconocido como la institución deportiva más antigua de la historia (lo fundaron allá por 1862). “Llegué a jugar y tenía muchas ganas de seguir”, cuenta sobre su breve carrera futbolística, de la que reconoce a Wayne Rooney como su máximo ídolo. “El Mundial es mi evento favorito, no veo la hora de que arranque”, avisa automáticamente cuando se trata la pica Argentina-Inglaterra en la historia pasada de la Copa del Mundo. “Igual yo respeto mucho a la Selección Argentina, tienen a los mejores del mundo”, larga después de aclarar que jamás escribiría una canción acerca del Mundial. “Les dejo esas pavadas a artistas como Shakira.”
El segundo disco de Bugg es Shangri La, llegó el año pasado y fue el gran golpe para terminar de entender que su carrera estaba para algo más que girar en su país. Llegaron los recitales en Estados Unidos, el resto de Europa y México, donde le va particularmente bien. Las melodías sonaban aún más apresuradas y su voz mutó, ahora había un dejo de las vocales casi mucosas de Bob Dylan, lo que invita a agregar un folk agradable a sus canciones de adolescencias turbias y amor en los tiempos de Twitter.
El cerebro detrás de este cambio para bien fue Rick Rubin (¿cuándo no?), que produjo el disco en su estudio de Malibú, arreglando la desfachatez de Bugg para que sonara mucho mejor. La fama comenzó a hacer de las suyas y Jake sembró envidia al sacar a bailar a la más linda, la joven súper modelo británica Cara Delevingne, actriz en sus comienzos y cara de marcas de todo el mundo. La pareja pegó rápido en las tapas amarillistas y ellos dos se mostraban enamorados en lugares de onda, entre escándalos de falopa y paparazzi, una especie de remake del romance entre Pete Doherty y Kate Moss, pero con adolescentes más marketineros. El jamás ocultó su inclinación por la marihuana y ella fue fotografiada con una bolsita de merca encima. Carne fresca para los chacales del Daily Mirror y su obsesión por saber con qué se dan las estrellas. El romance duró sólo dos meses y fue un trampolín para poner a Jake en boca de los medios. “Tuve que salir a explicar que mis canciones de amor no eran para ella, fue bastante vergonzoso.”
“No creo que haya una nueva generación en la música británica, simplemente arrastramos todas esas melodías geniales que nos dejaron los anteriores”, reflexiona Bugg cuando se plantea la idea de un nuevo rock en el Reino Unido con ejemplos como su música y la que logran bandas como Metronomy. La idea de comparar su carrera con la de Justin Bieber (nacieron en el mismo año y ambos son los artistas jóvenes de sus respectivos países) asusta a Bugg. “El viene laburando en la música desde que es muy chico y tiene una carrera diseñada para tocar antes miles de personas. Lo mío es más rebuscado, no me quiero ni imaginar por las presiones que debe pasar”, opina, y cuenta que su entorno es sagrado. Su mejor amigo es su asistente de gira: “Lo llevo a todos lados porque me ayuda a mantenerme cerca de casa, no perder el control ni entrar en pánico antes de salir al escenario”.
* Martes 1º en el escenario Alternative de Lollapalooza Argentina, Hipódromo de San Isidro. A las 16.
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