Viernes, 2 de mayo de 2014 | Hoy
EDITORIALES JóVENES, LIBRES Y SOBERANAS
Nulú Bonsai, Subpoesía, Santos Locos, Escrituras Indie, Determinado Rumor y Pánico el Pánico explican por qué todo texto es político, hablan de lo generoso y tortuoso de editar y plantean ocupar todos los espacios, los oficiales, los alternativos y los digitales, con un contenido capaz de contar esa otra historia, ajena a lo que vende, que también es el hoy.
Por Julia González
Chicos y chicas publican libros, plaquettes, ebooks. Se autoeditan y extienden la invitación de publicar a los autores que admiran. La revolución tecnológica llegó (hace rato) como una herramienta al servicio de la difusión de la literatura. Chicas y chicos tienen claro qué autores reunir en colecciones cuyos títulos pintan la aldea que luego formará un mundo. No existe un mercado de intereses, más bien importa apelar a una tradición editorial argentina que tuvo nombres como el de Boris Spivacow o José Luis Mangieri. O aun sin invocar a los grandes editores, lo que incumbe es construir una cultura con contenido capaz de narrar el hoy. Las editoriales independientes están escribiendo esa otra historia, por fuera de lo que se vende. Cada título pesa y está intervenido de manera invisible por el mundo de las ideas. No existen autores seleccionados a dedo o por capricho de taquilla en el universo del cual la Feria del Libro Independiente y Autogestiva (llamada también Alternativa) fue clave. El logro de la FLIA y de otras ferias fue expandir la cultura literaria: por eso comprar uno de estos libros no es un simple intercambio comercial. Detrás de esas páginas se lee un conjunto de decisiones críticas que proyectan una línea de pensamiento. Ahí está el propósito de prosperar en el tiempo. Que, en criollo, es lo mismo que trascender.
Representantes de Nulú Bonsai, Subpoesía, Santos Locos, Escrituras Indie, Determinado Rumor y Pánico el Pánico se reunieron con el NO y respondieron la pregunta de por qué (y para qué) editar. Para Grau Hertt, de Nulú Bonsai, no tiene que ver con una necesidad ni con una cuestión crítica hacia otras empresas, sino que es parte del sentimiento punk, del hacerlo uno mismo. “Nuestra generación tiene una tendencia a la iniciativa y la autogestión. Tiene que ver con que muchos venimos con un bagaje musical y tratamos de trasladar la manera en la que mamamos el rock. Por eso nos juntamos de noche y escabiamos, nos mezclamos entre músicos y otras artes, porque para mí son los ‘70 con los Sex Pistols. Se trata de inventar los espacios para algo que no tenía cabida, como escuchar a alguien que lee poesía”, explica Hertt.
Publicar tiene que ver con expandirse. No es casualidad que los editores convocados sean también autores convencidos de abandonar el delta de sus escritos o trascender los blogs, de autopublicarse. “No nos termina llenando nuestra obra, tiene que estar la de mi amigo y la de la piba que me gusta y el pibe de más allá”, agrega Hertt. Eso coincide con lo expuesto por León Pereyra, de Subpoesía: “Uno empieza por compartir lo propio y cuando te das cuenta de que tenés las herramientas y que le llega a alguien, empezás a querer publicar lo que te gusta o lo que te parece que necesita ser publicado y nadie lo hace”. Nicolás Castro, de Santos Locos, también se refiere al acto generoso que significa editar: “Conozco un montón de gente talentosa que no tiene lugar ni espacio ni ganas o posibilidades. Creo que pasa por un acto generoso, no altruista, porque primero es egoísta publicarse a sí mismo”.
Para Sebastián Morfes, de Determinado Rumor, hay que editar para incidir, operar, ser parte, incluir, resistir, cambiar y apoyar el mundo literario. “Los libros que leemos, los poetas que admiramos, lo que terminó decidiendo tal o cual criterio de legibilidad en un libro, fue hace unos años una propuesta en un archivo que todavía no era público”, expone. Completa lo expuesto Luciano Lutereau, de Pánico el Pánico, que reconoce que editan para construir un horizonte inédito de lectura. “Una editorial independiente no está ajena al mercado sino que busca descompletar lo esperable de la demanda comercial. Editamos para instituir nuevos lectores para libros que todavía no existen”, dice Lutereau.
En el mundo de la música suele ganar la idea de que las bandas under caminan cuesta arriba por la pendiente heredada del rock post-Cromañón. Pagar para tocar, llevar cierta cantidad de personas a un recital, grabar un disco y financiarlo con dinero que les otorga su trabajo “oficial”, son los tópicos más comunes. Pero con los libros, ¿cuán tortuoso es editar, teniendo en cuenta que el amor al arte no paga las cuentas? “No hay ningún jefe, no hay líder y toda idea es posible”, resume Hertt. Sin embargo, su socio en Nulú Bonsai, Sebastián Goyeneche, va un poco más allá: “Para mí es sumamente tortuoso porque soy un obsesivo. Nos propusimos reemplazar la mayor cantidad de procesos que en una editorial común hacen un montón de personas: proveedores, colaboradores, freelancers. Nosotros hacemos el proceso desde la primera coma hasta darle todo a la imprenta y que nos lo devuelva”, asegura. En este caso, la idea de lo tortuoso se da en el sentido de que cada proceso se estudia en lo que refiere a estructura, desarrollo, estética e ideal. Todo es parte de una decisión artística, desde la corrección hasta el formato, la imprenta y el papel, hasta la presencia de la editorial en tal evento.
Nadia Sol Caramella, de Difusión Alterna, resalta el hecho de que editar no se trata de un hecho ligero. “Nosotros trabajamos todos los días porque el arte es un laburo también”, dice. En tanto, su socio Cristian Franco asume que es una tortuosidad relacionada con el disfrute. Marcos Gras, de Santos Locos, se adjudica una serie de reglas implícitas al momento de largarse en ese campo. “Uno dice: ‘Uy, voy a tener que lidiar con artistas’, entre otras cosas; pero eso es parte de las reglas implícitas. Lo tortuoso es que uno es obsesivo compulsivo y quiere darle a lo que produce el valor agregado de la estética propia.” Trabajar en la edición de cada plaquette, libro o ebook lleva tiempo y dedicación, y generalmente se hace de puño y letra sin tercerizar ningún engranaje en la cadena de producción. “Eso es economía de tiempo y recursos. Nosotros lo editamos y lo hacemos todo en casa, nos resulta más barato que mandarlo a hacer en cualquier lado. Pensamos un formato y lo adaptamos a lo que nos permite compartir, porque tampoco sería justo que el público se coma el garrón de que yo tenga que pagar muchas cosas para hacerlo. Así termina siendo una salida posible para todos”, expone Aldana Antoni, de Subpoesía.
Al margen de la tradición de imprenta y editoriales argentinas, hubo una evolución tecnológica que abrió el juego y sumó valor agregado a las publicaciones independientes. Conocer las reglas y aprovecharlas es parte de este arte. Los libros de Santos Locos y Determinado Rumor, ambas editoriales digitales, no tienen DRM o derechos de autor. En Subpoesía, las plaquettes pueden ser leídas online a través de la plataforma Issuu.com y en Nulú Bonsai están digitalizando el catálogo debido a que muchos de los títulos están agotados. “La revolución tecnológica de la cual somos partícipes te permite imprimir en tu casa, cortar, buscar tutoriales. Esa revolución obligó a los editores a entender que el negocio estaba estancado. La tecnología hizo que todo un mercado editorial tuviera que reinventarse”, resalta Gras y a la vez destaca la importancia de tener el libro físicamente para intercambiar y vender en las ferias. En Santos Locos lo hacen a través de una imprenta tipográfica que le da al texto una impronta artesanal. Lo digital no sólo permite editar sino que también abre la posibilidad a los lectores de acceder fácilmente a los libros por Internet. “Ideológicamente es interesante para compartir obra porque nos parece que el arte no puede ser restringido”, dice Caramella.
¿Cuál es el potencial lector de los textos que aúna el nuevo paradigma de edición? ¿Qué límite hay entre los que leen títulos del circuito comercial y los que consumen textos gestados en editoriales independientes? “¡Qué más quiero que la gente que lee Osho, Bucay o Stamateas lea mis libros! Nuestro trabajo es un rescate, queremos reemplazar algo que vemos mal y por eso lo hacemos nosotros. Nuestra crítica es acción”, afirma Hertt.
En Nulú Bonsai aceptan el código de barras y la clasificación en una librería porque deciden estar también en esos espacios, aunque tener libros en la Internacional Argentina y no en Yenny sea una decisión política. “Está la FLIA, que es un extremo, y la feria oficial, que es otro extremo; renegamos de las dos, pero nos metemos donde podemos”, dice Hertt, mientras que Franco asegura que editar es un acto político, como cuando Pereyra intervino con lecturas junto a Matías Reck, de Milena Caserola, en el stand de la Policía Metropolitana en la Feria del Libro. “¿Venderle libros a Proa y que estén bajo el manto de Techint?”, se pregunta Caramella.
Otra sincronía con el rock es la participación de las editoriales en los recitales. La aparición de Funesiana, entre otras, en El Festipulenta, abrió las puertas para que en cada fecha hubiera una mesa dispuesta de libros. Así los chicos de Difusión Alterna preguntaron al Chango, cantante de El Mató A Un Policía Motorizado, si podían llevar sus plaquettes a un show: “Ahora vamos a estar todos con Prietto. Eso es lo que tenemos, todos nos manejamos en el mismo mundo, somos el mismo público que escucha música y lee, podemos compartir espacios”, dice Pereyra. En el catálogo de Subpoesía hay músicos mechados entre los escritores y en Santos Locos se viene una colección de rock. Pero lo más rockero es el discurso. Caramella lo explica mejor en cuanto a la participación en la Feria del Libro y al marcar el canon de esta generación: “Nosotros somos los que estamos creando. Si vamos a ocupar esos espacios, no va a ser de manera inocente. Yo voy a ir ahí a leer a un mundial de poesía; mi idea es ir a decir lo que pienso porque ese lugar es elitista y no tiene nada que ver con la literatura”. Tal vez sea así, como dicen, que los espacios se conquistan ocupándolos.
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