Jue 08.05.2014
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Siguen girando

› Por Santiago Rial Ungaro

Anestesiada (Johnosoyoko, Black Fish Discos). Más allá de los cambios meteorológicos, el otoño siempre mantiene su esencia: el clima templado y fresco, las calles cubiertas de hojas doradas y la inminencia del invierno llevan a querer escuchar canciones, sea para juntarse, separarse o para ambas cosas a la vez en lo que dure la estación. Desde su tapa, con ese corazón en el que se vislumbra una sugestiva mirada, el debut de Johnosoyoko muestra a la banda integrada de Adrián Nicoletti, Facundo Morles, Mariano Bellver y Mason describiendo la melancólica anatomía de sus experiencias cardíaco-sentimentales: sin poses, concentrándose siempre en las melodías, confiando en la verdad de las canciones (“Escapa de tus sueños y vivirás soñando”) y a puro guitarrazo completan un buen álbum, cuya principal virtud es su capacidad de des-anestesiar los corazones.

El Yelagol (Bort Sinapellido, Triple RRR Discos). Estos salteños han logrado darle forma a su propio imaginario, curiosamente cercano al de Los Reyes del Falsete, aunque marcado también por un carácter propio, entre la disciplina musical (evidente en los arreglos) y el espíritu delirante y festivo de Emiliano Livelli, Juan Otatti, Leonardo Bavio y Tote Molina, quienes se autodenominan como “cuatro salamines que hacen funk, jazz, surf rock, klezmer, ska, heavy metal, pop, noise, doo-woop, swing, space age pop, rock progresivo, etcétera”. Con tantos elementos, está claro que de salames no tienen ni el hilito: editado gracias al Fondo de Desarrollo Cultural 2012 del Ministerio de Cultura y Turismo de Salta, este debut es una agradable sorpresa, tanto por impredecible como por su intención de conjugar música y canciones, buscando su propia estética del capricho.

Encanto (Atrás Hay Truenos, Laptra). “Quiero estar en un solo lugar”, cantan en Angel sin dientes, sintetizando con ese deseo imposible la concentración y capacidad de síntesis de esta excelente banda neuquina. Con un sonido pulcro y preciso, el encanto del segundo disco de este quinteto (que también tiene un par de EPs) reside en su capacidad para valerse del noise y el kraut para generar un paisaje sonoro épico y a la vez sobrio, externo y a la vez íntimo, romántico pero siempre abstracto. Con la novedad de que el ruido va dejando cada vez más espacio a las canciones (de letras breves pero memorables, lección aprendida quizá de El Mató), han logrado finalmente convertirse en una fuerza de la naturaleza, con un estilo único y bien neuquino: el sonido otoñal ventoso.

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