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Jueves, 15 de mayo de 2014

FILHOS NUESTROS, EL SUB-SUPLEMENTO MUNDIALISTA

Figuración

Mitos, verdades, rarezas, taradeces, lates y nolas del álbum de Brasil ’14.

 Por Luis Paz

Entre los 32 equipos que dentro de cuatro semanas jugarán en Brasil la 20ª Copa Mundial de la FIFA, hay uno que, según pronostica el álbum Panini de figuritas, llevará un plantel con tres Iván, un Eduardo, un Mario y un Mateo. ¿Argentina? ¿Chile? ¿Italia? En absoluto: Croacia. Son Strinic, Rakitic, Kovacic, Perisic y Mandzukic (Eduardo, como brasileño que es en verdad, no usa apellido); todos con las C acentuadas, algo que no se puede hacer en los teclados de la redacción del NO, claramente dotada de una tecnología obsoleta al lado de la de los estudios de diseño de Panini. Es apenas una de las incontables curiosidades de este oasis internac & pop de 72 páginas, 640 cromos y cientos de pesos, eventualmente miles, gastados.

El álbum de Brasil ‘14 viene a completar el once ideal del fichusero de ley. Esa es la cantidad que la empresa italiana Panini, la Unilever o la Microsoft del mundo figurado, publica desde México ‘70. Hace poco apareció un colombiano, Juan Carlos Ortiz, otrora un niño destinado a ser el hombre más corriente del mundo, hoy feliz propietario de una colección con los once completos. Igualarlo implica poner 16 mil pesos vía MercadoLibre, donde todos están en venta, completos, a precios que oscilan entre los 800 y los 2000 pesos promedio. Hay un trastornado que pide 30 mil por el de México ‘70 y un friki que ofrece el de Alemania ‘74, edición germana, a 6720. ¿El nuevo? Cotiza alrededor de 900 pesos, aunque se venden el álbum y las 640 figuritas por separado, sin pegar. Un poco de cariño, por favor.

El indicador económico entra porque quizá la única crítica horizontal a esta edición es su precio. En Argentina, el paquete de cinco figus sale $5. Un pe cada una. Es decir que un lote de cien repetidas equivale a cien pesos muertos. Excepto que se active el hermoso y feroz engranaje del canje, multidimensionalmente facilitado por todo el andamiaje web de redes sociales y foros, que se suman a espacios tradicionales como patios de recreo, recintos laborales infestados de padres de niños en edad escolar, plazas y estaciones de subte tomadas en plan guerrilla figurista. Y bueno, de última, el mítico Parque Centenario, donde explotadores del sticker, forros del sobre y abusadores del autoadhesivo cobran hasta 50 pe la figu.

Además de la historia del hombre de los once álbumes (¿Lo ven? Su nombre ya fue olvidado), y de la ya mitológica de Joel Campbell, el delantero de Costa Rica que compró 100 sobres para ver cómo había quedado su foto y no salió ni en una de las 500 figuritas, los noticieros se hicieron eco, o más bien se hicieron repe de la historia del profesor, también colombiano, que confiscaba figuritas a sus alumnos, ¡para llenar su propio álbum!

Los quiosqueros metropolitanos coinciden en que gran parte de los que compran figuritas son “pibes, muchachos, veinteañeros, flacos que compran puchos y un par de sobres, o tipos grandes”. Según informaron al suple desde Panini Argentina, “en Italia, el porcentaje de coleccionistas adultos de Calciatori, el álbum del Calcio, es del 30 por ciento”. Además consideraron que “la colección del Mundial resulta muy atractiva y divertida para niños y adultos por su contenido editorial, sus imágenes y su diseño”. Arde Twitter de treintañeros trasnochados de pegar figuritas. Sobreros, tal vez, que no apoyan al gremialista ferroviario que se parece al cantante de Mötley Crüe. Fanáticos paqueteros, quizá, que no lo son por andar palpando bultos en la calle. O figurones, aunque desde antes.

Es que el álbum de figuritas de un Mundial es una delicia. Es un testamento generacional, el registro final de una época que se va: con Verón, Heinze y Zanetti en retirada, ¿a cuánto cotizan las de estos tres en álbumes de la década pasada? Por cierto, la selección de Argelia tiene al clon perfecto del Gringo, Mehdi Mostefa, así como sin dudas el mexicano Héctor Herrera es el Di María chicano. Hay otras 638 posibles similitudes.

Un álbum es, ante todo, una improbabilidad vencida: la de llenarlo. Hay horas de trabajo, dedos y mangos puestos ahí. Es especialmente quijotesco, tal vez estúpido, pero igualmente hermoso, desde que no hay premio por el álbum lleno. “Consideramos que el álbum es un tesoro en sí mismo, mucho más valioso que cualquier pelota o remera, ya que lleva adentro emociones, sentimientos, desafíos y anécdotas”, se desmarcaron los de Panini Argentina. Además, los responsables de prensa de la empresa confirmaron al NO que “hay igual cantidad de cada figurita” y explicaron cómo eligieron a los 17 futbolistas que integran cada plantel autoadhesivo: “Intentamos incluir a los jugadores más representativos de cada selección. Para ello, un equipo editorial especializado trabajó durante más de un año”. Pillo.

En un tiempo, además, tal vez con el título puesto para Argentina u Honduras o Portugal o Japón o Australia, el álbum se reciclará en portal cósmico y en cordón al ombligo del imaginario pop del fútbol. Ese en el que dentro de unos años, quizá, se reconozca la belleza del diseño de los escudos de Costa Rica (algo así como un logo mod futbolero) o Rusia, que además tiene una camiseta preciosa y unos jugadores cuyos rostros parecen salidos de un partido de solteros vs. casados al que faltaron los solteros.

Según la página en que se abra, se puede celebrar la ingeniería pop del estadio Castelao de Fortaleza, o la aparición del de Manaos, ciudad que es la nueva gloria del turismo kitsch de la mano de la gaseosa que toman Palermo, el Tano Ranni, el Flaco Traverso y el polista Adolfo Cambiasso. Se puede reclamar la ausencia de Tevez, en el último gesto poético que las instituciones del fútbol podían hacer para devolverle algo al Apache, o la presencia de Robinho, borrado del Mundial por Felipao. Comparar las porras de David Luiz, Marcelo, Dante y Willian, todos del local, con las de Axel Witsel y Marouane Fellaini, de Bélgica, que también compite con su casaca.

O está el jugueteo del fan con el ídolo: habrá quien haya abierto sobre tras sobre hasta pegar un Messi. Lio aparece con una cara de recio que no puede ser, mientras que Neymar Jr y Cristiano Ronaldo parecen pasar las señas del 7 de espadas y el 7 de oros, con esas sonrisitas laterales. Entre risas, aguante la del camerunés Stéphane Mbia: insólito que comparta plantel con Benjhamin Moukandjo, que tiene una cara de malo secuestraniñas incontrastable. Para caras de culo están los chilenos. Para fotos riendo, los uruguayos. Para barbudos, los griegos, que cuentan además con Sokratis Papastathopoulos, un defensor que expande los límites. No los del fútbol sino los de los caracteres que entran en una figu. Para gangsta rappers, Serey Die y Romaric, de Costa de Marfil. Para grasada, lo que hicieron con Inglaterra: la FA no cedió los derechos y los jugadores aparecen con remeras blancas, en lugar del escudo hay una bandera y la foto grupal es un montaje. Están el indescifrable escudo de Suiza y la interminable napia del tano Giorgio Chiellini, la tremenda clase de la camiseta francesa, las glándulas sudoríparas incansables del hondureño Boniek García, el cogote paleolítico del nigeriano Victor Moses, el look Pablito Ruiz del portugués Miguel Veloso. Pero entre las 640 figuritas, tal vez la más memorable de todas sea la de Franck Ribéry, un rostro tan imposible como llenar el álbum comprando apenas 128 paquetes, sin que salga ninguna repetida.

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