OBRAS TEATRALES EN ESPACIOS NO CONVENCIONALES
Proyecto Posadas y Mecánicas resuelven la falta y el costo de las salas invadiendo una barbería y un taller verdaderos.
› Por Brian Majlin
Dos hombres irrumpen, armados, en una barbería centenaria de Caballito. A los gritos exigen a empleados y personas reunidas que cumplan con sus exigencias. Llega la policía, estacionan dos patrulleros, un oficial habla por handy, y la escena –al menos desde el lado de afuera de la barbería– pasa a ser un asalto armado con toma de rehenes. Del lado de adentro, sin embargo, continúa el primer acto de Proyecto Posadas, la obra de Andrés Binetti en la que una célula del posadismo celebra una reunión secreta para celebrar a su referente: J. Posadas, alias de Homero Rómulo Cristalli Frasnell, el mítico teórico trotskista con ínfulas interplanetarias.
La obra continúa pese a lo que ocurre fuera de la barbería La Epoca –una peluquería clásica con no más de 15 sillas para espectadores en lo que sería el corredor– y, tras el primer acto, la directora Michelle Wejcman sale del local, dialoga con la Federal y advierte que, lejos de ser lo que los vecinos han denunciado –un asalto armado con toma de rehenes en pleno siglo XXI–, en ese lugar están “haciendo teatro”. La policía accede a retirarse y pide aviso previo “para la próxima”. El show puede continuar.
La pequeña anécdota permite entender el desafío que implica la creación de obras teatrales en espacios no convencionales. A Proyecto Posadas, que lleva adelante su segunda temporada consecutiva en la cartelera mega archi súper under porteña, se suma Mecánicas, obra de Celina Rozenwurcel, dirigida por Federico Buso, en la que cuatro mujeres se adentran en el universo de los talleres mecánicos y desarrollan una entretenida trama de realismo, crisis laboral y clases, cuando la dueña del taller decide incorporar entre sus empleadas a la hija de un misterioso financista. Todo entre fosas, grasa, herramientas, bujías, mamelucos y un taxi a medio reparar en un taller “real” de Palermo con algunos asientos para el público.
Ambas propuestas suponen un esfuerzo por correr al teatro de las salas tradicionales, de la estética que el teatro tiene en el imaginario popular. Y por preparar los espacios –una barbería, un taller mecánico o un vestuario de club barrial, como en Un hueco, de Juan Pablo Gómez, que se lució hace años en el circuito off– y darles difusión a los proyectos. Llevan la dramaturgia a sitios no ficticios y plantan sus obras allí. La idea nodriza es similar, aunque las obras se diferencien ampliamente. Buso dirá que apenas comenzaron los ensayos se dieron cuenta de que “la obra funcionaba mejor en el espacio real” y Wejcman añade otra noción, referida a la amplia oferta teatral porteña y la necesidad de atraer al espectador: “En Buenos Aires hay mucho teatro y no tanta gente que va a ver teatro, y buscar valores agregados a la experiencia teatral en sí misma, ayuda”.
La construcción de una trama ficticia en un espacio real rompe con algunos parámetros respecto del teatro, pero ayuda a que uno se vea inmerso en lo que ocurre ya no sólo en el plano visual, auditivo –aunque se enriquece con los ruidos del afuera, de la gente que camina, de los vecinos y del barrio–, sino también en los olores y texturas.
“El público se convierte en un espía a través del vidrio... e incluso los curiosos que pasan por la vereda miran por la ventana y espían también”, explica Wejcman. Mientras que Buso señala un curioso detalle: “En Mecánicas, el espectador está incluido dentro del taller, y permite que se acerque gente que de otro modo no lo hubiera hecho, como los amigos del dueño del taller, taxistas, otros mecánicos, produciéndose un fenómeno sociocultural de integración. Sé de gente que no va al teatro y que, cuando se enteró de que es en un taller, tuvo curiosidad y vino”.
Estas innovadoras propuestas apelan al boca en boca para lograr público e invitan a una experiencia distinta a la del teatro convencional: desde el vamos seducen con café o galletitas al visitante. Y aunque ambos directores den por tierra con la noción de que se elija el espacio real sólo por la falta de salas, y aducen una búsqueda de valor agregado en los espacios que aportan realidad a las tramas y las resignifican –así como las tramas a los espacios donde ocurren–, Wejcman aporta otro detalle al mencionar que “las obras duran muy poco tiempo en escena” o que “hay muchos espacios que cobran derechos de sala muy elevados, que vuelven muy, muy difícil la labor de los elencos independientes”.
“La escena es escasa porque en el caso de Mecánicas era necesaria la presencia de un auto de doble altura y de una fosa. Cosas que en el teatro off serían de muy alto costo, y uno no podría llevar a cabo el proyecto como lo imaginó”, aporta Buso, complejizando el panorama. Las historias, sea la del grupo de militantes posadistas en reunión secreta o la de las trabajadoras del automóvil en crisis económica, son curiosas, y la invitación a romper con la escena tradicional, a mirarse en los espejos de la barbería o sentarse entre los coches, es la estocada final para que el que las vea se sumerja definitivamente en ese mundo que, ante los ruidos de la calle, acaba por ser el único real.
* Proyecto Posadas, viernes a las 21 en La Epoca, Guayaquil 877. Reserva de cupos limitados en [email protected] ($ 85, o $ 75 para estudiantes y jubilados). Mecánicas, domingos a las 19, en un taller de Palermo cuya dirección se recibe con la reserva vía [email protected] ($ 60, o $ 50 para estudiantes y jubilados.)
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