Jueves, 22 de mayo de 2014 | Hoy
LA RASPADITA DE EL CHáVEZ
Fiestero, machacón y tropical es Brooklyn Güiros, un disco destinado a convertir livings en pistas de baile sin alabar la “actitud” del reviente.
Por Santiago Rial Ungaro
Hace diez años, El Chávez y sus compañeros de Nuca titularon Paraway el segundo disco del combo. Hoy, con una ya curtida nueva piel, más alegre y tropical, Matías Méndez titula Brooklyn Güiros su tercer disco solista y comenta que hace dos años que viaja todos los meses a Paraguay, donde ya produjo cinco discos. Tal vez no vaya a pasar demasiado tiempo para que se establezca la conexión entre este groovero de Morón y Nueva York. “¡Ojalá!”, exclama mientras toma un café de media mañana en Castelar, en una antigua casa un tanto derruida que pronto va a abandonar. “Brooklyn Güiros es un concepto bastante cerrado: el primer disco se llama Morón City Groove y el siguiente Casanova Style. En este disco continúo la idea de fusionar lo anglo con cosas muy locales. Lo de Brooklyn es un homenaje a Beastie Boys, que son claramente parte de mi ADN: los escucho desde mi adolescencia. Aparte me siento identificado con ellos porque son pibes judíos de clase media, como yo, que se pusieron a hacer hip hop, que es música de negros y se ganaron el respeto porque lo hicieron con un estilo.”
Lo de güiros es por el raspador, instrumento omnipresente en la cumbia y también en los 12 temas del tercer disco de El Chávez. En su apropiación de esta música reside el encanto de su actual banda y su propuesta musical: un sonido fiestero, machacón, bailable y tropical, sí, pero con canciones poéticas y sensibles, signadas por ese don suyo para el collage, algo que proviene más del hip hop que de la cumbia. “Siempre estuve preparado para que los reaccionarios del rock me hicieran planteos por la música que hago, pero no tuve la suerte de encontrarme con ninguno. La verdad es que me hubiera encantado. ¿Qué es el rock hoy? ¿Cuál es la actitud rock hoy? A veces escucho que alguien dice: ‘Tal hace otra música, pero la actitud es rock’. ¿Qué es esa actitud? ¿Levantarse a las dos de la tarde? Si es por lo del reviente y eso, mi grupo de amigos, mi banda y yo estamos en otra. Yo no, pero los chicos son todos vegetarianos o veganos. Algunos meditan, otros hacen yoga. Es casi anti rock. Quizás haya una actitud rockera, pero la decisión de vida es otra: ya tenemos hijos, queremos estar bien.”
Si algo logran, por cierto, es hacer sentir bien: cantando sobre un Electro Sapucai, invitando a Fauna y a Fidel Nadal o a los paraguayos Kchiporros, El Chávez mantiene la fe mientras sigue la luna, bailando sin saber bailar. Con esas armas, las buenas vibraciones del disco lo vuelven a distinguir por su carácter bailable y agridulce. “Creo que en Brooklyn Güiros se siente que ya hace dos años que estamos tocando con la banda”, marca el músico, que produjo el álbum junto a Sebastián Cavalleti (baterista, ex Mancha de Rolando) y Martín Pascuale (guitarrista). A ellos se suman la inconfundible voz de Eugenia Insaurralde (que también toca el ukelele) y el bajo de Emmanuel Manuko Ruiz. Y El Chávez destaca el aporte de otro colaborador: “Estoy laburando bastante con Leonardo Belizán, el productor de La Liga, una banda de cumbia realmente grande. Leo es un pibe que hace lo mismo que yo, pero de Laferrere. La verdad es que hacía tiempo que venía con muchas ganas de trabajar con cumbieros de ley”. Pese a todo, el proceso no fue sencillo. “El año pasado me entraron a robar. Y bueh, me lo tomé como es, me tocó. Y escribí algo en Facebook de lo que me había pasado. Ese mismo día me llamó Belizán. El loco se vino para acá, desde Laferrere, y me trajo todo esto”, dice señalando aún sorprendido su nueva computadora y sus monitores, regalo del productor de La Liga.
Cuando El Chávez comenta cómo una agencia de publicidad le quiso robar Monterrey, tema de su primer disco, queda claro que las cosas, por suerte, nunca son lo que parecen. Lo que aplica incluso a algunas de sus músicas favoritas. “Con el hip hop me pasa que me gusta la música, pero no entiendo una sola palabra. Capaz que sólo entiendo que dicen bitch, así que creo que eso tal vez es una suerte, ja ja. Con las bandas de cumbia me pasa al revés: entendés todo lo que dicen... y te querés matar. ¡Pero la música me encanta! Igual, por otro lado, cuando escucho varios discos, siento que ya me estoy sintiendo mal. Y no sólo porque digan tantas pavadas.”
Es esa independencia de criterio la que le permite mezclar todos sus gustos como si fuera un Manu Chao o un Beck del Oeste, desde folklore litoraleño hasta música bailable, dub y reggae. En Brooklyn Güiros, El Chávez tiene su disco más pop hasta la fecha (Desordenado tiene pasta de hit y El río, El subidón, El color sin nombre y La chica de la tapa convierten tu casa en una pista de baile), sin perder por eso ni un poco de credibilidad. No sorprende entonces que este hincha de Independiente muestre una foto de cuando era niño en la que se lo ve junto a su padre y a Ricardo Bochini: “En la época de Bochini, Percudani y Barberón íbamos todos los domingos con mi viejo. Pero ahora perdimos la estética. Quiero conocer a los representantes de Penco y Menéndez: ¡si esos chabones juegan en Primera, entonces esos pibes pueden hacer cualquier cosa!”, despotrica.
Hay que tener personalidad e identidad para poder reinventarse (¿tal vez lo que le falta a este Independiente?), y eso es algo que El Chávez, que confiesa que en este disco buscó escribir de manera más “simplona”, tiene bien claro: “Mi forma de escribir tiene que ver con mi cosmovisión, con mi filtro para ver las cosas. Siempre escribí sin programarlo, ni tener una idea fija, pero esta vez traté de hacerlo de manera más simple. Que puedas entender de lo que estoy hablando, y tu tía también. No escribir de forma tan elíptica, o describiendo tantas imágenes oníricas, que a veces también es muy lindo. Quería escribir de un modo más simplón. No me salió muy bien, creo que quedó a medio camino, pero ahí está también el encanto”.
* Viernes 23 en Groove, Santa Fe 4389. Desde las 23 con Los Leales y La Nueva Luna.
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