EL PICADOR #14: UNDERGROUND YUPPIES
La arengatriz Virginia Guerreg reseña vida y obra de DDT, el tesoro lumpen del rock bailable.
› Por Luis Paz
nHace casi diez años, en la Feria de Larroque, que es una petit La Salada banfileña, Glam Slang aparecía en un heterodoxo compilado mp3 grabado en CD virgen, junto a discos de Carca, San Martin Vampire, Adicta, Baccarat y Antonio Birabent. Ese disco, el modelo 2004 de DDT, registró el fin de una era: el combo nacido como Demonios de Tasmania del trastorno adolescente de Sharly y Lucho creció al calor underground del pre-Cromañón y tambaleó cuando la masacre del boliche de Once. Hoy, conseguir los discos de DDT es un quilombo, un absoluto bardo, y sus fechas no abundan, aunque derraman. Por eso, la aparición de Underground Yuppies, desde ahora el Libro Blanco de DDT, escrito por Virginia Guerreggiante, es un acto tan ajustado como el del man de Surf urbano, que se bañaba con el jean para achupinarlo.
En dos décadas de producción, DDT diseñó una de las discografías más originales, revoltosas y ácidas: del asado con el parquet del fin de fiesta menemista y el fin de siesta delarruista a los Nuevos ricos del CD más reciente del combo electropunk, El ritmo de la plata. Entre punk chics y punk floyds, cortes ingleses, rockeros muertos y chicas que garchan más que bien, la armada contracultural del comandante Sharly –único pointer estable de un clan variable, al punto de que la propia autora participó en el último disco de DDT– enarboló un trapo con brillantina como bandera de un neo punk bailable y agitado. Instantáneamente disco o refrescantemente lenta, la música siempre estética, política de DDT es la sangre de Sharly.
Sobre él y su nave filosa versa Underground Yuppies, un libro con la urgencia del documental y el deslumbramiento del fan ante la anécdota, con la mugre del bajofondo cultural y la psicodelia de un club de adoradores de la distorsión láser. Virginia Guerreg, como firma, se desentiende de la pretensión de objetividad y neutralidad: lo suyo está pensado de noche, escrito con rímel y habrá de ser leído deformado por la bola de espejos.
Tesoro lumpen, bijou del Once, DDT es el pop desclasado del “nuevo rock argentino”, la magia del contrasentido puesta en palabras (Sexcalextric se llama uno de sus maravillosos discos), la posibilidad insólita de que un loco y una guitarra basten para derrumbar el imperio del caretaje mundial.
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